Hay que ir con tiempo para recorrer y disfrutar Naturaleza. Refugio y recurso del hombre, la fabulosa muestra que incluye instalaciones site specific, pinturas, esculturas, intervenciones, performances, videoarte y fotografías de 45 artistas nacionales e internacionales, reconocidos y emergentes, en el Centro Cultural Kirchner (CCK).
La exhibición, que se despliega en diez salas y que ocupa 2800 metros cuadrados, aborda la naturaleza, sus recursos, el presente y el futuro del planeta, y el impacto de la acción del hombre en la Tierra. Se centra en varios ejes como el origen de una idea, antropoceno, utopías-distopías, sustentabilidad y compromiso ecológico, activismo creativo, extrañamiento, ecosistemas, nuevos mundos y nuevas naturalezas. El equipo curatorial está integrado por Ana María Battistozzi, Laura Buccellato y Gabriela Urtiaga, curadora General de Artes Visuales del CCK.
Entre los artistas nacionales exponen Jacques Bedel, Luis Benedit, Diego Bianchi, Oscar Bony, Valeria Conte Mac Donell, Nicola Costantino, Sebastián Díaz Morales, Joaquín Fargas, Nicolás García Uriburu, Mauro Giaconi, Carlos Ginzburg, Víctor Grippo, Vicente Grondona, Nadia Guthmann, Miguel Harte, Fabiana Imola, Leandro Katz, Gyula Kosice, Catalina León, Francisca López, Marie Orensanz, Rómulo Macció, Hernán Marina, Margarita Paksa, Silvia Rivas, Miguel Rothschild, Tomás Saraceno, Gabriel Valansi. Entre los artistas del exterior, hay obras de Jean-François Boclé, Cécile Beau, Ange Leccia y Agnès Varda (los cuatro de Francia); Vaughn Bell, Jane Brodie y Bill Viola (EE.UU.); Rimer Cardillo, Ricardo Pascale y Pedro Tyler (Uruguay); Martin Creed (Reino Unido); Ana Mendieta (Cuba); Gabriel Orozco (México); Guido van der Werve (Holanda).
Después de un primer recorrido, hay obras que quedan grabadas en la retina, a las que uno vuelve. Nicolás García Uriburu, con sus acciones en las que denunció el deterioro en los cursos de aguas contaminados, y Gyula Kosice, nacido en Hungría y radicado aquí desde niño, pusieron el foco en el futuro del planeta. Kosice se propuso poetizar el mundo con su utópica ciudad hidroespacial. Creó una arquitectura revolucionaria integrada por hábitats, viviendas espaciales móviles y acoplables, que pueden juntarse con otras células hidroespaciales para formar viviendas. En esta ciudad suspendida en el aire, se usará la energía del agua por medio de un proceso de fisión o la energía nuclear en frío; los habitantes podrán regresar a la Tierra cuando quieran. La ciudad hidroespacial tendrá espacios para “explosiones de júbilo contenido”, para “maldecir la muerte o profanarla al estilo Madí”. Kosice propone “revalorizar las posibilidades mentales no exploradas, abolir los límites geográficos y del pensamiento, y destruir la angustia”. Nos invita a vivir entre sitios “para establecer coordenadas sentimentales, corporales, copulativas, sexuales y eróticas en levitación sublimada” y otros “para chapotear en la espuma del lenguaje” o “empaparse de poesía por simple impresión digital de años luz”. Como si fuera poco, el inolvidable maestro de ojos cristalinos nos ofrece “pasar el resto de nuestras vidas en espacios para la evocación paralela del verbo amar con el fulgurante hidroamor correspondido”.
Con su instalación Naturalizar al hombre, humanizar a la naturaleza o Energía vegetal (1977), Víctor Grippo (1936- 2002) vuelve sobre la relación tensa entre hombre y naturaleza. Si pensamos en un estado propio e inicial del hombre como aquel al que alude el filósofo inglés Thomas Hobbes, la contradicción que plantea el artista se vuelve insalvable. Grippo es uno de los principales creadores de la historia del arte del siglo XX. La transformación o trasmutación de la materia es clave en su producción. Para el espectador no avezado en aspectos científicos sus obras con papa son verdaderos actos de alquimia. En 1971 comenzó su serie Analogías, en las que destaca la energía contenida en productos naturales como la papa, los cereales y las legumbres, contrapuestos al mundo cultural. Trabaja con oposiciones tradicionales como arte-ciencia, naturaleza-cultura y real-artificial. Para Grippo, la papa además de ser alimento y poseer energía eléctrica, tiene la función de ampliar la conciencia.
¿Quién acecha a quién?
Con su instalación El diluvio, Miguel Rothschild retoma el tema bíblico, con fuerte anclaje en la historia del arte, con una vuelta de tuerca. El suyo es un diluvio dramáticamente congelado: a punto de desatarse con violencia inusitada. Rothschild imprimió sobre tela muy fina imágenes de mares revueltos y tormentosos. La tela está sostenida al techo de la sala con hilos de tanza cosidos a las crestas de las olas impresas en la tela. El resultado es muy bello: el artista transforma una foto en una obra tridimensional con movimiento congelado en un instante. Pero, a no confundirse, el diluvio acecha.
Las naturalezas perforadas de Oscar Bony, quien puso en escena su propia muerte con sus retratos acribillados, evidencian la presencia del hombre y su huella trágica. Estos paisajes baleados son un paradojal suicidio romántico. Bony fue capaz de dispararse a sí mismo. Con los oídos tapados para evitar el estruendo del balazo, acribillaba su propia imagen en un acto performático. Los suyos son suicidios exultantes. Se convirtió en víctima y victimario; verdugo y fusilado. “La posibilidad de desaparecer me aterra”, dijo. “Tengo la impresión de que todos los que de algún modo estamos vinculados con el arte, artistas, teóricos, o el público, hemos pensado alguna vez en el suicidio. No creo que una persona sensible frente a la realidad no lo pueda haber imaginado para sí misma”.
Mundos mágicos y distópicos
Deslumbra el micromundo de insectos humanoides que Miguel Harte hace con insectos que compra disecados o que él mismo diseca con la técnica que le enseñó un entomólogo amigo. Las libélulas, escarabajos, langostas y hormigas son reales, sí, pero deviene en seres de otro universo. Con una instalación con cubos de vidrio, tintas, agua, vegetales, químicos y piedras, y un sistema de sonidos, la artista francesa Cécile Beau crea un mundo vegetal y orgánico hipnótico: aquí la belleza artificial emula con éxito a la natural.
Valeria Conte Mac Donell siguió el plano de su anhelada casa para hacer su obra en el Lago Lolog, en Villa Quilquihue (Junín de los Andes, Neuquén). Con 5 mil metros de tanza transparente tejida en vertical y tensada sobre hierros de construcción, la artista hizo una casa que regaba por las noches, por la mañana era de hielo, y se derretía durante el día. Los fines de semana cuando hacía mucho frío invitaba a sus amigos a ver su casa de cristal antes de que desapareciera. “Deseaba mucho tener una casa, pero aún no podíamos iniciar el proyecto”, dice la artista. Se exhiben los registros en video de las intervenciones. Cuando su marido construía su casa con barro y madera, y aún no podían terminarla, en medio del frío que golpeaba, hizo su segunda acción. Mientras nevaba, con alambre construyó a la intemperie todos los objetos que quería que tuviera su casa: cama, escalera, biblioteca, mesa, sanitarios, y lo más importante: la estufa. La artista por momentos acerca sus manos a ella, mira el monte nevado.
La instalación multimedia La premisa de Pompeya de Gabriel Valansi nos sumerge en un descubrimiento arqueológico del futuro: una polis cubierta de lava -o por alguna sustancia desconocida- que permaneció intacta vaya uno a saber cuánto tiempo. Esa escena post apocalíptica es un autocine. Y para que no queden dudas: los créditos pasan en loop fragmentos de documentales de pruebas nucleares (de archivos desclasificados). Sólo se ven los autos prolijamente estacionados en un gran espacio arrasado, oscuro, desolado. No hay personas. Es tan potente la obra de Valansi que uno no puede dejar de pensar en cómo habrá sido ese encuentro de una pareja en un autocine cualquiera; la última película.
En El verdadero jardín nunca es verde, Nicola Costantino transforma la fuente de El jardín de las delicias en un sitio monstruoso, un paisaje apocalíptico futurista donde la carnalidad y la sexualidad de la pintura de El Bosco mutan en sangre y carne. No hay hombres adultos; sólo mujeres y niños, personajes andróginos que aluden a los de El jardín de las delicias. Para hacer esta instalación, la artista fotografió animales embalsamados del Museo de Ciencias Naturales. Las Tres Gracias son esculturas de la imagen de Costantino. Para hacer los modelos le colocaron sobre el cuerpo 70 kilos de material que gelifica rápidamente. El título de la obra es una ironía: el verdadero jardín nunca es verde ni impoluto. Quizás por eso sea verdadero. En la vida, dice la artista, las cosas nunca son maravillosas.
Un lugar en el mundo
Jorge Orta presenta una serie de trabajos sobre los desplazamientos forzados. “La primera causa de desplazamientos a nivel mundial es por cuestiones climáticas”, dice. Creó un pasaporte de ciudadanía planetaria que les permite a los refugiados sin tierra comenzar una nueva vida. La instalación reúne objetos preciados que los migrantes dejan en su camino hacia un destino mejor.
Con su inolvidable instalación ¡Todo debe desaparecer!, Jean-François Boclé recrea con 97 mil bolsas (azules como las que se usan en el supermercado pero en este caso reciclables) un fragmento del Océano Atlántico. Se trata un homenaje a quienes murieron durante la trata transatlántica de esclavos. Ese océano de bolsas celestes, hipnótico y poético, lleva directamente al drama que sufren los refugiados y los migrantes hoy.
Naturaleza. Refugio y recurso del hombre se puede ver en las salas del 2° y 4° piso del Centro Cultural Kirchner, Sarmiento 151. De miércoles a domingos y feriados, de 13 a 20.