Federico Moura (1951-1988) y Cazuza (1958-1990), tienen tantas cosas en común que sus vidas pueden ser retratadas como paralelas, con momentos existenciales especulares. Nacieron con pocos años de diferencia en la misma década en que nace la idea, el estilo y las formas de vida de las juventudes occidentales.
Moura y Cazuza crecieron en hogares acomodados, apoyados emocional y financieramente por sus familias. Los dos buscaron darle otras formas a sus inspiraciones creativas antes de volcarse al mundo de la música: Federico diseñó y vendió ropa; Cazuza intentó ser actor, estudiar arte dramático, fotografia, arquitectura y periodista. Ambos realizaron viajes iniciáticos para encontrarse a sí mismos: Federico a Bolivia, Brasil y Europa; Cazuza a Europa y los Estados Unidos. Luego de esos viajes se unieron a sendas bandas de muchachos -Federico a "Virus" y Cazuza a "Barão Vermelho"- desde las cuáles se erigieron en poderosos íconos rockeros de los años ochenta en Brasil y Argentina respectivamente.
Devinieron en muchachos públicos inusualmente bellos y talentosos que innovaron en la música, la poesía y la estética del rock and roll. Virus marcó un antes y un después introduciendo las diversidades sexuales, el glam, la sensibilidad y los colores vistosos en el mundo machista y heterocéntrico de los rockeros hippies argentinos. Federico puso en escena un cuerpo inconveniente: delicado, bronceado, viril y andrógino.
Federico y Cazuza crearon e interpretaron canciones alegres y sentimentales que le cantan al amor romántico y al sexo e incitan al baile después de una época poco sensual y con tantos odios para curar. Después del trauma de las dictaduras militares latinoamericanas era central resucitar el cuerpo oprimido: “Sofocado por el sueño y la presión / busco un cuerpo para amar” (Virus: “Pronta entrega”).
Junto a sus hermanos, Marcelo y Julio, y Roberto Jacoby, Federico Moura compuso canciones que relataban encuentros eróticos callejeros, amores descartables, levantes en el colectivo (“El 146”), sexo fugaz en el vestidor de un comercio de ropa (“El probador”) o disfrutes deliciosos con la piel morena perfumada de un taxi boy (“Sin disfraz”) recreando una cartografia erótica. A su vez, letras como “Pecados para dos” son pasibles de una lectura sobre amores prohibidos que no osan decir su nombre. La música del grupo de Federico signada por la alegría y el romanticismo fue catalogada de frívola y moderna. Pero entre el hedonismo y los juegos de palabras polisémicos se habla de encuentros entre la gente, de contacto físico que edifican un dispositivo erótico de resistencia contra el tánatos dictatorial.
Locura, el primer disco dedicado íntegramente al sexo
Locura es considerado el primer disco argentino dedicado íntegramente al sexo e incluye una canción que es una verdadera oda a la masturbación (“Luna de miel en la mano”). El tema tenía un componente de época: su coautor Eduardo Costa vivía en Nueva York, donde, para que no se propagara eI hiv, se habían formado clubes para masturbarse que reemplazaban a los de sexo grupal o anónimo. El dibujo de portada del LP es el beso de dos personas andróginas que pueden ser dos varones, dos mujeres, un hombre y una mujer o dos no binarios.
Frecuentemente, más escandaloso e irreverente Cazuza -que en Argentina es conocido por la canción “El tiempo no para” popularizada por la versión de Bersuit Vergarat- hizo de su libertad sexual una bandera, se vanaglorió de enamorarse y tener relaciones sexuales indistintamente con varones y mujeres y legó letras explícitas y a menudo muy poéticas para describir sexo entre varones y amores exagerados que no admitian una mirada unívoca de género, identidades o preferencias sexuales. En definitiva, Cazuza fue el poeta abiertamente bisexual que celebró el banquete de la carne, las lenguas y los dientes sobre el cuerpo -orejas, genitales, orgasmos y erecciones- de varones y mujeres. Particularmente adoraba la belleza de los garotos de las playas de Ipanema y Leblón pero aún más la de los muchachos lúmpenes de Lapa (“Lo quiero a él, muchacho triste/ lo quiero a él / detrás de él/ quiero sus huevos”).
Dos bandas emblemáticas de la democracia
Ambos fueron audaces y aludieron en su poética y sus imágenes al sexo anal y a la reivindicación del culo como órgano sexual masculino. La tapa del último disco de Virus con Federico, Superficies de placer, es el dibujo de unas bellas nalgas en tiempos en que el ano era particularmente demonizado como un lugar peligroso para el placer. También propusieron subversivamente en sus letras cierta alabanza al semen: Federico en Una luna de miel en la mano (“Adorando la vitalidad), Cazuza en Eu quero o mel, poesía que no llegó a grabar.
Los dos participaron en bandas emblemáticas de la democracia. Las cumbres de la relación entre música y democracia se encuentran en sendas canciones de Barão... y Virus: Pro día nascer feliz y Agujero interior. La primera fue coreada por una multitud eufórica en el primer Rock en Río el 15 de enero de 1985, fecha del triunfo electoral de Tancredo Neves, primer presidente civil elegido en democracia luego de la longeva “dictablanda” brasileña. El LP Agujero interior fue lanzado el 10 de diciembre de 1983, el mismo día que Raúl Alfonsín asume la presidencia en Argentina.
Tancredo Neves no llegó a asumir la presidencia por problemas fatales de salud. El gobierno democrático de Alfonsín no cumplió con todas las expectativas. Pero las canciones de Cazuza y Federico quedaron asociadas al tiempo feliz de las esperanzas democráticas.
Fue una triste paradoja que, siendo pioneros de la libertad sexual y las luchas por los derechos sexuales, Cazuza y Federico murieran jóvenes y consumidos por la enfermedad tipo de fin de siglo XX. Sin embargo, en los últimos años de sus vidas ya tocados por el HIV cantaron orgullosamente sobre las drogas y el sida como una forma de insumisión. Si cierto discurso conservador insistía en que el sida era la enfermedad que merecían los drogadictos y los gays, Cazuza la emprendió contra la clase dirigente en “El tiempo no para”: “Nos tratan de ladrones, maricas, faloperos y ellos convirtieron todo el país en un puterío/ porque así se roban más dinero” y Moura le cantaba a la cocaína a la vez que criticaba el fetichismo de la mercancía capitalista en “Oro en polvo” o “Pronta entrega”. Los artistas llegaron a cúspides de la poesia sobre el sida con frases tales como “Mi placer /Ahora es riesgo de vida/ Mi sexo y droga / No tiene ningún rock and roll” (Cazuza, “Ideología”) y “De todo nos salvará este amor / hasta del mal que haya en el placer” (Moura: “Encuentro en el río musical”).
Finalmente, ambos murieron en brazos de sus familias. Las valerosas madres de Cazuza y Federico, Lucinha y Velia, nunca los juzgaron y siempre los defendieron de las maledicencias. Hoy Lucinha preside la sociedad Viva Cazuza destinada a niños y adolescentes carenciados tocados por el hiv.
Diferencias entre Federico y Cazuza
Federico formó una banda con sus hermanos. Cazuza solía vanagloriarse de ser hijo único y cuando se separó de Barão Vermelho alegó que los hijos sin hermanos suelen ser caprichosos e independientes y no funcionan bien en los grupos.
Federico Moura llevó una vida privada discreta y nunca salió explícitamente del clóset. Sin embargo, no fue hipócrita ni disfrazó su vida bajo la máscara de la heterosexualidad en la mojigata Argentina de los ochenta y en numerosas ocasiones dejó entrever su homosexualidad. Quizás siendo heterosexual hubiera sido igual de reservado. Cazuza declaró abiertamente su bisexualidad.
Desde sus veinticinco años Cazuza temió que iba a morir por el sida y llegó a afirmar que, desde su costado autodestructivo, quiso tener sida. Ya enfermo desde las letras de sus canciones gritaba: “aunque pienses que estoy derrotado / quiero que sepas que me se la sigo jugando/ aunque el tiempo no para”. En sus últimos discos, Ideología y Burguesía, la emprendió más radicalmente contra su clase social de pertenencia con letras como “Donde hay burguesía no hay poesía” y “Mi tarjeta de crédito es una navaja”.
Alguna vez Federico se preguntó si habría tenido un deseo inconsciente de muerte cuando le puso el nombre “Virus” a su banda. Pero retrospectivamente “Virus” es una palabra que tambien remite al discurso político/médico que, desde marzo de 1976 diagnosticó que la sociedad estaba enferma e infectada de focos subversivos y en consecuencia, desató un terrorismo de Estado que secuestró entre tantos miles a su hermano Jorge Moura.
Cazuza fue una de las primeras figuras públicas brasileñas en asumir que estaba infectado por HIV. En relación con su enfermedad, Federico la sobrevellevó con dignidad y entereza pero mantuvo el mismo silencio que tuvo con todo lo relativo a su vida privada.
Baudelaires de los ochenta
Cazuza y Federico Moura fueron inmensos poetas que retrataron los placeres, las flores del mal y la melancolía del fin del siglo más violento de la historia de la humanidad. Ese siglo se despidió tenebrosamente a la medida de lo que fue: con siniestras dictaduras y terribles pandemias que Cazuza y Federico, cada cual a su manera, sintieron en el cuerpo y expresaron en letras poderosas.
Las existencias no suelen ser solipsistas, sino hijas de su tiempo. En las vidas locas y breves de Cazuza y Federico pueden visualizarse aspectos de los años ochenta: los terrorismos de Estado, las emergencias esperanzadoras y los sueños truncados de las democracias, la homofobia y las sexualidades desatadas, el auge de la cocaína, la liberación sexual y el sida.
Fueron de esa clase de poetas lúcidos que surgen excepcionalmente para poner enunciación y voz a una época y ser cronistas de un tiempo a cuya sombra aún seguimos viviendo. El hecho de que murieran en la plenitud hace que permanezcan en la memoria colectiva como esos raros personajes de los que se hipotetiza: ¿Qué pasaría o hubiera pasado si hoy estuviesen vivos? ¿Cómo hubieran reaccionado o reaccionarían ante ciertos hechos? ¿Qué hubieran opinado respecto de las leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género o sw los feminismos y qué palabras les pondrían a las realidades latinoamericanas de un Menem, de un Macri, de un Bolsonaro? Si Cazuza viviera, si Federico viviera...