Desde Río de Janeiro

La semana terminó con un muy fuerte desgaste del ya desgastado ministro de Economía, Paulo Guedes, con la renuncia de los principales integrantes de su equipo, con la decisión del gobierno de romper el techo del presupuesto nacional de 2022 – año de elecciones presidenciales – y con otra victoria del ultraderechista presidente Jair Bolsonaro (foto).

Auxilio

Con eso, el gobierno concederá “auxilio de emergencia” a un número todavía desconocido de brasileños, que podrá acercarse a 30 millones, en el valor mensual de alrededor de 70 dólares hasta diciembre del año que viene. Es una especie de jugada desesperada de Bolsonaro, un último intento de recuperar parte de la popularidad perdida y mantener viable su más visible obsesión, reelegirse presidente. Los sondeos indican que las posibilidades son ínfimas, pero él insiste: sabe que si pierde el foro privilegiado su camino inmediato será rumbo a los tribunales y luego, a la cárcel.

La reacción de la sacrosanta e invisible entidad conocida por “mercado financiero” fue inmediata. La Bolsa de Valores se desplomó, dólar y euro tomaron el rumbo de las estrellas, las proyecciones para la economía el año que viene pasaron a las sombras.

Camioneros

Pero Bolsonaro logró su objetivo. Y ahora, quiere más: anuncia, por ejemplo, un auxilio de otros 70 dólares para los camioneros, ahogados por al alta olímpica de los precios de combustible, y algo menos para ayudar a quien ya no puede más pagar el precio del gas doméstico.

Economistas, analistas y agentes del mercado financiero calculan ahora el precio de todas esas novedades. Y lo primero que dicen es que la inflación experimentará un robusto aumento.

Dos nuevas preguntas rondan el ambiente político brasileño.

La primera: ¿qué le pasará a Guedes, presentado por Bolsonaro desde la campaña presidencial de 2018 como un “súper ministro” ahora resumido a mero figurante de segunda línea?

Especulador

Conocido no como economista virtuoso, pero sí como especulador del mercado financiero, Guedes ostenta como punto máximo de su currículum el haber trabajado en el gobierno del sanguinario Pinochet en Chile. No se conoce ni un artículo académico respetable de su autoría. ¿Sin contar siquiera con polvo de respeto de parte de la comunidad académica y tampoco del mercado, aceptará permanecer como un fantasma en un gobierno que se derrite, solamente para poder ostentar el título de “señor ministro”?

La otra pregunta: ¿por qué el gobierno de Bolsonaro no buscó otras fuentes de recursos para patrocinar el “auxilio de emergencia”? Podría, por ejemplo, presionar por recibir multas multi-millonarias debidas por grandes empresas, como las operadoras de telefonía TIM y Telefónica, la minera Vale y la fabricante de cervezas Ambev. O podría crear un impuesto sobre el pago de dividendos de acciones a los muchas veces millonarios. O aumentar, aunque sea de manera ínfima, el impuesto a la renta de los ricos muy ricos.

Puerto  seguro

Podría, en fin, cortar el dineral destinado a enmiendas de diputados y senadores al presupuesto nacional. Esos recursos no pasan por ningún control, y su función es precisamente alquilar (cuando no comprar) el respaldo de parte substancial de las dos casas del Congreso para que Bolsonaro no sea directamente expelido del sillón presidencial.

El precio de la jugada se llama inflación, y caerá sobre la cabeza de todos, empezando por los pobres muy pobres.

Los ricos muy ricos, empezando por gente como Paulo Guedes, estarán, como siempre, a salvo: para ellos existe un puerto seguro, conocido como offshore.