Domingo peronista, el de ayer. No sólo por 17 y por Octubre, sino también por el sol y la multitud, que parecía pobretona a las dos y a las tres de la tarde, hasta que de pronto fue estallido.
Decenas de miles, la gran mayoría jóvenes, llegaban en grupos y con banderas, bombos y cornetas, la mayoría gente joven mezclada con veteranos de sindicatos. Se notaban las corrientes internas, cierto calor desafiante y sobre todo la procedencia: alta mayoría del conurbano, pilchas modestas, caras llenas de bronca y esperanza. Y así se fue haciendo cada vez más maciza la concurrencia, como en las mejores tardes de la histórica Plaza.
El palco se había montado en el largo acoplado de un camión, bajo el cual una carpa transparente dejaba ver a varias madres y en el centro Hebe, la icónica Hebe que, si un defecto no tiene, es el de ser careta. Y lo mostró con ese tono sereno que sabe tener en circunstancias más graves que emotivas –como la de ayer a la tarde– cuando abrió el acto pasadas ya las cinco y en medio de una algarabía que empardaba la de las mejores jornadas nacionales y populares, o sea peronistas. Y eso fue todo, podría decirse. Porque decodificar lo que dijo Hebe, y completaron varios oradores, fue y es, claramente, decirlo todo.
Hebe empezó citando a Néstor y a Cristina: “Con ellos supimos que la lucha política es todos los días y a todas las horas”. E ipso facto evocó el Día de la Lealtad y la Solidaridad y subrayó alzando la voz: “El peronismo nos dio todo”. De donde saltó a afirmar que “no más televisión y mentiras” así que “de esos tipos no voy a hablar”. Pero sí, en cambio, reivindicó “el derecho a comer una pizza, a veranear, a educar a los chicos”. Y se detuvo en que “todavía hay muchos chicos en la Argentina que no han tenido un calzado en toda su vida”. Y fue por eso, advirtió, que “Hoy empieza nuestra lucha para no pagar la deuda externa porque no debemos nada. Ellos nos deben a nosotros vidas, muchas vidas”.
Y enseguida declaró su desazón y dolor por el fin de las conquistas sociales: “Ahora se perdió todo por los cuatro años de gobierno ladrón que tuvimos”.
Y en frases cortas y a puro punto y aparte, empezó a referirse a la política concreta: “Ahora hay algunos que no me gustan, y hace tiempo yo veía que esto no iba bien. Pero no nos daban bolilla”. Y reflexionó que el camino es la lealtad, pero “lealtad como inicio de la lucha hasta que consigamos no pagar la deuda”.
Seguidamente se dirigió directamente al Presidente, cuando le espetó que “es imposible vivir con esta deuda”, “no se haga cargo de un robo”, “más de la mitad de la población está debajo de la línea de pobreza, y usted quiere hacernos pagar un robo”.
Y fue durísima cuando sin vueltas y siempre dirigiéndose a Alberto Fernández como si estuviera allí, le dijo: “Sr. Presidente, no nos venga a engañar otra vez”.
Y luego razonó que “cómo vamos a comer como los ricos, con jubilaciones de 26 mil pesos no se puede”. Y le dijo también, directo y subrayando la responsabilidad presidencial: “Hay un montón de cosas que usted promete y después no se cumplen. No nos engañen más”. Y para rematar describió que “si un pibe sale a robar, la policía lo mata, y usted quiere que paguemos la deuda que nos dejó Macri. No va más”.
A esa altura era una catarata de certezas y reclamos. Sin agresión, en tono más bien de letanía le dijo a Alberto: “Presidente, le pido que atienda, que me escuche: la mitad de la población está pobre, y más que pobre”. Hay chicos que nunca se pusieron un calzado en los pies” frase que le funcionó como introducción a lo que no quería ser pero sonaba como advertencia: “Hoy empieza nuestra lucha para no pagar la deuda”.
El segundo orador, inesperado para la concurrencia, fue el ex-vicepresidente Amado Boudou, quien recordó que “sólo con Perón y con Néstor y Cristina se resolvió la deuda externa” y enseguida vertió una de las frases más fuertes de la tarde que empezaba a agonizar: “El Frente de Todos es de Todos, entonces también con nosotros es el Frente”.
La lista de oradores que siguieron a Boudou (el intendente Mario Secco, Ana Nuciari de la cooperativa de trabajo La Pascana, Heber Rios, de la industria lechera (Atilra), Daniel Catalano de ATE Capital, Walter Correa, del gremio de curtidores, y Roberto Baradel, de Suteba) desgranaron conceptos que apuntalaron la primera declaración directa –y la más contundente– de Hebe en alusión al Presidente Alberto Fernández, cuando al final le había dicho que “somos parte del pueblo que lo votó y lo seguirá votando si usted se compromete a no pagar la deuda”.
A todo esto los bombos y el furor de la masa llenaban la tarde y nadie se iba, y la pibada meta saltar y bailar, y la verdad es que había un clima mezcla de furor, promesa y compromiso, que se generalizó después del discurso de Hebe, sin libreto al igual que todos/as los discursantes, quienes coincidieron sin excepción en el reclamo de la inmediata libertad para Milagro Sala, símbolo ya de una Argentina cuyo aguante decrece, y cuyo desencanto va en auge.
Ya retirándose, la pregunta que este columnista no ha dejado de hacerse en estas horas es, valga decirlo claramente, casi la del millón: ¿Cuánto más va a rifarse el calor popular, el ánimo esperanzado que en diciembre de 2019 esperó –en vano– decisiones fuertes, inmediatas, poderosas pero que no se produjeron? Ese fue el subtexto, implícito, del discurso de Hebe y de quienes la siguieron en la picante tarde que empezaba a agonizar. “Ni un solo DNU para restablecer nada, Presidente, desencanta a cualquiera”, protestaban un tipo con pinta de obrero y y una mujer con panza de magnate. “¿Cuánto más, Alberto, cuánto más?” gritaban otras dos señoras a varios metros del palco de oradores, y esa pregunta se generalizó rápido, y como con bronca y junando a medida que se llamaba a desconcentrar y justo cuando decenas de pibes y pibas revoleaban carteles con el rostro indígena de Milagro, esa ya heroína contemporánea que parece estar pagando nada más que su coherencia y la obra excepcional que la canalla insolentada de Jujuy destrozó.
Así, cómo se va a ganar el 14 de noviembre, era la pregunta que parecía flotar en el aire y recorría a todos los grupos. En los que era notable el esfuerzo de quienes sostenían que de todos modos en noviembre hay que votar para ayudar al gobierno. Algunos asentían. Pero no era unánime.