Los dos son actores y directores, además de maestros de actuación y, aunque habían coincidido una vez en un mismo elenco, desde entonces no encontraban un proyecto para compartir. Hasta que a comienzos del año pasado, Pablo Finamore le envió a Claudio Martínez Bel el primer esbozo de un unipersonal que pensaba sería apasionante interpretar bajo su dirección. Se trataba del germen de Olvidate del matadero, texto en verso basado en El matadero, de Esteban Echeverría, considerado el primer cuento argentino. Una vez que acordaron ponerse a trabajar juntos, el director puso el monólogo a consideración de Mauricio Kartun, autor y director de Terrenal, obra en la que Martínez Bel interpreta a uno de sus personajes desde su estreno en 2014. Desde ese momento, el dramaturgo se convirtió en el supervisor de un texto que fue mutando a lo largo de la pandemia.
La acción de Olvidate del matadero transcurre en 1840 y quien narra los hechos es Misky, el hijo de una criada del mismo Echeverría, un opa que por haber descubierto en la casa el manuscrito de Don Esteban, sin saberlo va haciendo un comentario crítico del contenido en virtud de haber sido testigo directo de los sucesos que allí se describen. De este modo, la feroz carga anti rosista del cuento es atenuada por sus observaciones. La chusma federal, entonces, no es sino un conjunto de vecinos que, al recibir los novillos que les manda el gobierno ante la escasez de carne, se reparte las achuras con la algarabía propia de una fiesta popular. Asimismo, el resto de las violentas escenas son relatadas desde la ingenuidad del personaje.
“La felicidad es encajar con otro, sumar esfuerzos en la misma frecuencia”, define Martínez Bel cuando subraya el espíritu de equipo que se fue conformando a lo largo del ida y vuelta que demandó la escritura en coautoría. Porque el texto de Olvidate…tuvo muchísimas versiones: los ensayos comenzaron en marzo de este año, cuando el monólogo iba por la versión número 36. Finalmente, la que se estrenó en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636), es la versión número 41, con escenografía y vestuario de Adriana Estol e iluminación de Agnese Lozupone.
-¿Qué es lo que los llevó a versionar el cuento de Echeverría?
Pablo Finamore: -Lo leí durante la pandemia y lo conecté con Amalia, la novela de José Mármol, porque los dos textos, que están maravillosamente escritos, demonizan al otro, una actitud que me indignó profundamente. Enseguida sentí que me hervía la sangre de las ganas de ponerle el cuerpo a El matadero.
Claudio Martínez Bel: -La obra tiene un tema histórico y político, humor, poesía y locura. Y un actor que juega apoyado en una escenografía sintética, una escultura funcional, no realista. Pero el relato está construido desde un presente definido.
P. F.: -En eso nos ayudó tener un Zoom con Felipe Pigna: nos dio muchos datos de cómo era la vida cotidiana en la época en que Buenos Aires era una aldea. Es una obra que puede ayudar a que el público desee leer más. Leer es un ejercicio de la voluntad: una vez que se supera la primera resistencia, nos puede ayudar a salir del bombardeo auditivo o audiovisual.
-¿Cómo trabajaron?
P. F.: -Yo fui estudiando el texto desde las primeras versiones. Y cuando empezamos los ensayos fue muy divertido porque Claudio, que tiene una precisión muy grande en la dirección y sabe qué es lo que quiere, me hizo jugar muchísimo. Así fuimos sumando una infinidad de sonidos y movimientos que fueron creando contrapuntos en el relato.
C. M. B.: -Me acordé del Pichu, un opa que había en Liniers, donde yo vivía de chico, un personaje adorable que tenía una habilidad enorme para imitar sonidos y contar historias.
-¿Por qué creen que fue acertada la sugerencia de Kartun respecto del personaje?
C. M. B.: -Porque un débil mental puede decir cualquier cosa desde su ingenua visión de la vida. Y si queríamos interpelar el texto de Echeverría no nos parecía bueno ponernos en la vereda de enfrente y asumir el punto de vista del rosismo, sino estar en el lugar del que no entiende. Para que el espectador se identifique con el personaje y se ponga a pensar, sin necesidad de eliminar al antagonista.
P. F.: -Misky relaciona los hechos solamente desde lo que percibe: tiene el modo de pensar que Piaget llama pensamiento sincrético, porque conecta por intuición y no por deducción, como un niño. También agregamos al relato la presencia de un amigo de Misky, que desde la ingenuidad de sus pocos años introduce el tema político.
C. M. B.: -Hay muchas cosas de la historia pasada o presente que no terminamos de comprender. Y es por ese motivo que todos podemos identificarnos con este personaje que no siempre entiende el sentido de lo que lee o lo que sucede. Nos gustaría especialmente que vinieran a ver la obra los indecisos, los que políticamente van alternando, yendo de un lado para el otro.
* Olvidate del matadero, Teatro del Pueblo (Lavalle 3636), los viernes a las 22.30.