Si los debates cambiaran los climas, el macrismo tendría que estar bajo cero. Su candidato bonaerense Diego Santilli basó su discurso en la seguridad. Y la candidata Victoria Tolosa Paz, del Frente de Todos, lo destruyó al recordarle que él inició un juicio para sacarle presupuesto de seguridad al distrito. Santilli criticaba algo que él quiere empeorar. Y cuando le preguntaron a María Eugenia Vidal cómo haría para pagar la megadeuda que dejó Cambiemos con el FMI, respondió que tomaría más deuda. Empeora en vez de solucionar. Tendrían que haberse desintegrado con un ¡plop! frente a las cámaras. Pero lo más probable es que no haya cambiado un solo voto y es discutible si descubrir esas debilidades en las propuestas define algo en el público de estos debates.
Los dos debates se realizaron en una señal de cable del Grupo Clarín, notoriamente macrista, y en un programa cuya parcialidad a favor de la alianza conservadora es reconocida. Los candidatos del Frente de Todos no asistieron para ganar un debate, sino para hacerse conocer por un público tan formateado del espacio opositor que ni debe saber sus nombres. El rating del último debate osciló entre los cinco y los siete puntos, cifras interesantes para una señal de cable, pero que están muy por debajo de los programas más vistos en los canales de aire.
Los temas de economía casi no figuran en la agenda electoral de los candidatos de Juntos por el Cambio. Casi todo el discurso del “yo decido” es una mezcla de frases que parecen de un libro de autoayuda: yo decido que los políticos no nos falten el respeto, yo decido que no les falten el respeto a los que trabajan, yo decido que se respete a los que dan trabajo, y así. La campaña del “Sí” del Frente de Todos también se basa en frases genéricas, pero aluden a cuestiones materiales, más concretas. En los debates, los candidatos del Frente de Todos se explayaron sobre temas de la economía, a diferencia del macrismo que es un tema en el que hace agua.
Cualquiera pensaría que esos temas como la carestía de la vida o la inflación son los que más preocupan a la sociedad. Por lo menos, esa es la lectura que hizo el Gobierno sobre los resultados de las PASO. La oposición bautizó como “Plan Platita” a los múltiples programas que anunció el Gobierno para producir un impacto en la demanda que reactive el consumo y la economía. Se anunciaron bonos para jubilados, aumentos en las asignaciones familiares, jubilación anticipada y programas para facilitar la jubilación de las trabajadoras de casas particulares, otros para financiar los viajes de egresados bonaerenses y el previaje, que devuelve la mitad de lo que se gaste en turismo.
Si el Gobierno hace esa lectura sobre la problemática que está en la preocupación de los ciudadanos, es su responsabilidad actuar en consecuencia. Además, está en la concepción del oficialismo la idea de reactivar la economía con estas políticas que tienden a impulsar las actividades que fueron más castigadas por la crisis macrista y sobre todo por la pandemia, como la construcción, el turismo, la gastronomía, el transporte, las actividades culturales y otras. Seguramente hay un cálculo electoral, pero en una situación crítica como la que dejó la pandemia, el Gobierno no puede esperar que pasen las elecciones para empezar a gobernar.
La oposición prendió las luces rojas frente a estas iniciativas que tienden a favorecer el consumo y a sectores que fueron muy afectados. La preocupación de que estas iniciativas modificaran en noviembre los resultados de las PASO se plasmó en una estrategia de encuadrar todas como una acción demagógica y desesperada del Gobierno. Así, frenaron judicialmente el programa del Ministerio de Cultura “Más cultura”, que otorgaba a jóvenes de bajos recursos un bono de cinco mil pesos para invertir en talleres, seminarios y cursos o en la asistencia a teatros, cines o demás actividades culturales que fueron muy golpeadas por la pandemia.
El ministro Tristán Bauer lanzó el programa antes de la veda que rige en los 25 días previos al acto electoral, pero el macrismo lo denunció como parte de la estrategia de encuadrar a todos estos programas como si fueran puro electoralismo. Los bautizaron despectivamente como “Plan Platita”, una designación que amplifican los medios que le son afines y respaldan su campaña.
El desprestigio de cursos de acción que puedan desfavorecer al macrismo es similar a la estrategia que usaron cuando el juez Alejo Ramos Padilla inició la causa contra Marcelo D'Alessio y Carlos Stornelli por extorsión de testigos. Elisa Carrió y su staff denuncista la bautizaron como "Operación Puf-puf”. Dijeron que había sido planificada para desviar la atención de la causa de los cuadernos fotocopiados, en la que el espía y el fiscal tuvieron un protagonismo decisivo.
“Plan Platita” u "Operación Puf-puf” son designaciones sintomáticas de la preocupación que producen determinados cursos de acción en el macrismo. La preocupación se incuba en la idea, en este caso, de que la reactivación económica puede favorecer a los candidatos del oficialismo y cambiar los resultados de las PASO.
Más allá del resultado de noviembre, que difícilmente podrá ser muy diferentes al de las primarias, el escenario de crisis que dejó la pandemia en todo el mundo y aquí exige acciones urgentes, aunque entre septiembre y noviembre no haya tiempo de modificar en forma drástica resultados electorales.
Es probable que los candidatos del Gobierno acorten distancia y, en algunos casos, puedan incluso ganar por poco. Pero es poco probable que haya un cambio rotundo y los que se produzcan tendrán más que ver con las características de estas legislativas de medio término, tan diferentes a una interna como las PASO. El impacto de las medidas económicas en el humor social se verificará a más largo plazo, si la recuperación es sostenida.
Un efecto paradojal de las PASO se vio en el intento frustrado de consensuar con las grandes corporaciones alimentarias el congelamiento de precios de 1500 productos. La inflación y el aumento desmedido de los precios fueron un factor determinante en el voto castigo de las PASO. Pero la consecuencia de ese voto fue debilitar al mismo Gobierno que tendría que negociar con las corporaciones.
Si el resultado de septiembre hubiera repetido el de las presidenciales, es difícil que Arcor, Ledesma y Molinos hubieran pateado el tablero. Y no hubieran emitido la proclama de amenazas a los clientes que no aceptaran los nuevos precios. Tantearon el debilitamiento por el resultado adverso de las primarias y actuaron de manera desafiante y prepotente. La paradoja es que el voto profundizó el problema que quería resolver.
De todas maneras ese mismo voto influyó en que el Gobierno decidiera congelar los precios aún sin el acuerdo con estas corporaciones. Pero ahora será indispensable la participación social, en especial de los protagonistas del voto castigo, en el control de los precios congelados y la presentación de los productos en las góndolas. Más allá de la resolución, el cumplimiento efectivo del congelamiento residirá en la participación activa y responsable.
Hay un punto donde el balance entre las necesidades urgentes y la búsqueda de consenso se tiene que inclinar por resolver esas necesidades. Y la búsqueda de consenso se hará más fácilmente con el respaldo que sumen las soluciones a esas necesidades.