La primera nota que escribí después de su muerte se titulaba “El iluminador”. Once años después, sigo con esa idea fija en la cabeza cuando me pongo a pensar en Néstor, en lo que significó para el peronismo y para la Argentina, en su función histórica esencial: iluminó la escena. Gracias a él pudimos ver lo que hasta que Néstor no tomó las riendas no veíamos, lo que el poder de siempre, el real, había ocultado en los pliegues de nuestras desgracias.
Iluminó un escenario en el que se tomaban decisiones y se pudo ver que no era obligatorio, ni fatídico ni “natural” que en esa cima el péndulo indefectiblemente se inclinara hacia la superestructura y el posibilismo. Néstor fue pragmático, pero de una manera totalmente distinta a los que nos habían dicho que eran pragmáticos.
A su manera, fue tan realista que logró lo imposible: que lo desperdigado, lo suelto, lo partido, lo dividido, lo que en sí mismo era poco, se amalgamara en esa fuerza poderosa y fascinante que fue una mayoría popular.
Hoy en el mundo hay miles de 99 por ciento que son aplastados por miles de 1 por ciento que alimentan a esas mayorías con hormonas de alienación. De nuevo vuelve a resonar ese enigma, esa paradoja: ¿qué pasa que los 99 por ciento no se juntan para sacarse de encima a los 1 por ciento de la gula concentrada? Faltan iluminadores, líderes potentes que le sumen coraje al carisma y que se pongan al frente de infinidad de luchas silenciosas.
Hoy hay muchos pueblos que pelean sin armas, con sus propios cuerpos, porque ya no tienen nada que perder. Creen en sí mismos, porque sus potenciales líderes han sido asesinados, como en Colombia, ese lugar que es no noticia porque no quieren que sepamos lo que pasa en ese territorio.
Néstor iluminó muchas escenas al mismo tiempo. Ese que tomaba decisiones a las que ningún otro se les animaba, como el desendeudamiento, no estaba encerrado con cuatro consejeros que le metían cizaña. Estaba en la calle, tirándose arriba de la gente, dejándose tocar y tocando la razón de su vida.
Iluminó la chance. Néstor iluminó la alternativa. Hizo todo distinto a los que lo precedieron y se mantuvo optimista en las derrotas y sereno en las victorias porque anclaba en la historia, donde todo es necesariamente pasajero. Pero dedicó toda su vida a abonar con su propio sudor y su propia adrenalina la chance del triunfo popular.
Fue tan abierto que puede dárselo como antónimo del sectario. Fue tan humilde que puede dárselo como antónimo del palacio. Lo veo en un video, ahora mismo, veo la escena que alguna vez vimos todos, la del auto estancado en la nieve, que él y otrxs empujan resbalándose mientras avanzan muy lentamente.
Eso fue Néstor. Ese hombre que empujó para adelante en un terreno adverso y resbaladizo, y buscó ayuda y la obtuvo, y salió adelante con otrxs. Por eso es bandera, remera, estampita, tatuaje, altar en la intimidad: porque iluminó una salida. Esa experiencia colectiva nos marcó la vida. Desde entonces y para siempre.