Con una trayectoria de más de treinta años, Leonardo Sbaraglia es uno de los mejores actores argentinos y construyó una carrera a ambos lados del Atlántico, trabajando tanto con directores noveles como también con consagrados. Basta recordar un nombre de peso en la gran pantalla como el director español Pedro Almodóvar, que lo dirigió en Dolor y gloria. Ahora, se lo puede ver a Sbaraglia en una de sus más arriesgadas y notables actuaciones: se trata de Errante corazón, opus dos de Leonardo Brzezicki, estrenado simultáneamente en la plataforma HBO Max y en el Cine Gaumont. El film sigue la historia de Santiago (Sbaraglia), un padre soltero y quebrado emocionalmente que está totalmente a la deriva en su vida personal, luego de una ruptura, pero que encuentra refugio en la relación estrecha, emotiva y, a la vez, tóxica que mantiene con Laila, su hija adolescente (Miranda de la Serna). Lo que parece ser un verano caótico en Argentina y en Brasil, termina siendo un punto de inflexión en sus vidas y su vínculo. Es, a la vez, un viaje lleno de contrastes, contradicciones y pasiones. Con personajes complejos y empáticos, y empleando diálogos sin concesiones, este drama emocional es una historia sobre el intenso anhelo de amar y ser amado. El elenco se completa con Eva Llorach, Alberto Ajaka, Beatriz Rajland e Iván González.
Sbaraglia afirma que su personaje en Errante corazón es de los trabajos más interesantes que le tocaron. "Es arriesgado, se trata de un personaje muy al límite", dice. Leer el guión lo conmovió. "Es una película que nos va a tocar a todos. De alguna manera, expone el misterio de la herida, esa herida que, a veces, no se sabe bien dónde está pero que está", afirma el actor de Relatos salvajes y Plata quemada, entre tantos éxitos del cine nacional. "Se ve esta cosa del rechazo, de no aceptar la identidad del otro, de cómo es el otro, de lo que quiere el otro, de los deseos del otro. Es muy interesante cómo lo cuenta el director. Leí el guion y me emocionó muchísimo. No tenía dudas de que lo quería hacer cuando lo terminé de leer porque más allá de la historia de cada quien, de la identidad de cada quien, creo que todes nos podemos ver reflejados en ese personaje", asegura Sbaraglia.
-¿De algún modo es una historia que mete el dedo en la llaga?
-Sí, está hablando de esa herida. Es un personaje que está al mismo tiempo queriendo evadir esa llaga, pero nos damos cuenta de que eso es imposible. Hay que enfrentarse a lo que hay que enfrentarse a la vida porque la forma en la cual está construida la película muestra a un personaje que cada vez que está cerquita de algún dolor se construye una fantasía. Es como si cuando se acerca algo que tiene que ver con el rechazo, con el abandono, por más nimio que sea, es como intolerable para Santiago. Y, a la vez, él está todo el tiempo buscando ese choque. Es como una especie de paradoja. No puede aguantar ese rechazo y, al mismo tiempo, lo está provocando. Es como si estuviera todo el tiempo provocando esa dispersión de choque lastimero, de fractura expuesta. Y apenas ese dolor se acerca, se construye una fantasía, una historia, como si fuera de una comedia musical.
-Es interesante lo que mencionás de lo contradictorio porque en la película se ve claramente a un hombre con un camino hacia la destrucción pero, a la vez, es alguien que busca amor.
-Sí, es así. En un momento, el trailer dice "Nadie te puede enseñar a amar". Y de eso se trata. Uno solo puede aprender a amar. La experiencia es intransferible. Y la vida también es intransferible, y cómo uno tiene que vivirla. Lo tiene que encontrar cada quien. Por supuesto es hermoso poder tener compañía, tener equipo y gente que uno ama y que lo puedan amar a uno a lo largo de la vida. Pero uno está con uno y es uno el que tiene que enfrentar ese camino de conocimiento. La verdad es que una película como Errante corazón nos hace pensar también sobre cuál es el camino y que no hay otra que transitarlo, que vivirlo, no negarlo. A nadie le enseñan a poder tolerar el no saber, a poder tolerar el vacío, a poder tolerar esas inseguridades, esos lugares donde uno está incómodo. Pero en algún momento, tarde o temprano, uno va a tener que meterse con eso. Y la película habla de eso.
-También permite reflexionar acerca de la imposibilidad de amar a otra persona si uno no está bien consigo mismo, ¿no?
-Claro, es imposible. Es tan claro eso... No es que una persona te va a salvar, te va a sacar. Nadie te puede salvar. Por supuesto que hay compañías que te pueden ayudar, sostener. En ese sentido, el amor es un acto maravilloso. El amor y la compañía de la manera y la forma en que sean. Pero el trabajo es personal y no hay nadie que pueda meter la mano por uno dentro de uno. Es uno el que tiene que salir a descubrir ese camino por más doloroso y vacío que sea. El personaje de Iván González dice: "Tenés que estar en el abismo", casi como en la cornisa. Y tirar desde ahí y animarse a enfrentarse con ese lugar, en el cual nunca te habías podido meter en otro momento de tu vida, porque nadie te había enseñado o porque ese vacío fue funcional en determinado momento para poder seguir viviendo, subsistiendo, para poder también formar parte de algo porque, al mismo tiempo, Santiago tiene una vida "normal": es un tipo que maneja un restaurante, que va y viene, pero su interior es un lugar inmanejable para él.
-La homosexualidad no es el foco principal pero el tema está. ¿Crees que hoy, con las nuevas leyes, el cambio de paradigma y la asimilación de la sociedad el cine puede hablar de una manera más sincera sobre este tema?
-Sí, me parece que ya el hecho de estar haciendo una película que se estrene a nivel comercial, con un actor conocido y que hable sin pudores, desnudo, es poder seguir visibilizando, analizando, pensando y naturalizando las diferencias, las diversidades, la gran cantidad de alternativas, sutilezas y humanidades que podemos seguir descubriendo en nuestra propia humanidad que muchas veces sigue siendo muy dura, muy reacia, muy cruel. Lo vemos en la realidad que nos rodea. Y, al menos, yo como persona haciendo este rol también tuve que vencer mis propios miedos, mis propias resistencias, mi propia cultura. Y no había otra manera de hacer este personaje que por medio de la deconstrucción. En eso estamos. El mundo se está transformando. A pesar de todo lo horrible que sigue pasando en el mundo, también hay otra parte que se sigue transformando, y vamos hacia un lugar más humano. De eso se trata. Y eso se ve en las nuevas generaciones, se ve en los temas de los cuales se hablan. Por supuesto que es muy diferente en un país que en otros, pero ahí estamos.
-Vos hablabas de la propia cultura y del propio mundo. Si bien la historia de Santiago es muy diferente a la tuya, ¿en qué aspectos te identificaste con el personaje?
-Lo primero con lo que me identifiqué fue con esa situación de no saber de dónde viene el dolor a veces. Leí el guion y entendí que el personaje estaba todo el tiempo buscando algo y, al mismo tiempo, escapando de algo. Yo he sentido esa misma sensación en muchos momentos de mi vida. Y nadie me niega que lo pueda volver a sentir. Lo que pasa es que yo, a diferencia de Santiago, quizás por mi profesión o por haber ido a análisis, puedo reconocer muchas cosas de esas sensaciones de Santiago. Y lo loco es que me llega de mucha gente que ya está viendo la película, por cómo empatiza con la situación de Santiago y cómo se reconoce, sean hombres, mujeres, heterosexuales, homosexuales, pansexuales. Hay muchísima gente que se conmueve con la situación de Santiago porque se reconoce. La gente reconoce la herida de la infancia, ese no saber. También reconoce que, por momentos, es un personaje insoportable, pero al mismo tiempo se lo quiere.
-La relación padre-hija es bastante disfuncional, por momentos, tóxica y por momentos más estrecha ¿Te tocó conocer historias así?
-No, evidentemente el director Leonardo Brzezicki debe conocer alguna historia así porque no tiene una hija. No es algo autobiográfico. No he conocido a nadie así. Y es una relación tan particular... Está contada también de una manera particular. Es muy hermoso porque son muy tiernos los dos. Se aman y, al mismo tiempo, es todo muy personal. Y desnuda esta cuestión de que no hay reglas para las relaciones. Obviamente, Santiago es el padre y tiene el rol de padre frente a Laila, pero al mismo tiempo, ella parece soporte de otras cosas. Y cuando él empieza a reconocer mejor su propia herida, cuando la puede empezar a vislumbrar, se da cuenta de todo lo que no pudo, de todo en lo que le falló a la hija. Y cuando puede estar en contacto con esa herida de una manera más real, él puede también ver más claramente a su hija, la puede sacar de su propio sistema. Uno podría pensar que esa relación va a ir hacia otro lugar.
-¿Cómo trabajaron ese sube y baja emocional que tiene la historia y la intensidad de tu personaje?
-Tuvimos la posibilidad de trabajarlo un montón. No teníamos muchas semanas de rodaje. La hicimos en cuatro semanas y media. Sabiendo esas condiciones, era duro porque no es una película sencilla ni de pocas locaciones ni de pocos personajes. Es de gran envergadura. Tuvimos ese tiempo para hacerla, incluyendo el viaje a Río de Janeiro. O sea que hubo que cambiar de país y cambiar de locación. Nos preparamos muchísimo. Estuvimos un mes trabajando muchísimas horas con Leo a solas, mucho con Miranda, tratando de entender esa descomposición del personaje, ese acelere, esa ruptura, esa locura, esa dureza, esa herida, esa ternura, esa seducción, esa fantasía. Y eso lo fuimos encontrando, fuimos encontrando el cuerpo, la energía, la electricidad de Santiago a lo largo de esos ensayos. Yo me lo imaginaba de una manera muy diferente cuando leí el guion, pero Leo tenía una claridad muy grande de lo que quería y fue hermoso poder entender esa claridad que él tenía y hacer el personaje que él quería porque está muy cerca de algo que para él es muy sagrado. Para él es muy sagrada esta película. Era muy importante cerrar un capítulo de su propia historia. Y todo el tiempo yo era muy consciente de eso. Además, los del equipo éramos muy conscientes de la película que estábamos haciendo. Todos muy conmovidos. Y trabajar con Miranda, la hija de amigos: a Rodrigo de la Serna no lo conocía tanto, al margen de la gran admiración que le tengo que como actor, pero con Erica Rivas sí habíamos trabajado mucho desde muy chiquitos. No la conocí a Erica en la edad de Miranda, pero más o menos. Entonces, era reconocer a su hijita ahí y, además, con tanta potencia que tiene y con tanto talento fue espectacular el encuentro que tuvimos con Miranda.
-¿Siempre es difícil trabajar un desnudo? ¿Qué aspectos del lenguaje de los cuerpos tuviste en cuenta para esta película?
-El tema de los desnudos siempre es re-difícil. Es un tema. En esta sociedad, es muy difícil desnudarse. No estamos acostumbrados a estar desnudos. La desnudez implica también muchas otras cosas. Yo creo que lo más difícil fue encontrar la desnudez interna. Para estar desnudo como yo estaba en cámara, antes tuve que despojarme de un montón de cosas: el miedo al ridículo sobre todo. No es solamente estar desnudo, es como estar abierto de vísceras. Me ayudó mucho el hecho de que tuve que crear otro cuerpo, pero no físicamente sino que en la imaginación y, a lo largo de los ensayos, me fui dando cuenta de que el cuerpo de Santiago era muy diferente al mío: su manera de moverse, su electricidad, su energía, su acelere los fui incorporando en mi cuerpo y, entonces, me valí de ese cuerpo imaginario. Mostrar las vísceras es también una metáfora. Es posible mostrar las vísceras siempre de manera poética. Ese es el camino, esa es la posibilidad: la poesía. La posibilidad de metáfora es lo que nos salva.
Guillermo Cóppola según Sbaraglia
Leonardo Sbaraglia compuso a Guillermo Cóppola en la serie Maradona: sueño bendito, producida por Amazon Prime Video, que tiene previsto su estreno para el 28 de octubre en la plataforma digital. Canal 9 emitirá el primer capítulo, a las 22, en simultáneo. Luego, desde el día siguiente, la producción quedará disponible en la plataforma. El actor destaca que encarar al ex mánager del 10 "fue una aventura fantástica, no por fantasiosa sino porque fue divino y muy divertido". Sbaraglia tuvo la posibilidad de conocer a Cóppola. "El se prestó entero para hablarme y para contarme y para un montón de cosas. Además, lo observé muchísimo. Y como ejercicio actoral, también el hecho de que se te encargue hacer un personaje que existe, es un desafío muy diferente al que estamos acostumbrados porque ese límite te ofrece también nuevas alternativas. Y súper funcionó. Traté de encontrarlo. Partí de la hipótesis que Cóppola empardaba a Maradona fuera de la cancha. Así, con ese nivel de magnetismo y de cosa tan histriónica, de mucha gambeta en el gesto y, al mismo tiempo, con una gran capacidad de seducción", concluye Sbaraglia.
La vuelta al teatro
Leonardo Sbaraglia estrenó esta semana su nuevo unipersonal Pulso. "El miércoles hicimos un preestreno. Vamos a tener la última función en Capital porque después me voy a filmar Asfixiado, de Luciano Podcaminsky, a Uruguay, con Julieta Díaz, Zoe Hochbaum y Marco Caponi. Entonces, hicimos una función el miércoles en Dumont 4040 (Santos Dumont 4040). Tenemos otra función allí el miércoles 20 de octubre a las 21.30. Va ser la última y vamos a volver en marzo. Y este sábado nos vamos a presentar en Luján, en el Teatro Municipal Trinidad Guevara, a las 21", anticipa Sbaraglia. El actor reconoce que la obra "es hermosa" y es "un viaje por la literatura argentina". Tiene cuentos de Andrés Rivera, Camila Sosa Villada y Julio Cortázar. "Estamos hablando con Mariana Enríquez para incluir un cuento de ella", sostiene el actor, quien además interpreta canciones de Leonard Cohen, Johnny Cash y Julio Sosa. La dirección musical es de Fernando Tarrés. También están Jero Carmona, Richard Nant, Valentín Garvie, Pablo Fenoglio y Carto Brandán. "Es un espectáculo que da la posibilidad de pasear por un montón de lugares. Son todos músicos Fórmula 1 y todos están entusiasmados con esta posibilidad que fusiona la ficción, el teatro con la música. Es como si fuera un teatro-jazz porque va cambiando, se va moviendo, porque está abierto y como ejercicio es maravilloso", concluye Sbaraglia.