Mempo Giardinelli, el escritor que nació y vive en Resistencia, tenía los ojos bien abiertos cuando recibió un llamado inesperado desde Chile. La voz de Consuelo Valdés, ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, le anunció que se convirtió en el ganador de la novena edición del Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas, dotado de 60 mil dólares, que reconoce a un autor iberoamericano de destacada trayectoria, cuya obra sea considerada un aporte notable al diálogo cultural y artístico de Iberoamérica. Giardinelli, el quinto escritor argentino en ganar este reconocimiento que en ediciones anteriores recibieron Ricardo Piglia, César Aira, Hebe Uhart y María Moreno, cuenta a Página/12 que se siente “en buena compañía” con los premiados y que viajará en noviembre a Chile para la entrega de este premio “con alegría, supervacunado y en estado de gracia literaria”.
“Yo jamás escribí para competir y menos aún para recibir premios. Todos los que me fueron otorgados hasta ahora significaron grandes alegrías circunstanciales. Un premio, en mi opinión, es buena cosa cuando te sacude, te motiva, te impulsa. Y en este momento este premio chileno me resulta perfecto”, subraya Giardinelli y comenta que el Manuel Rojas –-que también ganaron Juan Villoro, Margo Glantz, Rubem Fonseca y Horacio Castellanos Moya-- es un estímulo para seguir escribiendo y terminar dos novelas que lo vienen desvelando hace tiempo y un volumen de cuentos. El jurado integrado por Ariana Harwicz (Argentina), Alonso Cueto (Perú), Inés Bortagaray (Uruguay) y los chilenos Jaime Collyer y Pía Barros ponderó que el autor de Santo Oficio de la Memoria, novela por la que recibió el Premio Rómulo Gallegos en 1993, es “certero como pocos narradores en su abordaje prodigioso del cuento y la novela, los dos géneros que ha cultivado en forma sistemática y siempre a gran altura”, y también destacó que es “un hombre comprometido con su tiempo y los avatares ingratos de nuestra época y, en particular, de nuestra región”.
El jurado precisó también que la trayectoria del escritor chaqueño como activista del libro y la lectura, su compromiso con la escritura y el pensamiento crítico lo hacen merecedor del Premio, “en este tiempo en que la sociedad necesita espejearse en los textos y tomar partido por lo creativo”. Giardinelli cree que con este premio “quizás se reconoce una tesitura literaria diferente” porque expresamente el jurado subraya “la alternativa de una literatura argentina heterodoxa, no habitual, no clásicamente urbana ni porteña”. “Toda mi obra literaria se relacionó siempre con nuestras mejores tradiciones literarias, pero yo siempre traté y trato de mantener los ojos, y la prosa, puestos en modos alternativos, diversos, inhabituales. Ahora creo que el jurado lo vio así y eso me da mucho gusto”, plantea el autor de las novelas La revolución en bicicleta, Luna Caliente y La última felicidad de Bruno Fólner, los libros de cuentos Estación Coghlan, Soñario y Chaco for Ever y los ensayos Cartas a Cristina y El manifiesto argentino, entre otros títulos.
El escritor chaqueño, que este año realizó el 26º Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura, esa patriada construida desde la ciudad de Resistencia gracias al trabajo de la Fundación Mempo Giardinelli, confiesa que el encierro durante este año y medio en su casa en el Chaco por la peste, “que ha sido y sigue siendo muy maligna”, fue también una oportunidad de retomar proyectos y “escribir a lo bestia”, tanto ficciones como sus habituales y notables columnas para Página/12. “Este premio chileno lo que me produjo fue variado; este mediodía y supongo que de pura alegría resolví varios cuentos atascados, encontré una fórmula fantástica para combatir hormigas en mi plantación de chiles hiperpicantes, dormí una siesta fenomenal y esta noche me regalaré una cena con buen bourbon y mejor vino. Creo que me lo gané en buena ley”.