“Ciudades como la nuestra, donde la movilidad está normada por el conductor alto, atlético, masculino y de buenos ingresos económicos, que conduce una camioneta de gran porte y que se abre paso por donde quiera en nuestro casco histórico del área central, quizás nos impide entender que en estos tiempos se presentan nuevos desafíos en el traslado de las personas”. 

Este comentario de una vecina que llamó a una radio para contar que, al ir a hacer un trámite al centro de nuestra ciudad, se encontró con una dura realidad que ya existía antes de la pandemia; nos debería interpelar críticamente.

Son muchos los ciudadanos que adhieren a este pensamiento; no nos dicen que tenemos que dejar nuestro auto y salir corriendo todos a tomar una bicicleta como única posibilidad para ir desde nuestra casa al trabajo. El mensaje que nos dejan es aceptar el nuevo enfoque que viene para trasladarnos por la ciudad: el de la movilidad sustentable, en el que está claro que el automóvil fue el paradigma del siglo XX. 

Este medio de transporte tenía sentido en otro mundo, en el que pensábamos que la independencia que nos daba al trasladarnos, nos haría más felices y solucionaría todos nuestros problemas. El planeta está cambiando y las ciudades se están densificando y, por lo tanto, deteriorando la calidad de vida de los vecinos.

La alcaldesa de Paris, Anne Hidalgo, popularizó el concepto de la “ciudad de los quince minutos”; que es el tiempo que, a pie o en bicicleta desde tu casa, los habitantes de una urbe deberían tener para el acceso a casi todas sus necesidades esenciales. Este pensamiento viene de ideas anteriores que valoraban el papel del vecindario en una ciudad. Pero obviamente, “la ciudad de los quince minutos”, a la que adhiere el Intendente de Catamarca, debe inscribirse en un pensamiento integral de “ciudad policéntrica” versus la actual “ciudad monocéntrica”.

Sacar la bicicleta, caminar, subirse al auto de un vecino, viajar en un ómnibus, etc., constituyen una de las tantas posibilidades del traslado de las personas, que refleja la mixtura de la movilidad en las calles de nuestra ciudad. Debemos aceptar, inclusive, que puede cambiar en función del día, de la estación del año y del estado de ánimo de la sociedad. Quizás es un poco difícil entenderlo, pero, quienes toman decisiones en materia de movilidad en los organismos estatales, tendrán que trabajar creativamente en la concientización, pidiendo ayuda a niños y adolescentes para inculcar en los mayores los hábitos urbanos saludables.

Tal vez, resulta un poco difícil asumir este paradigma, pero vamos a tener que ir incorporando una mirada flexible y versátil en la forma en que nos movemos en nuestra ciudad. Una calle del área central o histórica de la ciudad, tiene que servir simplemente para que el peatón tenga prioridad en su desplazamiento en la mayor parte del día. La circulación del auto debería darse en una situación excepcional, como la de proveer mercadería a comercios, asistir una emergencia con una ambulancia o vehículo de bomberos, llegar a una cochera propia, desplazarse durante las tórridas siestas o en la noche cuando ya no hay gente, etc.

Las concurridas calles del área central deberían tener un único solado sin desnivel de frente a frente, para permitir la accesibilidad desapercibida de personas con capacidades diferentes. También, una línea pintada o un mojón, pueden sugerir el gesto del lugar destinado para la eventual circulación de vehículos en las situaciones excepcionales mencionadas. La empatía con lo que nos dejan estéticamente anteriores gestiones, ayuda a la aceptación del vecino. Lúdicamente se podría concretar el guiño político de que “la ciudad de los quince minutos” no tiene que ser rígida. La utopía de circular en bicicleta o caminar por calles con mucha sombra, donde los vehículos sólo pueden desplazarse fluidamente por algunas arterias, en una mirada integral de super-manzanas, permitiría continuar interviniendo peatonalmente el área central.

Ideas como las que se expresan, en muchos ámbitos de discusión de problemáticas urbanas, nos motivan a repensar en nuestra sociedad la mirada integral de la movilidad sustentable; partiendo de la base que debemos asumir que el automóvil no debe entrar más al área central como sucede ahora. Los que nos desplazamos en vehículos debemos entender que peatón, ciclista y quien usa el transporte público, no tiene distinción de género, edad, condición física ni condición social o económica, sino que forman parte del paradigma de la movilidad del siglo XXI; sobre todo en un área central e histórica como la que tenemos en Catamarca.

“Un ciclista es un desastre para la economía. No compra un auto y no tramita créditos para ello. No compra combustible y no usa los servicios de talleres. No tiene seguro. No paga estacionamiento. No tiene obesidad. Además, está sano. La economía no necesita a las personas sanas. Ellas no compran medicamentos, ni van a los médicos privados.” Esta cita anónima que podemos leer en las redes sociales, es el disparador para ponernos a pensar qué está pasando con la movilidad en nuestra ciudad.

*Arquitecto.