No conforme con ser crudo soberano en las huestes del camp, el irreverente John Waters pronto se alzará como rey del campamento de verano. De verdad. Porque a fines del septiembre abrirá sus puertas el Camp John Waters, experiencia que invita a “revivir tu sucia infancia mientras participás junto a otros vulgares campistas en actividades bien entretenidas”. Léase, asar malvaviscos en fogatas, pasear en canoa, nadar, hacer yoga, trapecio o arquería, entre otras tradicionales posibilidades. Aunque, tratándose de un proyecto del extravagante director de culto, no faltan alternativas menos… convencionales, del tipo: “Bloody Mary Bingo”, lecciones de burlesque, sesiones para fumar puros, karaoke Hairspray, maratón de los films del artista, concurso de disfraces con jurado de lujo (sí, sí, el mismísimo John), además de shows y lecturas estelarizadas por Waters. 

   “La propuesta combina dos de las más absurdas novedades del ocio contemporáneo: las escapadas con celebridades como anfitriones, y una estética recreacional que aboga por volver a la adolescencia”, se indigna el sitio Art News, previo a dar las fechas (del 22 al 24 de septiembre), el lugar (Kent, Connecticut), los precios (entre 500 y 600 dólares los tres días de estancia), y aclarar que, entre otras magras iniciativas temáticas, acampar con John Waters no deja de ser el mejor escenario posible. Los valores, por cierto, incluyen cama y comida, no así alcohol (¡zas!). Aunque los 300 frikis que ya compraron abono (el campamento está sold out) recibirán tamaño consuelo: una copia autografiada del último libro de Waters, Make Trouble, además de la irrepetible chance de conocer a la “repugnante” (según propia definición) mente detrás de clásicos como Cry Baby, Serial Mom, Pink Flamingos.