La noche del 30 de octubre de 1960 en el hospital Evita de Lanús nacieron once mujeres. El que rompió la racha se llamaría Diego Maradona. “Fue el único varoncito. Cuando vieron que era hombre, todos gritaron como si fuera un gol”, recordó orgullosa la madre de Maradona. Se hace imposible, por otro lado, conseguir algún textual en el que su padre se refiera al ídolo. Doña Tota y Chitoro forman parte de la mitología maradoniana sin necesidad de más. La primera es la mujer a la que le dedicó la obtención del Mundial ’86, el otro aparece como un buda silencioso siempre a punto de lagrimear. Uno de los atractivos de Maradona: sueño bendito, es hurgar y alumbrar sobre ese bloque monolítico. Mientras Mercedes Morán y Pepe Monje se encargan de interpretarlos en la etapa Villa Fiorito-Nápoli, Rita Cortese y Claudio Rissi lo encarnan durante los años posteriores.
La biopic, producida por Amazon Prime Video, tiene previsto su estreno para el jueves 28 por esa plataforma de streaming. El primer capítulo, a su vez, se emitirá en simultáneo por Canal 9 a las 22. “Promesa”, el piloto, se sumerge en la infancia de Maradona con una simpleza y elocuencia encomiable. Ahí está Don Diego trabajando en una molienda y la Tota haciendo malabares con ocho hijos en la casa de Lanús. La mudanza a la casa de La Paternal será uno de los momentos más emotivos de toda la entrega. Más adelante se verá la relación edípica entre Diego con su madre y el vínculo picante de esta con Claudia Villafañe. “Doña Tota integró la barrera cuando me peloteaban de todos lados”. “Lo único que quiero es que mi viejo no trabaje más”. “Nací en un barrio privado: privado de agua, privado de luz, privado de teléfono”. “Cuando hago un gol, sólo pienso en la Tota”. Apenas cuatro frases que dejó Maradona y se aprecian en el trabajo de Alejandro Aimetta.
-Sus padres fueron bastante celosos de su intimidad. ¿Qué los sorprendió de su historia?
Mercedes Morán: –De la Tota sabía las generales de la ley y lo que era de público conocimiento. El amor que Diego nunca dejó de manifestar públicamente por su madre, de la incondicionalidad de la Tota para con Diego. Al abordar el personaje aparecieron un montón de particularidades tanto por la información como por tener que interpretarlo desde lo físico. El vínculo con Diego, de sus secretos, códigos y complicidades, como se manifestaba frente a los otros hijos, en este rol de la gran madre argentina, pero que tenía un perfil muy bajo. Justamente ni de Tota ni de Chitoro tenemos tantas imágenes de archivo. Entonces, lo construimos como lo hacemos habitualmente los actores, metemos lo que sabemos en algún lugar y confiamos en que nos ilumine la actuación porque la información es algo inactuable. Tratamos de darle vida y alma a los personajes guiados por el director que tenía una mirada tan interesante que marca el resultado de la serie.
Pepe Monje: –El actor es un pixel de toda esta historia. Tenés esa casa, esa ropa, esa música, ese guion, lo único que había que hacer era insertarse en esto que nos ofrecía esta megaproducción. Por la magnitud del proyecto lo mínimo que tenías que hacer era clavarla en el ángulo. Esta es una producción de carácter global por su proyección, por lo que para mí es muy esperanzador poder mostrar nivel del trabajo que hacemos en Argentina.
-Ese perfil muy bajo se mezcla con uno muy alto dentro de la propia dinámica familiar, especialmente con Doña Tota, ¿no?
M. M.: -Esta mujer tenía mucha influencia en todas las decisiones que tomaba Diego. No sólo por el amor que se profesaban mutuamente y que era ilimitado, sino que Tota tenía la capacidad para comprender las distintas situaciones que estaba viviendo Diego, sobre todo cuando se consagró. Esta mujer más allá de ser una mujer muy simple, con una vida muy sencilla, pudo entender el grado de padecimiento que tenía Diego aún en sus momentos más brillantes y festivos. Tenía una gran sabiduría. Y después tenía ese carácter muy fuerte, muy estricta, muy celosa del amor de Diego lo que la convertía en alguien difícil para otros personajes. Su complicidad dejaba afuera a los otros hermanos, al propio marido, expresivamente era más cariñosa con Diego que con su marido. Le decía mi amor, le daba besos en la boca, y no tenía esas demostraciones con Chitoro en público. Era compleja y con muchas aristas, tenía muchas zonas. Es un ícono y traté de humanizarla. La cargué con zonas claras, defectos y virtudes, lo que en definitiva la vuelve más humana.
-En el caso de Don Diego, la composición pasa por lo gestual, especialmente por las miradas. ¿Cómo fue encarar a alguien tan invisible pero omnipresente?
P. M.: -Soy de la generación que viene de padres que manejaban la telepatía. De muy pocas palabras. Por lo que entendí, y por el material que nos pasaron y por la falta de registro, pude jugar suelto. Sabía que no iba a caer en la comparación inmediata o que la historia lo fuera a ganar, como pasa con otros personajes. Creo que es un personaje que ríe en silencio o sabe dar esos dos o tres pasos atrás de la Tota. Soy padre y sé la importancia de lo que significa aprender a callar. Chitoro aprendió a callar y dice mucho desde los silencios.
-La recreación histórica de la serie es impactante y ayuda a conocer las carencias en la infancia de Maradona, ¿los ayudó en la composición?
M. M.: -El trabajo fue un gran viaje para mí. En la historia del país, lo personal, porque Maradona me remite a mi viejo que era muy futbolero. A mi infancia, escuchar los partidos en la radio. Cada aspecto y objeto del pasado te llevaba a cosas de tu propia historia. El contexto histórico en el que se desarrolla la narración enriquece, ubica y la completa. Además, Diego era muy consciente de lo que sucedía a su alrededor. La primera infancia fue menos mediática y tuvimos que adentrarnos en eso. Resultó un viaje por esos universos de pobreza que son bien diferentes a lo que sucede hoy. El contexto te sirve para entender esos comienzos cuando Diego se rebela siendo un niño como un talento y como lo acompañaron sus padres, desde entonces hasta el final.
P. M.: -De mi parte
sería muy hipócrita decir que me costó trabajar en esos espacios. Para la
historia es más descansado saber hacia dónde va ese derrotero, de ese caos y
ese barro, tuvimos suerte de rodar cronológicamente, y entonces está bien que
no haya tantas cosas, tantos colores. La historia va creciendo y el ADN se
nota, la sustancia del agua que tomaba esa familia.