Una anciana de 96 años que trabajó como secretaria del comandante de un campo de concentración nazi se enfrentó por segunda vez a un juicio como cómplice de asesinato luego de haberse dado a la fuga en la primera ocasión. En la audiencia celebrada en la ciudad de Itzehoe, al norte de Alemania, Irmgard Furchner permaneció en silencio ante el tribunal. "No hará ninguna declaración por el momento. Tampoco responderá a las preguntas", declaró su abogado Wolf Molkentin.
Furchner está acusada de ser cómplice en el asesinato de 11.380 prisioneros del campo de concentración de Stutthof, cerca de la ciudad polaca de Gdansk. La anciana, quien se desempeñó como taquígrafa y mecanógrafa en la oficina del comandante del campo de concentración, llegó empujada en una silla de ruedas a las instalaciones en las que se celebra el proceso, con la cara cubierta por un barbijo y un pañuelo en su cabeza. Es probable que el juicio sea uno de los últimos relacionados con la época nazi, debido a la avanzada edad de los implicados.
La acusada debía ser juzgada el 30 de septiembre, pero la mañana del juicio se dio a la fuga. Fue encontrada a las pocas horas y estuvo detenida durante cinco días antes de ser liberada. Al parecer, la mujer ya había anunciado a principios de septiembre en una carta escrita a mano y dirigida al tribunal su intención de no comparecer debido a su avanzada edad y sus "limitaciones físicas".
De acuerdo a la cadena pública ARD del año pasado, Furchner ya fue interrogada varias veces como testigo. En 1954, declaró que toda la correspondencia con la Oficina Económica y Administrativa Central de las SS había pasado por su mesa. El comandante del campo de concentración en el que trabajaba, Paul Werner Hoppe, le dictaba todos los días cartas y mensajes de radio.
Sin embargo, Furchner también sostuvo que en ningún momento supo nada de los asesinatos de miles de personas ocurridos durante su tiempo de servicio como secretaria. La anciana calificó las acusaciones de ridículas, afirmó no entender el sentido de un proceso en su contra al final de su vida y aseguró tener la conciencia tranquila al no haber matado a nadie.
Según la Oficina Central encargada de la investigación de los crímenes nazis, unas 65 mil personas murieron en el campo de concentración alemán de Stutthof y sus instalaciones aledañas, así como en las llamadas marchas de la muerte organizadas allí al final de la Segunda Guerra Mundial.