“Tréplev es y no es, al mismo tiempo, un documental sobre una gira de una compañía de teatro. Es y no es un homenaje del cine al teatro. Es y no es un homenaje del teatro al cine. Es una declaración de amor. Y es también un manifiesto sobre la condición humana”, describe Lautaro Delgado Tymruk sobre la ópera prima cinematográfica que escribió y realizó junto a Esteban Perroud. El documental, que tuvo su estreno en el Fidba 2019, puede verse en El Cultural San Martín (Sarmiento 1551) todos los jueves y viernes a las 20 y los sábados y domingos a las 17 y a las 19 como parte del ciclo Espacio Documental.
Con música original de Daniel Melingo, Tréplev da cuenta de una gira teatral que realizó por distintos pueblos de Francia el elenco de Los hijos se han dormido, versión de La gaviota de Antón Chéjov que escribió y dirigió Daniel Veronese. La Compañía estuvo integrada por -entre otros- María Figueras, María Onetto, Claudio Da Passano, Ernesto Claudio y Delgado Tymruk (quien interpretó a Tréplev).
Delgado Tymruk, que se formó como actor desde los 9 años y actualmente bucea por distintos ámbitos de la creación, vivió el proceso de combinar lo teatral con lo cinematográfico como algo totalmente natural. Son mundos que, según cuenta, “conoce profundamente”. Tanto es así que en lo que respecta a su trabajo como director está escribiendo su próxima obra que espera estrenar a mediados del año que viene; como actor se lo puede ver en televisión en la segunda temporada de El Tigre Verón y a partir del 21 de octubre en el Teatro Regio con El amo del mundo, obra que dirige Francisco Lumerman.
Esta ductilidad e interés por la representación humana en todas sus formas fue lo que lo llevó, durante el mes y medio que duró la gira por Francia, a usar su cámara como un juguete nuevo. “Grabé todo lo que pude. Los hoteles, los paisajes, los teatros, los escenarios, los actores y las actrices”, relata. A la gira se sumó Perroud, que en ese momento era novio de Figueras. Él también grababa sin parar. Cada uno su viaje. Él luego hizo además un cortometraje llamado La gaviota. De la unión de los materiales surgió Tréplev.
“Este documental nace del registro de un viaje, muchos trenes y el recorrido de los actores”, complementa Perroud sobre el proceso creativo. “Ese tipo de giras suelen ser muy demoledoras para todos y tener muchos momentos muertos y esperas eternas. Esas situaciones eran los mejores momentos de acción para mí”, detalla.
“Siempre bromeábamos con la posibilidad de hacer algo juntos, pero no es hasta meses después de retornar a la Argentina que decidimos juntarnos. La sensación fue de necesitar cada uno el material del otro”, agrega Delgado Tymruk.
Una vez terminada la gira, tanto Perroud como Delgado Tymruk se dieron cuenta de que los registros eran completamente distintos, pero funcionaban juntos. Así, “lo que empieza como una bitácora de viaje se transforma en un duelo de puntos de vista: el de la cámara de Perroud versus el de ‘el actor que hace de Tréplev’. ‘El Cine’ versus ‘El Teatro’. El registro de la gira se transforma entonces en otra cosa. ¿Pero en qué?”, se preguntan los creadores de la obra.
Como un juego de palabras que considera que hay que tomar seriamente, Delgado Tymruk asegura que Tréplev está atravesada por la idea de que “...’hay que actuar’ como mandato y como sentido de la existencia”. Y recuerda que un profesor de semiología definió al ser humano de este modo y le pareció definitivamente exacto: “somos cuerpos biológicos que se llenan de sentido con un ‘yo soy’. Y sobre esto también habla Tréplev”.
-¿Qué querías contar con la película?
-Que todos actuamos y somos actores sociales. Nuestros padres y la época nos asignan un nombre, un comportamiento y lo que hacemos los actores y actrices es una “meta actuación”. Es decir, una actuación por sobre nuestra actuación misma. Así como la semiología es un meta lenguaje, es decir, un lenguaje que habla del lenguaje, la “actuación” es una “meta actuación”. Por esto digo “el actor que hace de Tréplev”. Enunciarlo de ese modo es revelar ese mecanismo y mostrar el truco. Toda la película en definitiva opera sobre esta cuestión, de forma casi pedagógica, como un juego. Pero también en ver con mirada amorosa el trabajo artesanal que hay en una obra, el detrás de escena, los actores girando por el mundo, representando en cada función lo mismo pero distinto. Siempre distinto.
-Mientras hacías el registro fílmico de la gira ¿ya tenías en mente que querías armar con eso una película?
-Sí y no al mismo tiempo. Cada cosa que grabé le otorgaba un sentido. Fue algo así como dejarme guiar por mi intuición, mi juego de clown. Filmar el libro de Walter Benjamin en el asiento del micro, a Pablo Finamore leyendo la revista titulada Efecto Kuleshov, grabar la estación Truffaut, ir al museo de los hermanos Lumière y poner sobre el micrófono de mi cámara el aparato del guía turístico que hablaba sobre la historia del cinematógrafo, no creo que sean casualidades. Como dice Mauricio Kartun: “La obra se obra a sí misma”. Fui escribiendo con mi pulso lo que creía que sería relato.
-¿Qué desafíos se te presentaron a la hora de afrontar este proyecto?
-Sobre todo ponernos de acuerdo con Esteban. Aunar las miradas. Yo creo que eso fue muy enriquecedor para los dos. Confiar. Le mostré un material editado de dos horas y media a Santiago Loza y fue contundente: “Saquen la hojarasca. Crean en lo que están contando. Confíen en que es hermoso contarlo así”. Luego de ese encuentro hicimos el montaje, te diría, final.
-Con El corazón del mundo (obra escrita por Santiago Loza) ya habías indagado en el cruce de lo teatral con lo cinematográfico, ¿qué te interesa explorar sobre eso?
-Para mí El corazón del mundo es teatro fantasmático. Me niego a llamarlo teatro de hologramas. Era un efecto anterior llamado Pepper Ghost similar a este. Quería que se produzca un encuentro con fantasmas. Hablada de lo real (los actores en escena), lo virtual (los fantasmas) y la relación entre lo real y lo virtual. Una especie de otra dimensión. No hay dudas de que me interesa el cruce entre lo teatral y lo cinematográfico y creo que no lo busco, se da naturalmente. De hecho, para lograr ese efecto fantasmagórico, necesité filmar una película entera. Entonces, diría que no fueron casuales estas temáticas, sino que me persiguen y acompañan en mi camino.