Con el arrojo propio de una fiesta popular un joven suelta su baile. Hace del malambo un estallido de regocijo donde la técnica, cierta búsqueda sofisticada y deslumbrante, se mezclan en un festín con la tradición.

Lo vemos en un video que se proyecta en la sala y así nos sorprendemos y advertimos lo poco que conocemos de esta danza, lo extraña que nos resulta en esas formas contundentes y virtuosas que el joven despliega.

Después llegará el momento en que los lxs tres intérpretes de Adentro, Pablo Castronovo, Bárbara Hang y Andrés Molina, se prueben en estas artes. Ellxs se ocuparán de romper y fragmentar cada pieza del malambo que el joven expuso como un manjar, como esa carne que seguramente los celebrantes iban a devorar durante la fiesta. Aquí lxs bailarines, bajo el influjo de Diana Szeinblum, van a cortar en pedazos ese baile para examinarlo hasta las tripas como si la escena fuera la pampa y ellxs emprendieran un recorrido hacia esa tradición con el ímpetu de un grupo de investigadorxs que se emplastan con su objeto de estudio, se meten en él y lo distorsionan para después rearmarlo desde una mirada contemporánea.

Para Bárbara Hang, la única mujer en este baile, la danza la llevará a ensayar algo de la masculinidad en su cuerpo. Con sus otros dos compañeros compiten al inflar el pecho y sacar un grito que parece la señal para una pelea. Hay en los modos de usar el cuerpo, en esas formas tan ajenas a los rituales de la danza contemporánea, un descubrimiento, algo a entrenar que habla de un saber que lxs tres intérpretes se preocupan por capturar.

En Szeinblum se observa una extirpación de esos movimientos para llevarlos a otro contexto, apropiárselos para la puesta en escena y generar allí una pequeña contienda. Despojados de su uso, de su valor defensivo (no olvidemos que el folklore funcionó como una estrategia de preservación nacional frente a la inmigración) son desplazados a un territorio híbrido. Esta deconstrucción de una danza ancestral empuja al pensamiento, a la conformación de imágenes en lxs espectadorxs.

Es en el detalle, en la suma de cada uno de estos elementos desarticulados de una totalidad, que Szeinblum encuentra nuevas lecturas a un fenómeno tan arraigado como inexplorado. En el trabajo de Szeinblum y sus interpretes, que también comparten el armado coreográfico, se identifica un tono dramático que se centra en la voluntad de comprender esa danza, esas formas de la masculinidad que parecen tan rígidas pero que en la expresión de ese joven bailarín del video, de ese documento que lxs artistas supieron encontrar, también muestra su capacidad de transformación, su permeabilidad hacia un diálogo con otras expresiones de la danza. Revistar esos espacios donde la invención se ha detenido, es uno de los elementos más transgresores que la danza puede aportar. Para lxs intérpretes habitar esos ejercicios, esa gestualidad, implica una reflexión que despunta en variantes creativas, en la sensación que en ese espacio podrían dibujarse una infinidad de movimientos de brazos, otra manera de plantarse, de ubicar las piernas, de imponer el pecho. Un lenguaje que se suma como quien incorpora un idioma.

Materia política, lugar donde la voz se hace otra en esa búsqueda que emprende el cuerpo, Adentro es un grito, el esfuerzo que hace un cuerpo cuando anida en él una batalla de siglos. Llevar la herencia a escena y descuartizarla como si se estuviera carneando una vaca, como si cada trozo fuera entregado al público para que desde allí consiga ver e imaginar los orígenes como una aventura propia.

Adentro se presenta los viernes a las 22 en Estudio Fraga