El viernes 29 vuelve a las salas el Festival Espacio Queer, un espacio que comenzó hace más de 10 años como una muestra de cine en la ciudad de La Plata, y al toque se convirtió en hogar de todas las identidades diversas o disidentes que allí nos citábamos, para mirar pelis, conversar, chapar, escuchar bandas y por sobre todas las cosas, construir comunidad. Mis años de estudiante universitaria de cine no hubiéran sido iguales sin su existencia, y no sólo porque allí descubrí a Fassbinder (¿en que otro lado una lesbiana del interior profundo podría descubrirlo?), sino y por sobre todas las cosas, por su propuesta constante de expandir los horizontes de lo que veíamos, por las discusiones de cine y política que allí sucedían y por esa comunidad de gente que nunca dejó de tejer redes para crear y compartir creación.

Para quienes hacemos cine, volver a las salas es seguir apostando a la potencia del encuentro colectivo en torno a la luz del proyector -da igual si es digital o analógico-, ese ritual que viene desde los orígenes del cine, mucho antes de que esta disciplina se transforme en una industria hegemónica del entretenimiento, cuando el cinematógrafo era solo un experimento raro que pertenecía a la cultura popular, y como bien lo relata Arlindo Machado en su libro Pre-cine y Post-cine, deambulaba entre ferias, circos y espectáculos de magia, construyendo “un mundo ‘invertido’, que hace posible cambios constantes entre lo elevado y lo bajo, lo sagrado y lo profano, lo noble y lo plebeyo, lo masculilino y lo femenino.” Allí, en los márgenes donde nació el cine, seguimos dándonos cita las identidades queers, lxs rarxs, lxs freaks y todes quienes quieran asomarse a nuestras creaciones para invertir por un rato, las narrativas hegemónicas que adormecen nuestros sueños.

“No todas nuestras historias nacieron en la luz: muchas tampoco la conocen”, así comienza su presentación en la web del festival y cierra, lógicamente, hablando del deseo, de esa potencia que nos toma el cuerpo para crear y nos lleva a buscar el encuentro con ese haz que proyecta sobre una pantalla mucho más que una historia, una forma de organizar el mundo, o de destruirlo, con la fuerza de nuestras fantasías que se animan a soñar otros futuros posibles, y a escribir otros pasados en los que es posible ver las huellas de quienes caminaron antes que nosotres, sorteando a la maquinaria de la historia oficial, tan obstinada en escondernos. 

Así, la programación traza una línea histórica entre el film de apertura, Bernarda es la patria de Diego Schipani; y el de clausura: la película sobre Ilse Fuskova de Liliana Furió y Lucas Santa Ana, pasando por la selección de largometrajes argentinos que hilvana las fragilidades de nuestras identidades, programando películas que narran desde el desafío de un maestro homosexual que intenta existir y montar una obra de El principito en un pequeño pueblo (El maestro de Cristina Tamagnini y Julian Dabien), hasta un grupo de estudiantes secundarios que busca a una compañera desaparecida (Algo se enciende de Luciana Gentinetta), pasando por la realidad de un grupo de humildes trabajadores sexuales de once (Miserere de Francisco Ríos Flores), un recorrido por los proyectos de familias lésbicas (En voz alta de Teresa Martino), una arquitecta trans reclamando la soberanía de su cuerpo a los 62 años (Canela de Cecilia del Valle), y siguiendo la línea histórica, un documental sobre homosexualidad y militancia en los ‘70 (Sexo y revolución de Ernesto Ardito)

Por su parte, la competencia nacional de cortometrajes propone un recorrido por la experimentación cinematográfica queer nacional, compuesta por 13 años de Roma Alejo Bazzi, Cuarto B de Paloma Coscia de Luque, Bosques sombríos (Autorretrato) de Mabel, El nombre del hijo de Martina Matzkin, ESI: Un derecho en disputa de Ignacio García, La confesión de Facundo Rodríguez Alonso y Nazco Problema de Violeta Fontaiña. Y la competencia internacional de cortometrajes eleva las voces de distintos territorios con una fuerte impronta de plumas latinoamericanas, integrada por El joven Diego de Osama Chami y Enrique Gimeno Pedrós (España), Fotos privadas de Marcelo Grabowsky (Brasil), Llamame Mateo de Ángel Molina (Paraguay), Los Cuerpos de Siegfried de Emilio Rodríguez (Chile), Los últimos recuerdos de Abril de Nancy Cruz Orozco (México), Subamos juntas la montaña de Dana Albicker Mendiola (México) y Undecover: All Cunts Are Beautiful de Giovanna Formenti (Brasil).

Todo con entrada libre y gratuita, en la web y en formato presencial. 

La cita es en el cine Select del pasaje Dardo Rocha, en el centro cultural Estación Provincial y en la fiesta de apertura junto a la histórica galería de arte y club Cosmiko, del 29 octubre al 7 de noviembre en La Plata.