La programación del Centro Cultural Kirchner centrada en Charly García incluyó otro momento de altísima belleza, que se desarrolló en la Cúpula y presentó un clima de recogimiento bien diferente al explosivo panorama del Auditorio. La propuesta de TRIP. Una experiencia sobre Charly García era una invitación a dejarse llevar por las múltiples dimensiones de las canciones en ese contexto, con el agregado de imágenes y videos y la firme invitación a dejar el celular en el bolsillo para no perder un segundo de atención.

Y quienes proponían ese viaje tenían con qué sostener la invitación. Lo musical estaba hilado por los arreglos y el piano de Daniel Godfrid, la cellista Paula Pomenariec y el contrabajista Pablo Salzman, un telar sobre el que la voz de Lidia Borda rindió versiones formidables de las canciones de García. Y detrás de las imágenes estaba nada menos que Nora Lezano, gran aliada del compositor que ha sabido explorar a un artista tantas veces fotografiado desde una mirada que consigue el milagro de ser personalísima, sin dejar de representar fielmente al retratado.

Fotografías nunca vistas, atenciones a detalles mínimos de la fisonomía de Charly; imágenes y videos (editados por Martín Antuña) que no estaban centrados específicamente en él pero conseguían una continuidad conceptual, como esa joven en la playa durante "Adela en el carrousel" o la encantadora niña en "De mí"; pequeños clips de Charly pintando, Charly jugueteando con un teclado y una secuencia: así presentada, la obra de Lezano fue una continuación del universo-Charly, una expansión de su mundo estético, un modo de comprender a esa figura tan presente en la cultura argentina.

¿Y las canciones? No es novedad que Borda es una cantante extraordinaria, pero lo que hizo en las cuatro funciones que se presentaron en el CCK dejó al público conmocionado. Si arrancar con "Total interferencia" fue un golpe al corazón, la cantante tenía aún más en su mochila de maravillas vocales, como "Promesas sobre el bidet", o ese "Adela en el carrousel" que parecía detener el tiempo, o el tremendo pasaje final que fusionó "Pubis angelical", "De mí" y la "Canción del indeciso". De lo mucho que se vio durante todo el sábado en los tributos a Charly, los grandes reflectores estuvieron en la aparición del agasajado y el formidable desfile de los músicos invitados. Pero allá arriba, más cerca del cielo porteño, lo de TRIP fue precisamente eso: un viaje tan representativo como el de un escenario en llamas. Y con emociones igualmente intensas.