River avanza a paso firme rumbo a su anhelado sueño liguero, liderando con nueve puntos de distancia sobre su escolta más cercano, Talleres, mientras se enciende la recta final del torneo de la LPF, al que solo le quedan siete fechas. Quizás hasta sus propios hinchas encuentren difíciles de creer los tiempos que corren: el equipo de Marcelo Gallardo ha descubierto una dimensión adaptativa que sorprende a propios y a extraños. Dos meses después de derrumbada la ilusión de la Libertadores, la construcción de este otro sueño -que se vuelve especial porque es el título que se le ha negado al ciclo Gallardo- devuelve un presente que entusiasma y aparenta no tener fisuras: River encara el último tramo del certamen local con un invicto de 13 fechas y ocho victorias consecutivas en sus últimas presentaciones.
Si algo ha hecho suyo este River es su capacidad de adaptación. Casi que ha sido su bandera esta temporada. Gallardo y sus conducidos supieron recalcular una y otra vez, siempre a tiempo y sin vueltas, desde aquel 18 de agosto en el Mineirao, cuando el 0-3 amenazó con dejarlos sin sueños.
"Vamos a tener que limpiar esto rápidamente -había dicho Gallardo tras la dura eliminación-. Esto sigue, ahora tenemos que cambiar el chip y pensar en el Torneo, para ver si podemos tener la chance de pelearlo hasta el final". El Muñeco puso en marcha esa misma noche el operativo de adaptación al nuevo objetivo: fue futbolístico y también anímico, para un River que se había acostumbrado en las últimas cuatro temporadas a disputar, como mínimo, las semifinales de la Libertadores.
Con la meta apuntada, la capacidad de adaptación volvió a ser siempre un jugador clave para el equipo de Núñez. Lo fue cuando el apretado calendario le quitó a Gallardo piezas claves de su armado -con un plantel ya reducido por las lesiones- para dárselas a las Selecciones de Sudamérica. El estratega se lamentó y protestó, pero finalmente decidió descubrir una nueva dimensión de las tantas que dotan su capacidad como conductor. Fue cuando Gallardo se develó y brilló como sostenido armador de rompecabezas. Sarmiento, por la fecha 9, fue el primer rival en medio de la construcción de esa nueva identidad: Gallardo tuvo que improvisar con tres volantes centrales, Enzo Pérez, Bruno Zuculini y el juvenil Felipe Peña Biafore, para armar la línea de fondo en el estadio Eva Perón. "Era un rompecabezas armar este partido en fecha FIFA, y lo mismo nos va a pasar la semana que viene y el mes próximo", presagió correctamente el técnico tras el 2-1 en Junín.
La racha de 13 partidos invicto que ostenta el River de Gallardo se construyó en medio de esa necesaria capacidad de reinventarse a cada fecha. Tal vez, incluso, acabó siendo una motivación más. En ese período (desde el 2-0 a Vélez de la fecha seis hasta el reciente 3-0 sobre Argentinos), el DT nunca pudo utilizar los mismos once en dos fechas consecutivas, forzado por lesiones, suspensiones y Eliminatorias.
La plasticidad millonaria entregó otro ejemplo en la anteúltima victoria, uno más corriente pero igualmente valioso. Ante Talleres, el perseguidor, y como visitante entre miles de hinchas en el Mario Alberto Kempes, los conducidos por el Muñeco no hicieron notar la expulsión de Peña Biafore a los siete minutos y se trajeron un valiosísimo triunfo por 2-0. Fue apenas una prueba más de su adaptación, una de las claves de este River de Gallardo, cómodo líder que aprende y cambia mientras ilusiona a su gente, la que hace 13 fechas que no lo ve perder.