“No le compremos nada, ni una lata de aceite. No hay mejor acción que este boicot nacional del pueblo a quien está abusando del pueblo”, decía en 2005 Néstor Kirchner cuando la Shell se retiró del acuerdo de congelamiento de precios por dos meses a los que sí se había llegado con YPF Repsol y Petrobras.
Todavía ese presidente que ese mismo año decidió usar reservas para deshacerse del FMI y poder aplicar las políticas que hacía muchos años que creía que eran las correctas, no era levantado como hoy por casi nadie. Desconcertaba. Era un personaje histórico inesperado. La sociedad, o al menos la parte de la sociedad que terminó amándolo porque le devolvió la idea de patria, que no es lo mismo que nación ni país (y que incluso hoy despierta debates entre grupos de politólogos y sociólogos que la cuestionan), para la gente común y corriente fue una idea poderosa que sencillamente le cambió la vida. No era una idea. Era un halo y un subsuelo, un sentimiento y una ampliación del mundo personal.
Era la patria que se venía oponiendo desde hacía décadas a la colonia. Desde hacía siglos, en realidad, pero no éramos capaces en 2005 de pegar ese salto entre la primera colonización de la región y esta recolonización neoliberal que Néstor Kirchner había interrumpido con desparpajo, decisión, audacia y mucho coraje. Empezó a hacerlo casi solo, apostando a que se le irían sumando muchos y así fue.
Hoy estamos ante un intento recolonizador global, porque los dueños del dinero necesitan el extractivismo de los territorios, pero para eso deben ser primero extractivistas de verosimilitud y fabricantes de alienación. Lo logran gracias a algo que alguna vez fue periodismo y hoy son medios de comunicación, que no comunican sino que confunden, porque ésa es la naturaleza de la concentración.
¿Por qué sino el 99 por ciento no habría de ofrecer resistencia a la ruina humeante que es su propio futuro si esta gente vuelve al --poder político, que todo el restante ya lo tiene--, y se hacen de nuevo del Estado para venderlo todo? ¿Por qué sin haber salido de una pandemia todavía, y teniendo tan fresco que la Argentina fue uno de los pocos países del mundo que no retaceó a nadie un respirador porque hubo planificación y trabajo a destajo, tanta gente votaría a los que se deshicieron y se volverían a deshacer de un ministerio de salud y dejarían la investigación científica en manos de laboratorios privados?
No hay lógica. Porque esta gente se ocupó primero de limar el sentido de realidad y de luchar en televisión y diarios contra la razón. Son puro pensamiento mágico y siniestro.
¿Por qué grandes empresarios aceptarían llegar a un acuerdo para controlar precios si lo que ostensiblemente buscan es el caos social que provoca en hambre, para facilitarles a sus socios una nueva performance electoral?
Nos tenemos a nosotros. Es un nosotros enorme, multifacético, contradictorio, federal, peronista pero mucho más que peronista porque alcanza con no estar alienado para entender que la oferta electoral del macrismo es disparatada y delirante, además de ser una evidente promesa de crueldad.
Nos tenemos, como dijo Néstor, muchxs dispuestos a no comprarles ni una lata de aceite, porque son los mismos del golpe de mercado a Alfonsín, porque son los mismos que en varios países están especulando con riquezas extraordinarias, mucho más tóxicas que las que se enfundaron gracias a la pandemia.
Estos nunca perdieron un centavo. Y mucha gente perdió la vida, o tiene hambre, o hace rato que no come en la casa, o se olvidó del olor de la carne, y no tiene capacidad de lobby. Funes de Rioja dijo que “el lobby no es mala palabra”.
Sí que lo es. El lobby desengancha definitivamente a los débiles de los fuertes. Los únicos que pueden hacen lobby son los ricos. Después se preguntan por qué hay tantas calles cortadas: el piquete es el lobby de los pobres.
Nosotros tenemos que ser los celadores de nuestro propio orgullo. Está todo dispuesto, la mesa está servida para que nos sentemos frente a platos vacíos para que estos y otros más sigan girando a las guaridas fiscales lo que es nuestro.
No perdieron un centavo pero es hora de que pierdan millones de clientes. Es hora de que algo pierdan. “No hay mejor acción que este boicot nacional del pueblo a quien está abusando del pueblo”. Sí, Néstor.