“Desafío a los tecnócratas del FMI a ver si es lo mismo: Crecimiento que Desarrollo. Hubo crecimientos, que provocaron la mayor desigualdad en la historia de México”. Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México.
Una manera de medir el crecimiento económico de un país es a través del Producto Interno Bruto (PIB). La resultante de la medición condicionará la realidad política. La política determina la economía, pero la economía condiciona a la política en su poder decisorio. Se trata de una relación dialéctica entre opuestos que se sintetizan continuamente, y cada parte existe en función de la oposición y síntesis con la otra.
Por ende, quedaría cuestionado como parcial el análisis de política económica que no considere la interrelación dialéctica entre política y economía. En otros términos, cuando crece el PIB crece la economía. La sociedad en su conjunto, a través de la acción de trabajar -interactuando con la naturaleza-, provoca el crecimiento del Producto. Es decir, mayor producción relativa de bienes y servicios en un tiempo determinado para así poder satisfacer necesidades humanas impostergables: alimentarse, vestirse, vivienda, salud, educación.
Se trata de crecimiento económico. Sin crecimiento la política pierde el rumbo.
Existen crecimientos que no satisfacen las necesidades de la sociedad porque es apropiado por un sector social minoritario. Esto ocurre cuando el consumo disminuye por caída del salario y, por ende, cae la inversión y el crecimiento queda reducido a exportaciones basadas en productos primarios, derivado de una estructura productiva agropecuaria concentrada y rentística. Es el crecimiento del modelo neoliberal que primariza la economía, concentra riqueza y aumenta pobreza.
Lo contrario al crecimiento económico es el estancamiento o caída del Producto. Significa que socialmente no se ha producido lo necesario para sostener el crecimiento vegetativo de la población, como mínimo. Además, es insuficiente como objetivo de la política económica. Dicha situación tendrá un costo político proporcional e inevitable: significará desempleo, caída del salario, mayor pobreza y mayor desigualdad.
Debilidades en la medición
Una deficiencia del indicador PIB es no medir el daño ecológico. Se produce y especula concentrando riqueza y, a la vez, generando exceso de dióxido de carbono en el aire, agua y alimentos , con efectos negativos para la humanidad. Tampoco explicita el PIB cómo se reparte socialmente el crecimiento económico o la disminución.
Cuando se pasa de lo cuantitativo del crecimiento a lo cualitativo la evaluación es acerca del desarrollo económico. Es decir, cómo se distribuye el crecimiento o cómo impacta la caída del PIB.
El crecimiento económico implica la fase de la producción. El desarrollo económico corresponde a la fase de la distribución, medido a través del coeficiente de Gini estableciendo la desigualdad de los ingresos dentro de un país oscilando entre 0 y 1, donde 0 es la igualdad ideal (todos igual ingreso) y 1 (una persona posee todos los ingresos).
En otros términos, el desarrollo económico explica el grado de equidad con que se distribuye socialmente el crecimiento o decrecimiento económico. La equidad distributiva no es resultante natural ni mágica: surge como consecuencia de políticas económicas que consideren necesaria la intervención del Estado en la economía.
La sociedad está constituida por sectores sociales diferenciados entre quienes son propietarios de medios de producción, denominado sector capital, y quienes aportan al PIB fuerza muscular y/o intelectual, denominado sector trabajo.
El grado de equidad será, entonces, considerar como se reparten la “torta” entre el sector capital, conformado por empresarios, financistas y rentistas, y los trabajadores asalariados y no asalariados, y cómo interviene el Gobierno, en representación del Estado.
El Estado
Cuando el Estado no interviene, el capital que acumula poder económico y político arrasa con la equidad. Contrariamente, los ingresos del sector trabajo no se acumulan ya que se gastan en bienes de consumo, por ende no acumulan poder agregado.
Así se explica la obsesión de la ortodoxia económica desde Adam Smith hasta nuestros días de la no intervención del Estado. El neoliberalismo ha tergiversado en los hechos el planteo liberal y ha pasado a utilizar el Estado como fuente del enriquecimiento de élites en desmedro de la sociedad y del propio país, generando endeudamientos impagables y la inevitable contracara: pobreza y exclusión.
Cuando el crecimiento o decrecimiento se reparte de manera equitativa entre el sector capital y el sector trabajo se puede decir que existe desarrollo económico. Un país “desarrollado” no es el que tiene el más alto PIB, sino el país con políticas económicas que generen equidad en la distribución del PIB.
Estados Unidos es considerado un país desarrollado porque detenta el mayor PIB mundial (segundo en PPA) de 22 billones de dólares en 2021. En simultáneo, según informe prepandemia del FMI, la cantidad de personas pobres rondaba los 50 millones y, según la Reserva Federal, el 1 por ciento de las familias controlaban más del 40 por ciento de la riqueza. La pandemia aumentó pobreza y desigualdad, con lo cual Estados Unidos se coloca muy lejos del desarrollo por los altos índices de pobreza y desigualdad social.
Bienestar social
El desarrollo supone siempre bienestar social para la mayoría de la sociedad. Se puede tener nivel tecnológico de avanzada pero no garantiza bienestar, derivado de crecimientos apropiados por sectores minoritarios y poderosos de la sociedad.
Los países desarrollados son aquellos en donde la diferencia en los ingresos entre el primer decil poblacional -sector social más vulnerable- y el décimo decil -sector de mayores ingresos- tiende a reducirse, derivado de políticas económicas heterodoxas.
La interrelación entre crecimiento y desarrollo económico también es dialéctica. La ortodoxia y el neoliberalismo encubren el desarrollo económico, tergiversándolo exclusivamente en lo cuantitativo y así surgen categorías falaces como “países desarrollados” o “en vía de desarrollo” o “países emergentes”.
El crecimiento es condición necesaria pero insuficiente. La condición suficiente es que el crecimiento se distribuya con equidad o justicia social, lo que implica el desarrollo que, a su vez, impulsará el crecimiento.
Esto es así ya que la equidad es fruto de la mayor participación de los salarios en el ingreso, que al incrementar la variable consumo -70 por ciento de la demanda agregada argentina- arrastrará la inversión potenciando el mercado interno, generando así sucesivas espirales de crecimiento económico.
* Docente, contador público, economista e integrante del Club Argentino Arturo Jauretche.