Viajar resulta un pasaje, un tránsito, una ruta desconocida o conocida con final impreciso. Un viaje lleva consigo una pretención de búsqueda a un encuentro con lo incierto. Un movimiento introspectivo, fundacional.
Aquel viaje, que un grupo de 30 polifacéticos artistas realizaron hacia el norte, será un boleto al encuentro de un futuro en busca de certezas.
Con un recital como un vago horizonte y una larga ruta por delante, se abrió camino la troupe dando comienzo a la trama.
Aquí la segunda y última entrega de este iniciático relato ricotero.
Viajando
“Y así fue. El ómnibus lo manejaba un tal Rubén. No nos matamos de pedo…”, relata Carlos “Indio” Solari en su libro de memorias “Recuerdos que mienten un poco”.
Aquel destino fatal presagiado, resultó solo un mal presentimiento. El viaje continuó, alocado, lisérgico y errante. “Viajamos con unos franceses con los que habíamos trabado relación. (...). Cuando llegamos a la ruta, ya nos habíamos chupado todo el whisky. Lo hicimos en plena dictadura. ¡Nos paraban en todas partes! Al bondi le decíamos 'El ex preso imaginario', porque efectivamente transportaba a varios ex convictos... La idea era emular a Ken Kesey y los Merry Pranksters, que habían cruzado los Estados Unidos en un colectivo escolar mientras consumían LSD... Pero planificamos para la mierda. Llegamos a Santiago del Estero al mediodía, bajo el sol ardiente. Antes habíamos hecho una parada, nos empezaron a rodear pibes que nos ofrecían sandías frescas. ¡Parecían haber salido de abajo de las piedras! Cuando caímos en Río Hondo, preguntamos dónde había una pileta pública. Necesitábamos refrescarnos, desesperadamente. Nos recomendaron un lugar y fuimos. Nos tiramos de una, abrasados por el calor... y descubrimos que el agua estaba hirviendo. ¡Hacía más calor dentro de la pileta que afuera! Después comimos un chivito de mierda... muy mal hecho, quiero decir, y seguimos viaje”, completa Solari una escena que resulta dantesca a cada paso y a cada kilómetro recorrido por la troupe.
Los integrantes del Comando Luddista, aquellos que recibieron el tesoro fílmico de manos de Guillermo Beilinson, comentan lo que visualizaron e interpretaron de las grabaciones que retrataron aquel periplo: “Pasaban por lugares increíbles y en situaciones increíbles. Por el desierto en Santiago del Estero comiendo sandía... en medio de los retenes policiales, todos tomando whisky… Tal como lo plantea Guillermo, el viaje tenía un espíritu liberador, una suerte de viaje dionisíaco. De hecho hay un momento que están en la mitad del viaje en estado de embriaguez queriendo empujar un tonel gigante en medio de unas bodegas. Se ven momentos de una troup que esta viviendo plenamente algo de lo poco que se podía hacer en medio de ese contexto que era realmente abrumador, en plena dictadura militar. Y estos eran un montón de alucinados intentando hacer rock en una provincia en el norte de nuestro país”.
Gustavo Kantor, reconocido docente y guitarrista salteño, amigo de Skay por aquellas épocas, comenta: “El viaje para ellos puede haber sido como un pasaje. Los viajes tienen ese poder. Uno viaja un poco a otro lado internamente, conectás con alguna otra cosa, adentro o afuera. Es muy fuerte salir con un grupo de gente, viajar… y Salta es un lugar mítico... entonces todo el proceso que opera en vos puede ser muy fuerte, aunque llegués y no te pase gran cosa. Pero por dentro te pasaron cosas que sí son muy fuertes”.
En tanto, Solari recuerda: “Me vienen a la mente postales del viaje. Estábamos todos de ácido. En un momento me senté en una ventanilla, con la mitad del cuerpo afuera. Yo tenía un acullico en la boca y una botella de Criadores en la mano. Y abajo estaba el abismo, el puto precipicio…”.
El Comando Luddista resalta que “La sensación que uno puede percibir de la estadía en la Ciudad de Salta, es la de un grupo de artistas y estudiantes que estaban en un total estado de creación, con todo lo que eso implica. Incluso en el documental se pueden ver varias imágenes que hablan por sí solas. A algunos integrantes se los ve jugando alocadamente en la históricas recovas del Cabildo de Salta, entre juegos y psicodelia. No se sabe qué estaba pasando ahí. Por lo que uno puede entender, todo fue muy disparatado. Fue un choque de culturas en cuanto a la propuesta que traían los redondos y la cultura salteña. Sin embargo, ese viaje tuvo como resultado el origen de Patricio Rey”.
El histórico recital
El recinto de la Calle Deán Funes 82, a escasos metros de la plaza central en la capital salteña, será el escenario donde la troupe desembarcará ante la mirada y los oídos atónitos de un público poco acostumbrado a este tipo de experiencias.
“El bar donde tocamos se llamaba ‘El Polaco’ (...) El concierto en sí mismo fue un desastre. Había más gente arriba del escenario que abajo. Pero de todos modos armamos la clase de quilombo que era nuestra especialidad”, cuenta Solari.
Jose Alfieri, personaje que transitó la bohemia citadina salteña, sus secretos y recovecos, era gran amigo de “El Polaco”, dueño de aquel bar. Así recuerda su figura: “Él era un tipo muy bohemio, muy europeo para vivir, una mente muy amplia. Éramos vecinos con El Polaco. También era muy amigo de Pancho Silva https://www.pagina12.com.ar/369353-el-rokalchaki-una-invencion-de-patricio-rey , que es quien lo trae al Indio Solari. Yo no tenía ni idea quiénes eran. Para Salta era muy extraño El Polaco, era muy extraño también el Pancho Silva y yo también era un tipo muy extraño para aquella época de la ciudad”.
“Yo fui a ese recital, no era mi onda, estuve un rato porque me llamó El Polaco y me dice ‘venite, y hacemos número, dale’, así que estuve un rato en el recital y me fui. Recuerdo que no había mucha gente, pero sí había músicos como Gustavo Kantor. Lo que pasó ahí no tenía nada que ver con lo que después se convirtieron los Redonditos de Ricota” comenta Alfieri y agrega: “Adentro 'El Polaco' era una soreteada, sillas todas distintas, un rejunte, no estaba diseñado por alguien. Le iban tirando amigos mesas de lata, mesas de maderas, sillas de cuero, una barra de mierda super chota. Pero era muy bohemio el lugar. Por ese lugar paso mucha gente… iba cada nene…”.
En tanto, Gustavo Kantor agrega al relato: “Yo me enteré del recital y fuimos con mi hermano. Estuvimos ahí. Para mí ese día no fue algo que me haya llamadás que la experiencia de estar en un recital de rock. Era solo un acontecimiento en un pub, había poca gente”.
Si en algo coinciden tanto protagonistas del show como el público presente, es que aquel recital poco tuvo de trascendental a nivel artístico. Quizás sí rescatan la desfachatez, locura, novedad de una propuesta exótica en un contexto represivo.
Como muestra del hipnótico entorno que se vivía en aquel tugurio de la calle Deán Funes, cabe destacar el mito que gira en torno a la presencia del gran folklorista Gustavo “Cuchi” Leguizamón.
Al respecto, Solari relata: “Recuerdo que conversamos con el Cuchi Leguizamón, con quien nos cruzamos y quiso comprar el Hammond que habíamos llevado”.
Abonando esta teoría, el tecladista de aquel momento, Bernardo Rubaja, narra en el documental Luddista un momento en el que tuvo una bonita conversación con el Cuchi. Sin embargo, los realizadores comentan que “por otro lado, otros participantes de Patricio Rey no dicen que eso haya sucedido, y lo dejan dentro del plano de la alucinación que se vivió en ese show, que estaba bastante alejado de la cordura. Es un mito la presencia del Cuchi en ese recital”, subrayan los Luddistas.
Pocos registros quedan de la partida de aquella troupe. Tan veloz y potente como un relámpago fue la estadía de aquella banda platense. Habían dejado un recital para el olvido que al mismo tiempo se convertiría en una pieza transcendental de la historia ricotera y de la historia del rock en general.
El Polaco después de El Polaco
Aquel 7 de enero de 1978 finalizó como una fecha más de las tantas que sucedían en el recinto salteño. Pocos podían pensar que de aquella exótica y multifacética demostración cultural, un grupo de artistas que apenas bosquejaban una identidad, serían forjados en tierras norteñas como el conjunto destinado a trascender e influenciar el rock contemporáneo.
“El Polaco” con el tiempo cerrará sus puertas. Algunos comercios se instalaron, así como también un comité del Partido Obrero, momento en el que por unos años se volvió a encender la llama contracultural siendo refugio de recitales y acciones culturales del under salteño.
Sin embargo, hoy aquel lugar permanece cerrado, sin rastro alguno de tamaña huella histórica. Se erige como un edificio más entre nuevas construcciones, carente de aquel espíritu que dio alivio y liberación a generaciones de jóvenes en tiempos oscuros.
La gente pasa a diario por su puerta y nada invita a detenerse y contemplar, al menos un segundo, aquel lugar que dio origen a una de las bandas más influyentes de la historia del rock nacional.
Ahí nomás, a pasos de la central plaza 9 de Julio en la Capital de Salta, nacía un 7 de enero de 1978, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.