Norma Aleandro está de estreno con su primer papel en una película en más de cuatro años: su última participación en un largometraje había sido en 2016 con La valija de Benavídez, dirigida por Laura Casabé. Pero El secreto de Maró debió hacer gala de cierta paciencia, atravesando meses y meses con las salas de cine más oscuras que nunca. “La pandemia nos agarró justo al final del rodaje, así que todo el trabajo de posproducción tuvo que hacerse durante la cuarentena estricta”, recuerda la actriz en comunicación telefónica con Página/12, días antes del lanzamiento del film escrito y dirigido por Alejandro Magnone (Subte – Polska), que finalmente llegará a las pantallas de nuestro país este jueves. “Siempre leo los guiones y en este caso la historia me interesó desde un primer momento”. No es casual que la premiere mundial haya tenido lugar en el Festival Internacional Golden Apricot, que se lleva a cabo todos los años en la ciudad de Ereván, capital de Armenia: la protagonista, Maró, es una mujer que, a pesar de haber atravesado la barrera de los noventa años, continúa dirigiendo la cocina del restaurante de un centro armenio en Buenos Aires. Desde luego, manteniendo las costumbres culinarias de su país natal, que se vio obligada a abandonar hace décadas, cuando aún era pequeña, y al cual nunca ha regresado.

“Hablando con el director antes del inicio del rodaje comenzamos a charlar sobre el holocausto armenio, un tema terrible. Pero el acercamiento a esos temas se da de la manera más dulce que pueda imaginarse, desde la cocina de un club armenio que se está viniendo abajo económicamente”, detalla Aleandro. En esa cocina la acompañan Luisa y Rita, amorosas asistentes que deben respetar y tolerar el rigor y, muchas veces, el malhumor de Maró, aunque no dudan a la hora de ponerse de su lado cuando los directivos del club quieren transformar la tradicional cantina en un simple despacho de minutas, cambiando el tabouleh y el hummus por milanesas con fritas y fideos con tuco. Lidia Catalano y Analía Malvido son las encargadas de interpretar esos dos personajes, en un reparto que se completa con nombres como los de Héctor Bidonde, Manuel Callau, César Bordón y Florencia Raggi. Para la protagonista de La historia oficial, “es interesante la cuestión de poder acercar a la gente joven a cuestiones que, tal vez, no conocen en profundidad. O de las que están un poco afuera por cuestiones generacionales, más allá de la pertenencia a la comunidad. Por otro lado, en la película está presente, indirectamente, el tema de la generosidad argentina para con los inmigrantes: muchos somos hijos de españoles, italianos, armenios. Venimos de todos los lugares del mundo. Y, en este caso, está la cuestión de aquello que los inmigrantes dejaron allí en Armenia. La distancia, los muertos”.

-¿El personaje de Maró fue creado en colaboración o estaba definido en el guion de Alejandro Magnone? Hay una escena extensa, casi un monólogo, que parece escrito especialmente para usted.

-Todo estaba escrito de antemano, incluido ese monólogo. Así se escribió y así lo hice. Aunque, desde luego, los detalles de la interpretación fueron hechos en el momento. Justamente esa escena revela un poco el secreto de Maró al que hace mención el título, de la manera más tierna posible. Ese pedido de la madre que ella viene cumpliendo desde hace muchísimos años.

-¿Cómo fue el trabajo junto a los otros intérpretes?

-He hecho muchas películas y en el momento de la filmación todo el mundo suele poner lo mejor. Hay gente que pone incluso lo mejor de lo mejor, aunque hay otra que se asusta un poco o tiene ese pánico típico del momento. En este caso, fue un equipo de gente joven, pero todo estuvo alimentado por la forma de ser del director, que es muy dulce para pedir las cosas y ayudar a todo el mundo: a los actores, a los técnicos. Fue un rodaje muy agradable, a pesar de que la historia es muy triste. En lo personal, me permitió reencontrarme con Lidia Catalano, a quien hacía mucho que no veía. También con Manuel Callau, Florencia Raggi y Héctor Bidonde, compañeros a los que de repente una no ve por un tiempo y entonces, en el momento del reencuentro, todo es muy lindo. Teníamos pocos días de rodaje y había que hacerlo todo bien, pero rápido. Fue una producción sin lujos: hoy cada día de filmación es muy caro.

-¿Cómo fue recibido el film por la comunidad armenia?

-Hubo una proyección especial para la comunidad y fue todo muy emocionante. También se realizó una recepción en la embajada. Es interesante, porque la embajada armenia tiene una misión muy especial y eso en la película se señala. En los distintos países, cada embajada armenia suele convocar a reuniones de reconocimiento de fotos y dibujos, cosas que sirven para encontrar a los familiares. Ellos después pagan los pasajes para que la gente vuelva y se reencuentre con su tierra y su familia. La comunidad armenia apoyó mucho la película y en esa recepción hablamos sobre el tema.

-¿Hay otros proyectos cinematográficos en el horizonte?

-Siempre recibo proyectos. Algunos no los he hecho porque no me resultaban interesantes, otros porque no tenía tiempo. Incluso en esta larga pausa como consecuencia del covid-19 he estado haciendo cosas. Por ejemplo, junto a la editorial Fera, que está dirigida por gente joven, como Daniela Davidovich. Yo pinto y dibujo desde hace muchos años, pero esas cosas se las mostraba solamente a amigos y familiares. Algún dibujito suelo hacerles para los cumpleaños, como un regalo simpático. Desde la editorial me mandaron un email porque sabían de todo eso, y de algunas cosas que había escrito y que están publicadas, y me pidieron hacer un libro. Finalmente, Confieso que pinto fue editado el año pasado, con prólogo de Claudio Tolcachir.

-Usted protagonizó junto a Alfredo Alcón, primero, y dirigió después la adaptación teatral de la miniserie de Ingmar Bergman Escenas de la vida conyugal. ¿Ha visto la nueva versión televisiva Secretos de un matrimonio, que puede verse en streaming?

-No, no he visto la nueva versión, pero imagino que ocurre lo mismo que con la obra: aborda temas que nos tocan a todos y que son atemporales. El amor y el desamor, los desencuentros y reencuentros de una pareja durante muchos años. No hay nada novedoso en eso y todo el mundo puede comprenderlo porque, con las diferencias del caso, ha pasado por situaciones similares. Es un tema que Bergman llevó al teatro justamente por esa razón y se ha hecho en todos lados. Así que no me extraña para nada que hayan hecho una nueva versión para la televisión, porque es una historia que nos compete a todos. Es un tema de la vida, tanto para las parejas desparejas como para las parejas “parejas”.