Periplos acuáticos
“Esta antología no solo es un homenaje a los pioneros de la fotografía de surf en Australia: nos regala además un linaje, un mapa de ruta sobre cómo llegamos a hoy día”, son las celebratorias palabras del otrora campeón mundial Tom Carroll, surfista que con sumo gusto escribió el prólogo del fotolibro Waterproof. En el flamante tomo compaginado con dedicación por el escritor y fotógrafo John Ogden, este veterano de los flashes ha querido “reconocer y celebrar la habilidad y entrega de colegas de todos los tiempos, desde 1858”. No solo aquellos que capturaron algunas míticas escenas de surfistas –profesionales y amateurs– montando peligrosas olas kilométricas: también quienes supieron eternizar al siempre danzarín y cambiante océano, su baile hasta romper en la orilla. Así, artistas del siglo XIX como Antoine Fauchery y Richard Daintree están presentes en las páginas con sus obras; también una de las primeras fotos de alguien surfeando aguas australianas, de 1912, tomada por Osric Burston Notley, que muestra a un marinero haciendo maravillas sobre su barata tabla de secuoya. Apenas la punta de un iceberg que llega hasta la escena contemporánea gracias a un trabajo recopilatorio colosal, de archivo, que rastrea el último siglo y medio, incluyendo imágenes icónicas de John Witzig, Albe Falzon, Peter “Joli” Wilson y Ted Grambeau, entre tantísimos otros. Por caso, las etéreas tomas submarinas de Trent Mitchell, donde cuerpo y rostro de deportistas parecen fusionarse con el entorno acuático; los primeros planos analógicos de Ming Nomchong, que invitan a examinar hasta la última gota; o el enfoque de alto riesgo de Leroy Bellet que, surfeando cámara en mano detrás de otros surfistas, logró tomas épicas.
Un Houellebecq villano
Bajo las riendas del guionista Jean-Yves Ferri y el ilustrador Didier Conrad, relevo de los míticos René Goscinny (1926-1997) y Albert Uderzo (1927-2020), una nueva entrega de la saga Astérix ha debutado los pasados días, con varios millones de ejemplares dispensadas por Francia y el mundo. Astérix tras las huellas del grifo, tal el nombre del cómic, reencuentra con los queridos galos, el mentado héroe y su colega Obélix, entregados a jorobada travesía por Oriente, en pos de dar con un animal fantástico. “En el centro de la aventura, una criatura del bestiario mitológico: medio águila, medio león, con orejas de caballo, enigmática a más no poder, ¡el grifo! Sabía que de seguro atraería a los romanos, pero ¿cómo arrastrar a Astérix, Obélix e Ideafix, acompañados del druida Panorámix, a esta épica misión sembrada de obstáculos? Lean el álbum, no voy a hacer como la diosa Wikipedia y contarles todo”, siembra la intriga Ferri. Autor que hará que la dupla famosa se tope con un pueblo nómada de la Antigüedad, los sármatas, mientras intenta sacarle ventaja a sus clásicos némesis, el ejército ordenado por Julio César. Más allá de la hazaña ilustrada, habemus dato curioso: un personaje nuevo entre las filas romanas, que habrá hecho que más de un lector se rompa el coco intentando dilucidar de dónde le suena tanto su cara. El ficcional geógrafo Terinconus, experto en cartografía, de la partida de los “chicos malos”, está inspirando en... el escritor y ensayista Michel Houellebecq. Al menos, en lo que a rasgos se refiere, conforme reveló el propio Conrad, contando que la pasó pipa caricaturizando al intelectual francés. Ya había adelantado meses atrás que, en las páginas del tomo, la gente reconocería “a una de las grandes plumas francesas”, que de geógrafo no tiene nada es autor de El mapa y el territorio, novela editada en 2010, uno de los puntos más altos de su obra literaria.
Se acabó la espera
Hijas e hijos de los 90s, regocijaos: el orden del universo ¡por fin! se ha restaurado. En forma de canción principal de cierta serie juvenil, claro. Hete aquí la cuestión: desde hace añares, embarga de amargor al fiel séquito de fans de Dawson’s Creek, tira adolescente de varias temperadas, que la clásica canción de apertura de la serie fuera reemplazada por otra en DVDs y plataformas streaming. I Don’t Wanna Wait, de Paula Cole, era el track que otrora (del ’98 en adelante, durante seis seasons) les recibía, mientras pasaban créditos en los primeros minutos de cada emisión. Pero, claro, no queriendo invertir más que lo estrictamente necesario, la productora Sony Pictures no renovó licencia con la discográfica de Paula para utilizar la composición en sucesivos formatos, y sanseacabó la citada musiquita. Suplida por Run Like Mad, de Jann Arden, nadie creyó que fuera un gran problema... salvo los seguidores de Dawson’s Creek, a los que de ninguna manera les pasó inadvertida la modificación. A punto tal de que, vía redes, montaron una campaña espontánea que llevaba tanto rato de indeclinable andadura que, al final, Sony se agotó y dio el brazo a torcer. Frente al insistente reclamo de que se restablezca el soundtrack original, marca de agua de la tierna adolescencia de cantidad de personas, la empresa llegó a un acuerdo con doña Paula Cole, que recientemente volvió a grabar su canción (un calco de la primera versión realmente, no fuera a ser cosa que le cayera un tsunami de quejas) para la ocasión. Y así fue cómo, para algarabía del público, Netflix dio el anuncio semanas atrás de que, efectivamente, I Don’t Wanna Wait volvía a oficiar de intro característica en el programa de tevé donde Michelle Williams y compañía dieron sus primeros pasitos interpretativos. ¿Quién hubiera dicho que eran tan principistas los fans de Dawson’s Creek?
Polémica al pie de la Acrópolis
“Desde la Auriga de Delfos hasta el Efebo de Anticitera, Grecia ha producido algunas de las esculturas en bronce más admiradas de la historia del arte. La flamante pieza en homenaje a la cantante de ópera María Callas claramente no está entre ellas”, sentencia el rotativo inglés The Times respecto a la discutida obra que se reveló días atrás en un parque de Atenas, a los pies de la antigua Acrópolis. “Para algunos, se parece más a un reluciente robot asesino de Terminator que a la prima donna; a otros les recuerda a la estatuilla del Oscar, pero sin brillo hollywoodense; y no faltan quienes han apuntado que tiene cierto parecido a C-3PO, estimado droide de La Guerra de las Galaxias”, recoge el mentado diario, dejando más claro que agua filtrada que la estatua no está a la altura de la legendaria soprano, de raíces griegas. Sobra decir que, desde su reciente inauguración por parte del alcalde Kostas Bakoyannis, la obra de 1,8 metros de altura ha dado la nota, pero por todos los motivos equivocados: a través de redes sociales, el alud de mensajes de internautas no ha tardado en criticarla por “demasiado kitsch”, por “impropia”, por “no guardar demasiado parecido con La Divina”. Con maldad y picardía han incluso arrimado otra semejanza posible, comparándola con... ¡Ghandi en tacones! Hasta Michael Moussou, ex cantante de ópera y director artístico del festival de Atenas, que se celebra todos los veranos en el teatro Herodes Atticus, donde actuó Callas, cargó las tintas contra el trabajo, asegurando que comete imperdonable pecado capital: cincelarla en una postura errónea. “¿Los brazos cruzados frente al pecho? ¿Para una diva operística? ¿Cómo ha de cantar en esa pose? Es como representar a un violinista con su instrumento roto”. Liana Skourli, fundadora de la Sociedad Griega María Callas, grupo de devotos que encargó la escultura de bronce a la artista Afrodita Liti, profesora de la Escuela de Bellas Artes de Atenas, se defendió diciendo: “Los comentarios son totalmente injustos”. Además de ocuparse, claro, de la difícil burocracia para emplazar la pieza conmemorativa en un parque público, adelanto de los homenajes que se sucederán en 2023, cuando se cumplan 100 años del nacimiento de la gran diva operística, Skourli ha dicho que, más no fuera, debería valorarse “la sangre y las lágrimas”, el esfuerzo de su equipo, dado a la noble tarea de promover el legado de la cantante, “bastante desatendido en esas latitudes”. “Esperábamos que la escultura haga un poco de ruido, ¡pero no semejante alboroto!”, se sinceró la pobre Liana, mientras que Liti –la madre de la criatura– asegura que se inspiró en una fotografía de la soprano en una actuación de la Scala de Milán, que la subyugó por “los rasgos griegos de Maria, su estilo dórico, su sencillez”. Aunque más de un admirador recordará la imagen, es claro que la desafortunada traslación al bronce no ha convencido.