“El bilingüismo de Anzaldúa no se trata de un mero hablar y escribir en dos o más lenguas, se trata de vivirlas, encarnarlas, habitarlas; es estar al mismo tiempo en dos o más cosmovisiones, en dos o más epistemologías, en dos o más esquemas de pensamiento y de sentimiento”, dicen Valeria Kierbel y Violeta Benialgo, las traductoras argentinas de Luz en lo oscuro, el último libro de la escritora chicana Gloria Anzaldúa que acaba de editar Hekht.
Anzaldúa nació en 1942 en el Valle de Río Grande, ciudad fronteriza del estado de Texas, Estados Unidos y murió en California en 2004. Fue precursora de los feminismos queer, marrones y de la perspectiva descolonial. Escritora, poeta, mestiza, activista lesbiana y chicana, vivió siempre entre las tensiones entre el mundo académico y las exploraciones estético-espirituales. Luz en lo oscuro trata de esta frontera entre estos dos universos.
En este libro, la escritora cuenta que durante su infancia, el curanderismo y el hechicerismo fueron partes aceptadas, aunque también despreciadas de la comunidad chicana. “Las chamanas, curanderas, artistas y activistas espirituales, como neplanteras, son personas liminales, en los umbrales de la forma, por siempre en medio y entre medio. Se mueven en medio de diferentes realidades y estados psíquicos, viajando más allá del orden natural y status quo y dentro de otros mundos”, escribió Anzaldúa.
Para sanar, dice Anzaldúa, la chamana determina si un espíritu o forma de energía “extranjera” ha entrado a través de un “agujero” o “hueco” en la energía de la persona y luego extrae o saca esta energía o espíritu dañino en un contexto ritual “ya sea tironeándolo o sacándolo con la mano, o succionándolo con su boca para luego escupirlo en agua o soplarlo dentro de un amuleto que después se entierra, se quema, o es destruido de alguna forma. Luego, viaja al mundo del espíritu para traer algún objeto que contenga fuerza vital y sopla su esencia dentro del paciente o se lo entrega al paciente de alguna manera simbólica”.
Cuando Gloria tenía 11 años, su familia se trasladó a Hargill, Texas. A pesar del racismo y el sexismo que sufrió, pudo estudiar y graduarse en la Universidad de Texas y llevar adelante un doctorado en literatura comparada. Trabajó varios años como maestra y en 1977 se mudó a California en donde siguió escribiendo sobre sus prácticas de vida. Escribió varios ensayos sobre el racismo, desde una perspectiva de género como Visiones radicales para la transformación en 2002. También es autora de libros para niños y niñas como Prietita tiene un amigo (1991), Amigos del otro lado (1993), Prietita y la llorona (1996) y de trabajos de ficción y de poesía.
En su libro Nueva mestiza, a la que ella describe como un sujeto consciente de sus conflictos de identidad, usa el término el nuevo ángulo de visión con el objetivo de desafiar al pensamiento binario occidental. Es también desde este punto de vista que utiliza el concepto de raza. Y desde allí, intenta retomar de todas las culturas, las mejores cualidades para el sanar. Y si bien su abuela fue una curandera chicana, no por eso Anzaldúa desconoce los aportes de la medicina occidental. En muchos de sus trabajos ella invoca su devoción a la Virgen de Guadalupe, pero también a las divinidades nahuas, toltecas y a la mitología yoruba orishás, Yemayá y Oshún.
Luz en lo oscuro fue escrito en la última década de su vida y según sus editoras, representa la culminación de su pensamiento y lo más completo de su filosofía. En sus palabras: “Para mí ser chicana y cualquier otro marcador de identidad individual no es suficiente- no es mi personalidad total. Es sólo una de mis múltiples identidades. Ni el arte ni la identidad de una persona son actividades completamente voluntarias. Otras fuerzas influyen, impactan y construyen nuestros deseos –incluyendo el inconsciente colectivo de aquellxs que vinieron antes que nosotrxs, nuestrxs, antiguxs ancestrxs”.