Una apuesta a todo o nada en un viaje psicodélico-espiritual: allá en el viejo mundo de 2019, recién fichada por Warner Chapell para grabar su disco debut tras una serie de EPs recibidos con sobrados elogios, Emma Jean-Thackray decidió ir a fondo. Junto a los integrantes de su banda estable, amigos instrumentistas, un coro y los recursos a disposición que había usado hasta entonces (entre los que contaba una notebook diez años vieja, una trompeta doblada por un golpe, teclados con teclas rotas, cuencos medicinales y más), y se embarcó en una obra total inspirada tanto por el espíritu comunitario de las bandas de vientos en las que había participado de niña como por la libertad de la Sun Ra Arkestra, la espiritualidad de Alice Coltrane, las melodías de Brian Wilson y el groove psicodélico de Parliament-Funkadelic. Todo sin dejar de buscar un sonido propio, ejerciendo sus múltiples roles de trompetista, guitarrista, productora, cantante, sonidista, arregladora, beatmaker y líder de banda, incorporando tanto melodías contagiosas como disonancias, escalas virtuosas o diferentes métricas superpuestas y sumando en las letras conceptos taoístas que aprendió de su padre en la infancia, críticas al marketing de sonrisas impostadas o un homenaje romántico a la vida cotidiana junto a su pareja. Ah, y más: quería que todo eso sonara en el disco como una banda en vivo. Y que se pudiera bailar. En junio de este año finalmente apareció Yellow, un huracán de creatividad que la consolidó como una de las figuras más atractivas de la ebulliciente escena de nuevo jazz londinense.
“En realidad hice un poco de trampa”, rie en videocharla desde su hogar un miércoles al mediodía en Londres. “Ni el presupuesto ni los tiempos de la pandemia permitían grabar semejante cantidad de instrumentos juntos, así que usé algunos trucos de estudio como hacer sonar todo a la vez desde diferentes equipos de manera que, con suerte, al escuchar el disco tuvieras la sensación de una experiencia en vivo”. Cuando empieza la charla su cámara está apagada y recién después de un rato la enciende. Anteojos redondos de marco grueso, el pelo largo a dos aguas, algo de hippie amable y algo de rebelde de pocas pulgas a la vez, Emma planeó su disco como “un viaje psicodélico y espiritual como experiencia que te atraviesa”. Allí están el comienzo en el caos instrumental y luminoso de “Mercury” –repetido en reversa al final del disco– con sus cantos y recitados (“Nuestras comunidades están unidas por la palabra/ Escuchar es conocer/ y conocer es amar”) o el mantra repetido en coro en “Third Eye” (“Abrí tu tercer ojo/ elevá tu conciencia”). Pero lejos de un manifiesto New Age sobrecargado de ondas positivas, Yellow es una montaña rusa de ritmo, caos y melodías donde líneas de espiritualidad oriental se cruzan con la acidez de letras como la de “Say Something”: “Esos dientes tan blancos/ ¿de verdad brillan?/ Se ven demasiado luminosos/ Quiero escuchar tu mente cuando hablás”. Hay que ver sus fotos de prensa, casi siempre seria, en actitud confrontativa, para terminar de entender la idea. “¡Mi mamá siempre me retaba por eso!”, ríe. “Nunca me salió hacer como que sonrío. Cuando le llevaba la foto grupal del colegio me decía: ‘¡No estás sonriendo! ¿¡Por qué no sonreís!?’. Nunca me salió mostrarme diferente a cómo me siento”.
Ese mismo gesto se conecta en su música con la intención de lograr un sonido propio a partir de los recursos con los que cuenta en cada momento: “Muchas de mis elecciones musicales estuvieron determinadas por la plata. O, mejor dicho, por la falta de plata, pero el sonido que se desprende de eso puede llevarte a sonar diferente a todo los demás. Me aburre para el carajo cuando todo suena perfecto con instrumentos relucientes, la música que me gusta suele ser más áspera. Y no tiene sentido intentar salir de bloqueos creativos comprando cosas nuevas. Una vez estuve en un proyecto con Dele Sosimi, tecladista de la banda de Fela Kuti, y la gente solía preguntarle ‘¿Cómo lográs ese sonido?’. Él me decía: ‘No sé por qué tantos me preguntan eso, tengo un teclado usado que compré hace poco en una casa de ventas solidarias, capaz es por eso’. Lo mismo con quienes quieren un saxo nuevo para sonar como Coltrane, ¡Coltrane tenía los dientes hechos mierda! Eso era parte de su sonido”.
Nacida en 1989 en Yorkshire y fan incondicional del Leeds (“¡Todos en Yorkshire amamos con locura a Marcelo Bielsa!”, suelta con entusiasmo), Emma comenzó en la música tocando la trompeta desde muy chica en bandas comunitarias que comenzaron originalmente con los trabajadores de las minas de carbón: “Hoy en esas bandas podés encontrar a un chico de cinco años tocando el triángulo, un jubilado en la tuba y una estudiante en la trompeta. Es algo muy especial para todos, sobre todo para la gente de zonas rurales”. Instalada desde comienzos de la década pasada en Londres –donde se graduó en la prestigiosa escuela de música Trinity Laban– pronto se vio integrada a la nueva escena de jazz de esa ciudad, una ascendente movida de raíz pluricultural con fuertes influencias del free jazz en la que destacan artistas como Nubya García o Shabaka Hutchings.
“Lo que está sucediendo en Londres con el jazz es un homenaje a la variedad de culturas que existen en la ciudad. Tenés desde artistas con raíces nigerianas que tocan algo más cercano al afrobeat o alguien como yo, que viene de una banda de vientos de pueblo y trata de incorporar eso junto a cosas de música electrónica”, cuenta. “Mis influencias van del tecno al free jazz y todo lo que está en el medio, pero siempre traté de buscar algo propio a partir de eso. En ese sentido, la idea de balance estuvo muy presente en el disco. Si tocábamos algo extremo la idea era equilibrarlo con un ritmo que lo anclara, y si había letras muy directas me aseguraba de que fueran con una melodía accesible. Y en lo que se tarda en grabar un disco hay cambios emocionales inevitables. Cuando estaba enojada trataba de meterlo, cuando estaba de buen humor también”. Esa idea de balance y dualidad se relaciona con la letra de ‘Rahu and Ketu’, basada en un mito hindú que le relataba su padre: “Trata sobre un ser que fue dividido en dos diferentes que desde entonces se persiguen como opuestos eternos. Me siento identificada con esa idea. Y quizás ese fue un poco también el desafío con Yellow: lograr desde lo musical y lo personal un disco donde finalmente estuviera todo lo que soy”.