Mauricio Macri imaginó que su llegada al juzgado federal de Dolores sería multitudinaria, algo similar al 13 de abril de 2016, cuando Cristina Fernández de Kirchner debió presentarse por primera vez a indagatoria en los tribunales de Comodoro Py y lo hizo acompañada por una marea de gente que resistía pese a la lluvia pesada. Sin embargo, el líder del PRO tuvo una plaza local en la que los cálculos más optimistas de la policía estimaban con una concurrencia de 300 personas y un grupo de simpatizantes que lo acompañó hasta la puerta del tribunal coreando consignas. Ante el juez Martín Bava, Macri encontró una estrategia para no declarar sobre el espionaje a los familiares del ARA San Juan después de dos faltazos anteriores: su abogado hizo notar que no estaba relevado del secreto que deben guardar todos aquellos que manejan información sensible de inteligencia y el juez debió suspender la indagatoria. Rápido, el defensor Pablo Lanusse le hizo saber al magistrado que la intención del expresidente era que la declaración fuera por Zoom en una concesión de que Macri no quiere ni el palacio (de justicia) ni la calle. Antes de viajar a la reunión del G20, Alberto Fernández respondió al pedido del juez y relevó a Macri del secreto, por lo que Bava podría fijar fecha para una nueva audiencia.
Macri entró a la Municipalidad de Dolores cuando casi no había gente en la Plaza Castelli. En un vértice del parque, habían dispuesto un palco pequeño revestido con una bandera argentina. Subió y, desde una de las ventanas de la planta superior, espió por las cortinas para ver cuánta gente se había reunido. Con él, estaban Hernán Lombardi, el ideólogo de la movilización, y Patricia Bullrich, la presidenta del PRO, entre otros.
Dos vendedores caminaban por el perímetro de la plaza mientras ofrecían unas banderas a los simpatizantes que buscaban algún asiento a la sombra. Eran banderas nacionales, algunas llevaban la leyenda “Sí se puede”; otras decían “Salvemos la república”.
--¿Cómo viene la venta?-- le preguntó este diario a los vendedores.
--Más o menos. Esperemos que llegue gente.
Cuando Macri se subió al escenario, debió ensayar su propia explicación ante la falta de convocatoria. “Hay gente que lamentablemente está en la ruta porque había más controles policiales que los normales”, dijo, y después salió caminando hacia el juzgado en el que subroga Bava.
Detrás del escenario, estaba su secretario privado Darío Nieto, quien desde junio del año pasado está siendo investigado en otra causa de espionaje bajo la acusación de recibir información de los espías conocidos como Súper Mario Bros a través de la exfuncionaria Susana Martinengo. Nieto tiene una falta de mérito que está siendo revisada por la Cámara Federal porteña.
“Es una causa totalmente armada contra Mauricio”, protestó Nieto en diálogo con Página/12. “Es un juez polémico --dijo en alusión a Bava-- y un juzgado de Justicia Legítima”, agregó.
En otro sector de la Plaza, se paseaba Federico Pinedo mientras respondía pedidos para retratarse con algunas seguidoras. “Me parece que es un caso politizado, que ya está resuelto antes de empezar”, declaró a este diario. “No me cabe duda de que el juez lo va a procesar”, completó.
Después, llegó la (corta) marcha de Macri hacia el juzgado. Caminó las dos cuadras que lo separaban de la Plaza con sus seguidores, mientras coreaban: “Mauricio no se toca”. Al llegar al edificio de Buenos Aires 127, ingresó con su abogado Pablo Lanusse. De la vereda contraria al juzgado, colgaba una bandera: “Macri preso ya”.
Cara a cara
El trato entre el juez y el expresidente fue seco. “Buen día”, pronunció Macri. No hubo comentarios de rigor ni mucho menos. Por el calor, saltó una fase de luz del juzgado, justamente a la que estaban conectadas las computadoras. Desde el entorno de Macri, decían que no funcionaba el sistema de videoconferencia y protestaban.
El secretario del juzgado leyó los cargos y el juez lo interrumpió para aclarar que no estaba dando por sentado nada, después de la recusación que presentó la semana pasada Macri y de la advertencia de la Cámara Federal de Mar del Plata de las últimas horas.
-- Comencemos-- dijo Bava. Sin embargo, el secretario recordó que faltaba dar lectura de la resolución que había enviado el 6 de octubre pasado la interventora de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Cristina Caamaño, en la que decía que no le correspondía a ella relevar del secreto a Macri --por el cargo que él ostentó-- y advertía que, en caso de que el expresidente diera información de inteligencia, debería quedar bajo reserva.
Allí saltó la alerta y Lanusse dijo que Macri no estaba autorizado para declarar. El secreto fue una piedra basal de la gestión Cambiemos en inteligencia y Macri se aferró a ese libreto. Antes, los asesores de Macri habían dicho que el líder del PRO iba a hacer un breve descargo ante el juez, a quien le iba a decir que no era competente para juzgarlo y también negaría el espionaje. Después, presentaría un escrito.
Ante ese panorama, el juez le preguntó al fiscal Juan Pablo Curi cuál era su opinión y éste dijo que era necesario un decreto del Poder Ejecutivo. Lanusse coincidió. Bava quiso fijar audiencia para el próximo jueves y Lanusse le preguntó si estaba seguro de que para entonces iba a estar el decreto. Entonces pidió que la próxima audiencia fuera por Zoom.
--¿Puedo retirarme?-- preguntó Macri, fastidiado, y salió sin saludar.
El fiscal advirtió que no habían firmado el acta y Lanusse salió a correr a su defendido, con quien esperaron a que estuvieran los papeles en una sala contigua. Al fiscal y a la secretaria les pidieron que aguardaran el acta en un pasillo.
“Un bochorno, un escándalo, canallesco”, repetía Lanusse mientras se alejaba del juzgado. Macri emprendió la vuelta de Dolores y, a los pocos minutos, Bava pedía al presidente Alberto Fernández que firmara un decreto autorizando a Macri a declarar sobre cuestiones de inteligencia. Pocas horas después, el decreto estaba firmado. El decreto --rubricado por el Presidente, el jefe de Gabinete Juan Luis Manzur y el ministro de Justicia Martín Soria-- deja en claro que Macri tenía posibilidad plena de ejercer su defensa, tal como lo establece la Constitución, y decir lo que fuera necesario. Sin embargo, decidió ampararse en la figura del secreto y por eso se lo relevaba para que no existiera impedimento. Macri ya perdió ese argumento y el juez Bava está en condiciones, ahora sí, de indagarlo por el espionaje a los familiares de los 44 tripulantes del ARA San Juan.
“No tuvo voluntad de declarar el imputado Macri”, había denunciado horas antes la abogada querellante Valeria Carreras.
La dilación como estrategia
Bava citó a Macri a indagatoria el 1 de octubre pasado, cuando el líder del PRO estaba en Miami Beach presentando su libro Primer Tiempo. Macri debió presentarse el 7 de octubre, pero, después de una serie de fracasos para notificarlo, Bava postergó la declaración para el 20 de octubre. Ese día, el expresidente también faltó. Horas antes de la audiencia, recusó al juez Bava y pidió la postergación de la indagatoria. La tercera no fue la vencida. En realidad, no hubo dos sin tres, y Macri tampoco declaró este jueves.
El expresidente tiene dos objetivos a corto plazo: sacarse de encima a Bava, a quien lo acusa de perseguirlo, y llevar la causa hacia Comodoro Py. En el entorno de Macri siempre dijeron que la declaración debía posponerse hasta después de las elecciones del 14 de noviembre --y parecen decididos a lograrlo--.
Bava puede fijar fecha para una nueva audiencia en las próximas horas. Allí también deberá decidir si la indagatoria será presencial o telemática --como pidió el abogado del expresidente después del show deslucido del jueves al mediodía--.