Primero, no se trata de dos posiciones extremistas, de derecha la de Bolsonaro, de izquierda la de Lula da Silva (foto). No hay duda de que Bolsonaro representa posiciones de extrema derecha, que están aquí para quedarse en Brasil, aunque hoy se debiliten y aún mas todavía cuando pierda Bolsonaro las elecciones presidenciales el año que viene.
Pero Lula no representa el polo opuesto, el de la extrema izquierda. Lula gobernó Brasil con medidas democráticas, en el marco del respeto a las instituciones, conviviendo democráticamente con los demás poderes de la República, con los medios de comunicación -que lo atacaban, en su mayor parte, todo el tiempo- y con sus opositores. Redujo drásticamente las desigualdades, el hambre y la pobreza en Brasil, en el marco de las instituciones existentes.
Es cierto que su gobierno y sus propuestas actuales tienen un fuerte tono antineoliberal, debido a la conciencia de que el neoliberalismo es la base del aumento de las desigualdades en Brasil, de la intensificación de la concentración del ingreso, del favorecimiento del capital especulativo y no la producción, de la incapacidad de generar empleo y desarrollar políticas sociales. Lula sabe que si quiere gobernar para todos, favoreciendo a los más pobres, tiene que impulsar políticas para retomar el crecimiento económico, priorizando las políticas sociales, generando empleo formal, como dice, y como hizo en sus gobierno anteriores. Consciente de que le costará mucho trabajo reconstruir el país porque heredará, si es elegido, un Brasil en una situación mucho peor que la que heredó en 2003 de Fernando Henrique Cardoso.
Lula polariza contra Bolsonaro, porque es el único candidato que tiene la fuerza para derrotar al actual presidente y a sus aliados de todo tipo. Porque aunque perdió mucho apoyo, Bolsonaro todavía cuenta con el apoyo de parte del gran empresariado, de los militares, de parte de los medios, de las milicias y de parte de los evangélicos. Entonces no se trata solo de derrotar a un presidente desconcertado que ya no gobierna y solo polemiza, que no sabe qué hacer con el país, que piensa más en cómo enfrentar a Lula en las elecciones que en enfrentar el estancamiento económico, la inflación, hambre y miseria, que hoy dominan Brasil. Se trata también de derrotar a quienes apoyaron a Bolsonaro, que lo llevaron a la presidencia y que aún lo prefieren a Lula.
Lula sabe que no será con una posición de extrema izquierda que podrá seguir sumando apoyos. Sabe que deberá privilegiar una posición de reconstrucción de Brasil, desde lo económico, político, social, cultural, moral y nacional. Sabe que para ganar, en primera o segunda vuelta, necesita el más amplio apoyo de la población, para realmente canalizar el amplio rechazo a Bolsonaro y su gobierno.
Para gobernar, también, Lula deberá contar con el apoyo de amplios sectores del país, incluidos sectores del empresariado, sin cuyas inversiones no será posible recuperar la economía. No puede depender únicamente de inversiones públicas, aunque éstas tendrá un papel importante como palanca para la recuperación económica del país.
Lula expresa el anti-Bolsonarismo, pero no por tener posturas de extrema izquierda, como Bolsonaro las tiene de extrema derecha. Lula representa a todo el espectro de dos tercios de la población, que no está dispuesta a votar por Bolsonaro, que quiere que sea derrotado para salir de la catastrófica crisis en la que ha metido al país.
La tesis de la polarización como oposición de dos extremos es, por tanto, falsa, como lo es la tesis de que un sector significativo de la población no quiere a ninguno y busca alternativas de tercera vía. La gran mayoría rechaza a Bolsonaro y tiene a Lula como candidato. Y cuanto más nos acerquemos a las elecciones, más personas migrarán de candidatos de la tercera vía a Lula, dándose cuenta de que esta es la única forma de derrotar a Bolsonaro y rescatar al país de la desastrosa situación en la que vive la gran mayoría de los brasileños.
Lula, cada vez más, aparece ante los brasileños como el anti-Bolsonaro, como la alternativa al gobierno catastrófico de Bolsonaro. Polariza a Bolsonaro como una elección entre democracia y dictadura, entre la política de bienestar para todos y la de favorecer el capital especulativo, polariza entre gobernar para todos y gobernar para una élite minoritaria.
Esta es la polarización del país hoy. Entre Lula y Bolsonaro, entre un gobierno para rescatar a Brasil y uno que solo lo hunde en la miseria y la desesperación.