Hace 45 años Diego Armando Maradona era un adolescente que debutaba en Primera División y con su figura marcaba un antes y un después en el fútbol argentino. En esta oportunidad, la fecha cobra un significado especial porque es el primer aniversario tras la muerte del diez y tiene lugar a días del estreno de la serie "Maradona: sueño bendito", producida por Amazon Prime Video, cuyo primer capítulo podrá verse el 28 de octubre en Canal 9 en simultáneo con la plataforma digital
En esa jornada inolvidable, el "cebollita" que ya asombraba a muchos por sus malabares en los entretiempos de los partidos de primera, ingresó en el segundo tiempo del partido para alumbrar con un rayo de genialidad el opaco fútbol argentino de eso años.
45 años después y ya sin Maradona físicamente presente en este mundo, esta fecha marca el inicio de los tiempos de mayor gloria para el deporte nacional y el despertar de un amor incondicional entre el mayor genio de fútbol mundial y un pueblo que lo erigió como un dios pagano, un vengador con la casaca "albiceleste".
"Entre y juegue como sabe. Si puede tire un caño", le dijo el entrenador de Argentinos Juniors, Juan Carlos Montes, a Diego en el vestuario cuando en el entretiempo del partido ante Talleres le avisó que ingresaba al campo.
Maradona no defraudó. Fiel a su estirpe de potrero, el nuevo crack del fútbol argentino, en su primera jugada y a 10 días de cumplir 16 años, le hizo un fenomenal caño al volante cordobés Juan Cabrera que despertó la admiración de los presentes y su primer aplauso.
Cuando Diego entró con la camiseta número 16 en lugar de Rubén Giacobetti, Talleres -que era el equipo sensación del interior del país- ya ganaba 1 a 0 con un gol convertido por el exquisito volante Luis "Hacha" Ludueña.
El ex defensor de la selección nacional y jugador de Talleres de Córdoba, Luis Galván, relató años después que ese encuentro era dominado con tranquilidad por la "T", hasta que ingresó el futuro capitán de Argentina.
"A partir de allí cambió todo. Diego se puso el equipo al hombro y nos fueron arrinconando en nuestro arco. Terminamos defendiendo el triunfo. No podíamos creer lo que hacía ese chico con una inmensa melena llena de rulos", recordó Galván.
El viejo estadio de madera de Argentinos estaba casi lleno, producto que se corría la noticia de boca en boca del posible debut de este joven "cebollita". En esos momentos, Diego se estaba mudando de su Villa Fiorito natal a Villa del Parque, donde el club le había alquilado una casa para toda la familia. Un día antes, el martes 19 de octubre de 1976, se enteró que estaría por primera vez en el banco de suplentes del equipo, en la nueva fecha del Torneo Nacional de ese año.
Maradona se despertó el 20 en su casa de Fiorito -el equipo no se concentraba- y con su único pantalón de vestir viajó en colectivo junto a su padre -Don Diego- con la ilusión de su primer partido en Primera.
Atrás quedaban muchas ilusiones, sus primeros pasos en los campitos del sur del gran Buenos Aires, su llegada a los "Cebollitas" de la mano de Francisco Cornejo, los torneo "Evita" de 1974 y las piruetas en los entretiempos en la cancha de La Paternal.
Diego ya iba escribiendo sin saberlo su rica historia, y en ese viaje hacía la ilusión de disfrutar de la pelota, fue acumulando deseos y ansiedades en una cantidad proporcional.
Pocos saben que en dos oportunidades, mientras militaba en las divisiones inferiores de Argentinos Juniors, estuvo a punto de pasar a River Plate. Justo los "millonarios", el equipo que era su obsesión como ferviente hincha de Boca que ya era, tras coquetear con Independiente, fundamentalmente por su devoción por su máximo ídolo: Ricardo Bochini.
La primera oportunidad fue cuando fichaba para Argentinos cuando un ex jugador de River le prometió "el oro y el moro" al padre de Diego y la segunda vez, ya en 1975, cuando estaba en la quinta y el ayudante de campo de Angel Labruna, Federico Vairo, quedó maravillado por el juego del "Diez".
El destino del mejor jugador del mundo ya estaba marcado: iba a debutar en el momento justo y en el lugar indicado. Atrás quedaron años de sufrimientos y de postergaciones para toda la familia, un sitial del cual Diego se despegó desde lo material, mientras conservó en su memoria los lazos afectivos que la precariedad no logra quebrar en una familia unida.
La historia posterior a ese 20 de octubre es demasiado conocida, los sueños se materializaron en realidad: goleador, la Selección, Boca, Europa, el título del mundo, el ascenso desde el infierno, la muerte, la vida y la gloria.