Cuatro segundos finales, no hay alargue. El relator anticipa que todavía “queda una más”. El jugador argentino hace el lateral con el pie, la pelota llega para Santiago Basile que remata de media distancia y el tiro se estrella en el palo izquierdo del arquero portugués. No hay más tiempo. La Copa Mundial de Futsal Lituania 2021 es para los Lusos. Matías Lucuix, técnico albiceleste, se agarra la cabeza. El lamento de todo el plantel describe una situación: se escapó por muy poco la oportunidad de conseguir el bicampeonato y renovar los laureles conseguidos en Colombia 2016.

“Si esa pelota entraba la final era nuestra. El gol iba a ser un golpe de efecto anímico”, dice Lucuix a Líbero y más que lamentarse se muestra agradecido por todo el cariño que recibieron durante la competencia. “Me parece que la gente, el argentino, se sintió representado con el espíritu del equipo. Esa lucha, la constancia para conseguir los objetivos. Nos han llegado mensajes de todos lados. Vimos la revolución de la gente después del partido contra Brasil -hace referencia al encuentro de semifinal que Argentina le ganó 2 a 1 a la verdeamarela- Fue muy lindo”.

El actual DT del conjunto argentino de futsal tiene 35 años, pero vivió como si ya tuviese medio siglo encima. Como jugador se formó en River, luego se fue por cuatro temporadas al Caja Segovia de España y tuvo un breve paso por el Inter Movistar. Dentro del rectángulo de 40x20 era imparable, desequilibrante, considerado el mayor talento del futsal argentino. El futuro estaba en sus pies. Hasta que un día tuvo una lesión, una inesperada lesión, que lo dejó fuera de todo. A los 26 años sufrió una triple fractura de la tibia y el peroné mientras disputaba un partido con Argentina en el mundial de Tailandia 2012 y tuvo que someterse a tres operaciones. Creyó que iba a poder volver a jugar y esperó. Los médicos probaron placas, tornillos, injertos de hueso, pero no hubo caso. A los 30 dijo basta.

“Uno como deportista quiere retirarse dentro de una cancha, siendo viejo. Lo mío fue por una consecuencia trágica: una lesión que me trajo diferentes infortunios y complicaciones. En la primera operación una bacteria me lleva a tener una infección muy importante. En la segunda, cuando el hueso no consolidaba, me tuvieron que poner injerto y tampoco funcionó. El problema se daba cuando empezaba a apoyar. Cuando no tenía la bota o las muletas, me empezaba a doler. Se me quebraba el hueso. En la última operación me sacaron hueso de la cresta iliaca y ahí fue donde terminó de consolidar la fractura -cuenta Lucuix- Pero llegó un momento que dije hasta acá, quiero caminar sin muletas, tener independencia y que no me estén ayudando para todo. Ahí tomé la decisión de dejar de jugar. Es algo que te cuesta, mi intención no era rendirme. Siempre quise retirarme dentro de una cancha, pero dadas las circunstancias puse el punto final. No quería estar más así. Quería ir a un shopping, caminar sin muletas y no tener que sentarme porque me dolía la pierna”.

Fuera de la cancha para siempre, tuvo que pensar qué iba a hacer. Entre idas y vueltas, enojos que le rondaban por lo que había vivido – “llegué a estar dolido con el deporte, me preguntaba por qué me había pasado lo que me pasó” – decidió realizar cursos de fútbol sala en España, lugar donde vivió durante muchos años, y alimentar nuevas motivaciones. “En España son cuatro niveles y llegué a hacer dos. Depende de lo que uno quiera dirigir. Para la máxima división hay que tener los cuatro, después hay uno que es pro, que te da la posibilidad de dirigir todo lo que es UEFA, competiciones europeas, pero se incorporó este último año. A mí me falta uno para poder dirigir competición de honor. Es una cuenta pendiente. Está en mi cabeza poder hacerlo, pero me tengo que tomar mucho tiempo. Tendría que volver a vivir allá”, dice.

Durante ese camino de aprendizaje como DT y hacer sus primeros fueguitos con divisiones menores, llegó el llamado que le cambiaría la vida. Diego Giustozzi (técnico de la Selección 2013 -2016) lo convocó para que sea su ayudante en Colombia 2016 y juntos hicieron historia: consiguieron el primer campeonato mundial para Argentina. “Somos amigos. Un amigo de la vida. Más allá de que compartimos equipo, Selección y cuerpo técnico, me ha enseñado muchísimo. Hoy en día soy lo que soy, o lo que creo ser, gracias a él”, cuenta Lucuix.

Una verdadera historia de resiliencia…

"Fueron muchas lágrimas, derrotas propias. Daba un paso hacia delante y tres para atrás. No le veía final. No se acababa más. Fue una superación, una lucha mental, que me ha enseñado a no bajar los brazos, a luchar, a competir y a forjar una mentalidad. Muchas veces uno toma frustraciones o derrotas como el fin del mundo y no, hay otras cosas que son peores. Hay que levantarse, darle para delante. El éxito no solamente parte por levantar una copa: parte de superarse, de la constancia, del trabajo día a día. Me parece que eso es lo más importante y la reflexión que me deja todo esto", recuerda.

Lucuix se entusiasma con la conquista del subcampeonato mundial en Lituania y con el presente del futsal nacional. La apuesta a futuro es una mayor popularización de la disciplina. “Nuestro sueño parte de que el Futsal esté en las escuelas. Ese sería el punto de inflexión para que nuestro deporte termine de dar el salto de calidad -explica- Es un plan a largo plazo. Sin que desaparezca el baby, la idea sería tratar de que las reglas del Futsal sean más participativas. Que los chicos puedan ver esta disciplina como una proyección de vida. En Europa ya sucede esto. Este deporte tiene mucho arraigo porque los chicos ya con cinco o seis años juegan Futsal y de ahí cada uno elige qué camino tomar”.