Muchas veces dada por “muerta”, criticada por sus contenidos efectistas o pasatistas como si fuera el único medio en el que sucedieran, menospreciada por los siempre exigentes catadores de la calidad audiovisual y ninguneada por los entusiastas “curadores” e “influencers” de las plataformas de streaming, la televisión argentina celebra sus 70 años con algunos achaques pero vivita y coleando. Aún consciente de que el presente la encuentra rodeada de las incertidumbres que desplegó el avance tecnológico, atravesando la que seguro se trata de la crisis más profunda de su historia, la pantalla chica continúa siendo el medio más masivo y popular de todos. Habrá perdido el status de mayoría absoluta que ostentó en otro tiempo, no será todo lo cool que trae lo nuevo, pero sigue siendo la primera minoría del mundo audiovisual.
De la nota al pie en algunos diarios de la época dando cuenta de la primera transmisión televisiva a este presente pasaron setenta años, 18 presidentes democráticos y una decena de dictadores. Los boletos capicúas de los bondi se transformaron en la tarjeta Sube, los libros en papel en ebooks, las bibliotecas en Google y las cartas en mails o inmediatos mensajes de Whatsapp. La tele se volvió a color, la perilla del horizontal/vertical desapareció junto a los “fantasmas” que combatía gracias a la llegada del HD, los televisores adelgazaron pero sus pantallas se volvieron cada vez más grandes. Paradójicamente, los televidentes rebautizados en “usuarios” engordamos frente a una inabarcable oferta de contenidos para el consumo humano.
A lo largo de sus primeras siete décadas de vida, la tele dejó de encerrarse en sí misma para abrirse más allá de los límites del televisor. Sigue siendo el centro de entretenimiento del hogar pero como pantalla para retransmitir todo tipo de contenidos de streaming, aplicaciones, videojuegos y cualquier formato que asuma el arte audiovisual. La pantalla se diversificó en sus usos, claro. Sin embargo, la TV abierta sigue siendo el modo en el que en la mayoría de los hogares se inicia el televisor cada vez que se lo enciende. Los contenidos televisivos se consumen más que nunca: en forma tradicional, en vivo o en diferido, en recortes en las redes sociales, en los portales de noticias o en los canales de YouTube. A la tele se la discute pero continúa siendo una costumbre para muchos.
Creadora de grandes historias, difusora de hechos que paralizan al país, reflejo instintivo al que se acude ante cualquier noticia de interés general, la televisión argentina transcurre su 70º aniversario con el desafío de reinventarse en un tiempo en el que se impone la dictadura del ver lo que se quiera cuándo y cómo se prefiera. Un nuevo paradigma en el que compite en forma desigual con otros medios, pero en donde resguarda un valor que la hace única: la TV sigue monopolizando los fenómenos populares como ningún otro medio. No discrimina en su alcance ni hace distinciones de ningún tipo. Nadie queda afuera. Siempre está ahí, lista para ser vista. Por ricos y pobres, grandes y chicos, críticos y apasionados. Signo identitario de la sociedad argentina, la TV es todo lo que somos. En ella nos seguimos reflejando, setenta años después.