"En esta puta ciudad/ todo se incendia y se va. / Matan a pobres corazones. / Ciudad de pobres corazones". Melina Torres extrae de una gran canción de mediados y fines de los '80 (escrita, cantada y gritada por el rosarinísmo Fito Páez) el título para su segundo libro en la saga de la oficial Silvana Aguirre. Pobres corazones se planta con un pie en el género policial nacional y con otro en algo así como una marca Rosario siglo XXI. Y lo hace con la misma firmeza de su protagonista, una "intensa" mujer policía queer (o "cuir", como gusta decir Nancy Rojas), a la hora de allanar domicilios de narcos. Sus 380 páginas, publicadas en Buenos Aires por Penguin House grupo editorial, se devoran con una fruición sólo comparable a la que despliega la oficial Aguirre ante una suculenta parrillada. Los homéricos banquetes, que puntúan una acción trepidante, van llevando a sus lectores por un mapa de lugares donde se come bien en Rosario: la pizzería Santa María, el Lido... Cada paso en la solución del misterio le sirve de excusa a la autora para  dibujar un ácido aguafuerte de costumbres rosarinas contemporáneas, observado con la lente del humor satírico de los dos personajes principales: Aguirre y Ulises Herrera.

No hay Quijote sin Sancho, Sherlock Holmes sin Watson ni Aguirre sin Herrera. Es su afinidad electiva complementaria. Los chistes que Aguirre y Herrera se hacen entre ellos son tan incorrectos que sólo en una boca queer son posibles sin escándalo. Son más que un alivio cómico: son la locomotora diesel que tira de la trama, y que se continúan en soledad con los tortuosos monólogos interiores de Aguirre, tan decidida a hacer valer la ley como insegura ante la rubia o la colorada que activan su corazón y su deseo. 

Y conste que no estamos hablando de cervezas artesanales, algo que Aguirre detesta con la misma pasión que pone en saborear el café del genio informático Gabriel Müller. El género policial, según la teoría literaria más autorizada sobre el tema, expande las inquietudes sociológicas de la novela realista del siglo XIX a los nuevos territorios del siglo XX (y XXI). El detective o detectivesa (que la narra y habita) cumple la función de unir los mundos aparte en que se vienen transformando las clases sociales. Sólo alguien como Silvana Aguirre puede dialogar con tres mujeres tan distintas entre sí como la rica Angélica, la curandera Alfonsa y la muchacha pelirroja que atiende en una veterinaria. 

Lograr la igualdad de derechos bajo el amparo de las leyes es el objetivo de la quijotesca lucha de Aguirre. Ella recorrerá en su auto o en su patrullero, de uniforme o de civil, una ciudad de Rosario muy finamente retratada por Torres en la diversidad de sus hábitats y hábitos, y también en su variedad de voces, gustos y creencias. La voz de Alfonsa le llevó a Melina al menos cuatro años de trabajo de escritura y configura en algún sentido, si se piensa lo literario desde los valores estéticos experimentalistas del siglo veinte, la zona más "literaria" del libro. Quizás su credibilidad hizo que, de todos los consumos que se describen con pantagruélico detalle en Pobres corazones, esta reseñadora haya imitado uno: el té de tres plantas medicinales que Alfonsa recomienda en las páginas 124 y 125 para el estresado hígado de la oficial. El multitasking laboral y el tiempo que no alcanza desvelan a Aguirre y equipo: ¿será autobiográfico? Comunicadora social por la UNR, Melina Torres (Santa Fe, 1976) cursó estudios de posgrado en la Universidad de Barcelona. Es redactora en medios, productora y asesora en contenido audiovisual. 

Pobres corazones es el libro que nadie puede dejar de leer en un viaje de ida a Rosario; al llegar, experimentarán un déjà vu. Desde una marca local de gin, hasta la actualidad tristemente violenta del narcotráfico; desde las torres inteligentes hasta las precarias viviendas del barrio Las Flores, Aguirre y Herrera circulan por una urbe de diferencias y desigualdades, donde las segundas juegan en contra de las primeras. Los inolvidables personajes secundarios encarnan destinos posibles en ese juego sucio que la ciudad propone, y que Aguirre se esfuerza por limpiar. Los ideales veganos y feministas de las juventudes de hoy, tanto como la moda, la música y el fútbol, aparecen en los sabrosos diálogos y monólogos o colorean escenas que ya piden película. No hay que olvidar el primer libro de la saga: en 2017, Ninfas de otro mundo (Iván Rosado) rompió con la regla no escrita del policial argentino sin policías. Este modo de hacer literatura, afín al periodismo de investigación, aparece en otros autores y autoras del género policial que mañana y el viernes dialogarán, al igual que Torres, con cronistas de la ciudad. Mañana, a las 18:30, en el Centro Cultural Fontanarrosa (San Martín 1080, Rosario), en el marco del encuentro Realidad y ficción en la novela policial rosarina, hablarán Melina Torres, Marco Mizzi, Eduardo D’Anna y Silvina Tamous. (Moderador: Sebastián Riestra). El viernes participan Lucrecia Mirad, Pablo Bilsky y Hernán Lascano. Modera: Paula Turina.