Viajar resulta un pasaje, un tránsito, una ruta desconocida, o conocida con final impreciso. Un viaje lleva consigo una pretención de búsqueda a un encuentro con lo incierto. Un movimiento introspectivo, fundacional.
Aquel viaje, que un grupo de 30 polifacéticos artistas realizaron hacia el norte, será un boleto al encuentro de un futuro en busca de certezas.
Con un recital como vago horizonte y una larga ruta por delante, se abrió camino la troupe dando comienzo a la trama.
Aquí, la primera entrega de este iniciático relato ricotero.
Pre-historia ricotera
El Comado Luddista se autodefine como un grupo de “ricoteros audiovisuales”. Grupo de artistas fanáticos de la banda, que a partir de la idea-intención de realizar un documental que cuente la historia de “Los redondos”, comenzaron a entrevistar a distintas figuras que participaron desde los primeros tiempos en y con la banda.
Uno de aquellos encuentros se situó en la casa de Guillermo Beilinson, hermano del fundacional guitarrista Skay Beilinson, quien formaba parte de la troupe inicial. Así relatan aquel día: “Terminamos de hacer la entrevista con Guillermo y nos dice ‘bueno, acompáñenme’, entonces salimos, caminamos por un jardín y llegamos hasta una suerte de deposito al fondo de la casa. Nos dice ‘agarren esa silla y ¿ven arriba en esos estantes que hay una cajas? Bájenlas’. Las bajamos. Las cajas eran pesadas y cuando las abrimos, vimos que había latas y fotografías. Emocionados recibimos las cajas y nos dice ‘chicos, llévenlas’. Así fue que volvimos con una gran intriga y ansiedad respecto de lo que había ahí. Un poco la sensación era ‘tenemos el material inédito de los Beatles’ era una cosa increíble”.
Luego de la emoción inicial, llegó el momento de descubrir aquellos tesoros incunables que, como ellos mismos lo definen en léxico ricotero, son las “joyas patricias”.
Estos hallazgos se cruzaron con testimonios vivos de compañeros de ruta de aquella incipiente banda que fueron completando el rompecabezas de la pre-historia ricotera.
“Lo que cuentan los protagonistas, todas personas que participaron en aquellos años de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, es que al principio lo que sucedía era un encuentro multiartístico. Gente que llevaba adelante muchas disciplinas. Había, ademas de músicos, actores, actrices, bailarinas, monologuistas, fotógrafos, artistas plásticos, cineastas. Mucha gente que participaba bailando, porque fundamentalmente lo que hacían era una especie de fiesta. Hay que recordar que esto sucedía en la segunda mitad de los años 70, estábamos en la última dictadura, y realizar esos eventos, que eran por supuesto clandestinos, era sumamente peligroso. Entonces en estas fiestas lo que hacían era justamente tratar de encontrar esa libertad que era imposible encontrar por fuera”.
Un cúmulo de humanidades buscando libertad, iban conformando una cofradía que buscaba la manera de encontrar respiro a través del arte dentro de una sociedad oprimida por el agobio militar.
“En ese momento realmente no había proyecto de una banda de rock. Evidentemente era algo muy incipiente. Era justamente eso, un colectivo multiartistico, que en ese contexto intentaba mantener a salvo el estado de ánimo y el espíritu”, comentan los “Luddistas” a partir de las visualizaciones de las cintas encontradas, y agregan: “Los redondos hasta el viaje a Salta eran un colectivo del que podrían haber surgido distintas manifestaciones que poco tuvieran que ver con el rock, o por ahí sí mucho con el espíritu rock, pero no con la parte estrictamente musical. Uno de los datos que no sabíamos con el que nos íbamos a cruzar, que hoy por hoy para nosotros es una tesis, es que los redondos son una banda de rock casi por una cuestión circunstancial, coyuntural del momento. Lejos podría decirse que estaban hechos para ser una banda de rock que iba a dejar una huella en la historia de la cultura rock argentina”.
Conexión Salta
Skay Beilinson, guitarrista y fundador de la banda, rememora en una entrevista para la revista Rock Salta la conexión que se fue tejiendo con la provincia: “La historia empezó en el año 76, que vino el golpe militar. La Plata se puso muy jodida, tuvimos dos allanamientos y nos salió la posibilidad de ir a Salta. Mi viejo había comprado unas tierras ahí con otra gente. Era a 300 kilómetros de la ciudad de Salta. Cuando llegamos vimos lo que era eso, un delirio total. Estuvimos ahí en Salta, viviendo casi tres o cuatro años”.
Aquella dura experiencia de Skay y su compañera Poli en el campo salteño, sin embargo, servirá para comenzar a explorar la mística norteña. “Aprovechando que estábamos allá, recorríamos todo el Norte. Ahí conocimos gente preciosa, y les contábamos que teníamos una banda de músicos delirantes, que eran Los Redondos, que en aquel momento ni siquiera teníamos nombre. Entonces empezamos a buscar un lugar para hacer algo”.
Carlos “Indio” Solari cuenta en su libro de memorias “Recuerdos que mienten un poco”, que “Un día llegan Skay y Poli de Salta, donde administraban un campo de los Beilinson. Me vienen a ver, me dicen que quieren reunir a Los Redondos. Entonces nos largamos a hacer las primeras canciones... y estaban buenas, qué sé yo. Skay armaba las bases, yo hacía las melodías y ponía las letras”.
Skay agrega: “Y apareció el lugar: El Polaco. Y de audaces, de kamikazes, le dimos para adelante. En un viaje que volvimos a La Plata, entusiasmamos a nuestros amigos y nos embarcamos en lo que era nuestra ‘gira mágica y misteriosa’ por el Norte”.
El viaje, un nacimiento
“Yo era amigo de Skay de antes de enero del 78, cuando vienen a tocar a Salta. Skay empezó a aparecer en mi casa, era amigo de la familia. Me acuerdo que su señora, Poli, se veía con mi mamá que era obstetra. Me parece que Poli era paciente de mi mamá, y que Skay la habrá acompañado y nos pusimos a charlar. Después venía a Salta e iba a mi casa, tocábamos un rato la guitarra. Éramos buenos amigos. Cuando llegaba venia a casa, tocábamos y conversábamos”, recuerda Gustavo Kantor, reconocido guitarrista y docente salteño.
En tanto, su hermano, Ramiro, otro gran músico de la provincia, comenta que “En ese tiempo había una especie de pub que se llamaba El Polaco, porque así le decían a su dueño. La onda era empezar a generar cosas ahí y se lo propusimos a Skay que ya tenía una banda en La Plata. Así que apenas le dijimos, desde allá se alquilaron un colectivo y se vinieron como unas 30 personas”.
Solari rememora en su libro: “Yo seguía trabajando en la estampería de City Bell. Uno de nuestros clientes, a quien le vendíamos mucho, era el Mono Cohen, Rocambole. El Mono tenía en La Plata un negocio que se llamaba Indra. (…) como nos compraba mucho, le dábamos crédito. Pero un día se fundió. Y nos debía guita. Entonces dijo: Lo que sí puedo hacer es pagarles el micro para ir a Salta”.
Casualidades o causalidades de la vida, el viaje a Salta comenzaba a materializarse.
“Ese fue el verdadero debut de la banda, porque hasta ese momento no habíamos hecho más que boludear. Y suponía un bautismo de fuego: era la primera vez que íbamos a tocar delante de un público que no estaba compuesto por amigotes. Skay y Poli habían pasado un tiempo en Salta (…) Ahí conocieron a unos escritores, que formaban parte de una troupe a la que habían bautizado Grupo Instancia Poética. Esa gente terminó visitándonos en La Plata. Vieron lo que hacíamos, elogiaron mis letras... Y nos invitaron a ir a Salta, con la promesa de conseguirnos un show”, comenta Solari.
Aquella peripecia que comenzaría a rodar, quedará registrada en varias cintas fílmicas conservadas por Guillermo Beilinson, que con el correr de los años, llegarán a las manos del Comando Luddista: “Sabíamos de la existencia de materiales fílmicos, grabados en súper 8 de la gira a Salta, sabíamos que había fotos de Salta e incluso que había audios de esa actuación en El Polaco. Lo que no sabíamos era qué tipo de material y de qué se trataba puntualmente. Y así fue que una noche empezamos a proyectar sobre una pared aquello que nos había cedido Guillermo Beilinson, para ver que había… y era una cosa increíble. Era alucinante. Era un alucinante viaje…”.
“Y así fue. El ómnibus lo manejaba un tal Rubén. No nos matamos de pedo…” recuerda Carlos “Indio” Solari...
Continuará...