En el Museo de la Memoria de Rosario, el mismo lugar en el que a principios de la semana la policía irrumpió para requisar a un grupo de chicos que participaban de una actividad, la violencia institucional es un tema fundamental en la agenda. Los pibes y las pibas trabajan el pasado para transformar el presente.
El hecho es una obra de teatro. El escenario es el patio del edificio de Córdoba y Moreno. La escena que se recrea es el crimen de Jonatan Herrera a manos de la Policía santafesina, ocurrido en 2015 en barrio Tablada. La acción muestra a varios agentes de la Policía de Acción Táctica y el Comando Radioeléctrico que disparan más de cincuenta tiros y matan al joven. La obra culmina con un pedido de justicia. Minutos después, cuatro policías ingresan al mismo lugar saltando el tapial del frente, arrinconan a un grupo de jóvenes y los requisan. Esto ya no es parte de la obra, no estaba en el guión. Son agentes de la Brigada Motorizada que llegaron a raíz de un llamado al 911 que hizo una vecina para denunciar que en el patio del Museo había un joven con un arma de fuego. El hecho cobra carácter de insólito por el lugar en el que se llevó a cabo, aunque esa práctica es cotidiana en otros lugares de la ciudad. Lo paradójico es que sucedió en un espacio que busca mantener activa la memoria de lo sucedido durante la dictadura, y que ocurrió el 8 de mayo, fecha en la que se conmemora el Día Nacional de la lucha contra la Violencia Institucional.
El Museo de la Memoria es una institución municipal y como tal está atravesado por el desafío de mantener vigente el debate sobre la violencia institucional, no solo como práctica sistemática durante el terrorismo de Estado sino también como una problemática concreta del presente en la que el mismo Estado es partícipe. En ese marco, y a propósito de la fecha, se había organizado la actividad que fue interrumpida por el operativo policial. La jornada, que además de contar con la obra de teatro tuvo otras intervenciones artísticas, proyecciones audiovisuales y debates, estuvo impulsada por el Departamento de Articulación Territorial de la institución. Participaron pibes y pibas de distintas zonas de la ciudad que integran los espacios Jóvenes y Memoria y Fábrica de Ideas del propio Museo, y también alumnos de instituciones escolares. "Nos parecía fundamental que en esta institución se pudiera visibilizar uno de los temas con los que venimos trabajando, con producciones hechas por los pibes y pibas desde sus propias voces y miradas que construyen a partir de su participación política en este espacio", explica Alejandra Cavacini, psicóloga y coordinadora de Articulación Territorial.
"Los pibes están hoy en el foco de la violencia institucional; ellos deben pensar cómo resistirla y superarla", señalaron.
Hace unas semanas, uno de los chicos que participa del espacio Fábrica de Ideas llegó tarde a la reunión en la que se elaboraba uno de los videos que se proyectarían en la jornada del pasado 8 de mayo. Llegó tarde porque estuvo demorado más de quince minutos en medio de la Peatonal Córdoba por policías que quisieron requisarlo e identificarlo, en lo que para el discurso oficial es un procedimiento de rutina. Son procedimientos de rutina, está claro, pero casualmente, o no, suelen tener como blanco a jóvenes de los sectores populares. Por la forma de vestir, por la forma de andar en grupos o por cualquier característica física que no encuadre en los estándares del ciudadano seguro. "La violencia institucional es cualquier decisión del Estado que afecta a los derechos humanos. Desde que un jubilado no tenga remedios en el PAMI hasta la justicia que no investiga un femicidio. Nosotros nos dedicamos a un aspecto, que está exacerbado en Rosario, donde se elige al joven como enemigo a través de la demonización", sostiene Viviana Nardoni, directora del Museo de la Memoria. Experiencias como la que contó este joven son moneda corriente en cada encuentro, un poco como catarsis, pero sobre todo como eje de la discusión sobre la realidad social.
Un punto de inflexión en el trabajo de la institución junto a los jóvenes de las barriadas fue la decisión de trabajar la memoria sobre lo ocurrido en la dictadura pero sin perder la relación con el presente. "No podemos pensar las violencias del pasado llevadas adelante por el terrorismo de Estado si no pensamos cada una de las violencias por las que estamos atravesados en el presente", indica Cavacini. El desafío es hacerlo desde el Estado, en articulación con el gobierno municipal y sobre todo con el provincial, que paradójicamente está al mando de las fuerzas ejecutoras de la violencia policial. "No a la impunidad de ayer y hoy, el Nunca Más de hoy es ni un pibe, ni una piba menos. En nuestras consignas están desde siempre nuestros muertos y desaparecidos del presente, muchas veces visibilizando que esa violencia parte del mismo Estado", dice al respecto la coordinadora y agrega: "Es una responsabilidad ética y política de los trabajadores de estos sitios".
En el episodio del lunes pasado, la policía irrumpió en el Museo en la instancia final de la actividad, cuando ya hacía varios minutos había terminado la obra de teatro. Así se pone de manifiesto la contradicción del relato del jefe de la Unidad Regional II, Marcelo Villanúa, quien sostuvo que, al llegar, los policías se encontraron con una teatralización. Lo cierto es que en ese momento solo había chicos jugando a la pelota, y las armas de juguete que impulsaron la denuncia ya estaban guardadas en una bolsa adentro del museo. Esa instancia final interrumpida consistía en un momento de debate y reflexión entre los participantes de la jornada. Los pibes y las pibas daban su punto de vista. Leían poesía, contaban sus experiencias de vida, hablaban de detenciones arbitrarias, de terrorismo de Estado, de treinta mil desaparecidos y de la necesidad de ser protagonistas de la historia.
Ese protagonismo es otro de los ejes de las actividades de los espacios Jóvenes y Memoria y Fábrica de Ideas. "Los pibes son los que están en el foco de atención de la violencia institucional, entonces quiénes mejor que ellos para describir cómo la reciben en sus propios cuerpos, para poder pensar formas de resistir a esa violencia y construir alternativas", explica sobre este punto Darío Crosa, integrante del Departamento de Articulación Territorial. "Cuando el pibe se inscribe en la historia de su barrio, de su país, entiende que puede ser protagonista de su historia, que no es parte de una corriente que se lo lleva y en la cual no tiene alternativa", agrega.
"Trabajamos desde lo lúdico, desde el arte, desde educación popular y también la educación formal porque hay un departamento que trabaja con escuelas y docentes", dice Cavacini en relación con el proyecto en general del Museo de la Memoria junto a los jóvenes. En ese sentido, y puntualmente desde Articulación Territorial, consideran fundamental la relación con las organizaciones sociales y estatales de los distintos barrios desde donde llegan los chicos y las chicas. Así es que surgen los distintos encuentros que rompen los límites físicos de la esquina de Córdoba y Moreno. De esta forma se concretaron diversas actividades tales como campamentos y encuentros regionales con familiares de víctimas de violencia institucional, y participaron en el Congreso sobre Democracia en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UNR, entre otras actividades.