River no desaprovechó la ocasión que le brindó el fixture. El empate previo de Talleres -insólito por cierto- le otorgaba certeza en cuanto a su futuro inmediato: si le ganaba a Argentinos, se iría a nueve puntos de su perseguidor más cercano en la Liga Profesional cuando quedan siete fechas en juego. Y fue 3-0 nomás ante el Bicho en el Monumental, con una gran exhibición de juego colectivo.
Tiempo y espacio, por allí pasaron las claves del encuentro. Los jugadores locales tuvieron todo el tiempo del mundo para encontrarle el mejor destino posible a la pelota. Dos acciones consecutivas sirven de ejemplo: Palavecino la agarró por izquierda, rodeado de camisetas coloradas, levantó la cabeza y, pelota al pie, casi sin moverse, comenzó a hacerle señas a Rollheiser para que se desmarque y reciba. Misma secuencia, por derecha, Enzo Fernández le indicó a Alvarez que tire la diagonal, pero prefirió tocar atrás. Argentinos juntaba gente en defensa pero no presionaba y, en consecuencia, River se movía a gusto.
Con el tiempo en su poder, era hora de hacerse los espacios. Rojas y Casco bien parados sobre la línea de cal para ensanchar la cancha y obligar al Bicho a formar una línea de cinco en el fondo que anticipe sus subidas. Con tres en el medio yendo de acá para allá; Avalos y Reniero, sus dos de ataque, se perdían en el olvido.
Los de Gabriel Milito salieron al Monumental preparados para sacar el pelotazo en busca de ataques rápidos, directos. En consecuencia, cuando podían salir por abajo parecían improvisar, todo era incomodidad. Mac Allister, nada menos que su capitán, se la sacaba de encima como podía. Los de Gallardo resultaron su opuesto: cada pase era limpio, estético. El lanzador sabía quién será su receptor aún antes de que le llegue la pelota... Todo es automatizado.
River es una máquina -y desde hace rato- pero como esto es fútbol, siempre hay lugar para la sorpresa. Y un terrible bombazo de Zuculini desde afuera del área que dio en el travesaño y picó adentro califica como tal. El Millonario tiene sus consabidos caminos al gol -la jugada arrancó con Rojas tocando y yendo a buscar- pero entre tanta búsqueda se le abren otras rutas. Nuevamente aparecía el espacio, ese que tuvo el reemplazante de Enzo Pérez para disparar con nueve jugadores del Bicho dentro del área y ninguno cerca suyo.
Podría decirse que Argentinos tomó las riendas en el inicio de la segunda parte. Claro que una cosa es cuando River domina -sensación de goleada total- y otra cuando lo hacen sus rivales. No pasó demasiado hasta que, una vez más, el equipo de Gallardo encontró espacios para hacer desastres. Palavecino recibió en el mediocampo con todo el panorama disponible para clavar una daga entre los centrales en busca del ingresado Braian Romero, quien ante la salida del arquero abrió para que Alvarez ponga el segundo.
El joven maravilla sumaba a su cuenta personal (11 en el torneo) otro festejo, uno que todavía no había terminado en las tribunas cuando la historia se puso 3-0. Argentinos salió mal del fondo, Palavecino -la gran figura del encuentro- recuperó y cedió para Alvarez, que le devolvió el favor previo a Romero y lo dejo solo sin oposición al gol.
River definió la historia en un par de minutos y le permitió a Gallardo mover el banco para cuidar piernas, esas que marchan casi sin obstáculos hacia el título liguero.