Gal Costa regresa a Buenos Aires. Después de cuatro años sin presentarse en la ciudad de la que asegura extrañar el asado, el público caluroso, las librerías y “la voz inolvidable de Mercedes Sosa”, el martes 23 de mayo la cantante brasileña se presentará en el Teatro Gran Rex (Corrientes 857). Espelho de agua se llama la propuesta, un show concebido en base a lo que ella misma define como “canciones exitosas y emblemáticas”. O para decirlo de otro modo, un concierto con las partes afortunadas de un repertorio que lleva más de cincuenta años cultivándose entre riesgos y hallazgos.
Junto a ella estará el notable Guilherme Monteiro, en guitarras. Serán voz y guitarra para un show en el que además de intimidad la artista promete comunidad. “Voy a cantar canciones conocidas. Canciones con las que la gente me identifica. Eso me brinda la posibilidad de establecer un contacto más inmediato, un ida y vuelta más intenso con un público tan exigente como el de Buenos Aires”, explica Gal Costa en la entrevista telefónica con PáginaI12. Y describe: “Guilherme es un músico sensible con el que me entiendo muy bien, un guitarrista con versatilidad, que combina su estilo sofisticado con un gran sentido de la intimidad. Esos nos permite pasar por distintos climas, de lo romántico a lo festivo, del encanto a la explosión”.
Por belleza, profundidad y recorrido, Gal Costa es una de las voces cardinales de la música brasileña. Una voz con color y carácter inconfundibles, formados en la encrucijada de las pertenencias y las adquisiciones. Una manera de cantar que si para definirse supo buscar por ejemplo entre Dalva de Oliveira, Jackson do Pandeiro y, naturalmente, João Gilberto, también se animó a encontrar afinidad en Janis Joplin.
Cuenta que en su Salvador natal, cuando la música formaba parte de los pasatiempos decorosos de una adolescente, escuchó por radio, casi de casualidad, “Chega da saudade”, en la voz de Joao Gilberto. Era el primer tema del primer long play de la Bossa Nova. Era 1959. Después de ese susurro del destino, Maria da Graça Costa Penna Burgos no pensó sino en ser Gal Costa. “En esa manera de tocar y cantar escuché algo que me marcaría para siempre –comenta–. Fue la primera lección de tantas que a lo largo de mi vida aprendería de Joao Gilberto. Él fue quien cambió todo”.
Pocos años después, en 1964, junto a Caetano Veloso, Gilberto Gil, Maria Bethânia y Tom Zé, Gal Costa era parte del espectáculo Nos, con el que además de inaugurar Teatro Vila Velha en Salvador, ponía en movimiento lo que más tarde se llamaría Tropicalismo. “Fue un impulso de juventud, en una época que demandaba esas actitudes -recuerda-. El Tropicalismo fue importante para mi formación como artista, pero fue una etapa, no mucho más que eso. Claro que aportó algunas ideas interesantes, como la incorporación del sonido eléctrico. El tropicalismo introdujo un lenguaje, pero después de eso pasaron muchas cosas que fueron modelando la artista que soy”.
También Espelho de agua, el show que toma el nombre de la canción de Marcelo Camelo y Thiago Camelo que está en Estratosférica, el último disco de la bahiana, nació con motivo de la inauguración de un teatro. “Hace unos años, en 2014, el Teatro J. Safra de Sao Paulo me invitó para la inauguración de su programación musical y me pidió un show que fuese un recorrido por mi historia, por mi repertorio. Enseguida pensé en Guilherme (Monteiro) como guitarrista y resultó una experiencia muy placentera desde el punto de vista musical –explica–. Pero también me sirvió para tomar conciencia de cuánto interesa ese repertorio a los más jóvenes. En la actualidad hay muchos jóvenes interesados en la música de mi generación, que es la de Caetano, la de Gilberto Gil. Me parece algo excepcional, cuya razón me tiene muy intrigada y al mismo tiempo me compromete a mostrar las cosas en su estado más puro. Eso le dio sentido a la continuidad de un show de canciones emblemáticas, que además sean la demostración de la manera de hacer música que distingue a mi generación”.
–¿Por qué cree que se da este interés de los jóvenes?
–No lo sé. Pero evidentemente pasa algo. Nunca imaginé que con la edad que tengo podría llegar de esa manera a la juventud. Posiblemente tenga que ver con haber cantado de todo, Bossa, samba, rock. Siempre experimenté. Como artista corrí riesgos y asumí desafíos.
En Espelho de agua están desde “Corazón vagabundo”, que en Domingo (1967), el primer disco de Gal Costa, canta junto a su creador, Caetano Veloso, hasta “Segunda”, otra de Caetano, que está en Recanto (2011), su penúltimo disco. “Seguramente agregaré también algún tema del último, Estratosférica”, anuncia la cantante que en setiembre cumplirá 72 años. En el medio, hay cincuenta años de canciones resumidos en temas como “Folhetim” (Chico Buarque), “Meu Bem, meu Mal” (Caetano Veloso), “Sua Estupidez” (Roberto y Erasmo Carlos), “Tigresa” (Caetano Veloso), “Volta” (Lupicínio Rodrigues), “Por Causa de Você” (Tom Jobim- Dolores Duran), “Vaca Profana” (Caetano Veloso), “Vatapá” (Dorival Caymmi), “Baby” (Caetano Veloso) y “Vapor Barato” (Jards Macalé e Waly Salomão).
-¿Que artista joven de su país le interesa?
–Varios de los que incluí en mi último disco, como Junio Barreto, Criolo, Mallú Magalhaes, por ejemplo. También Arnaldo Antúnez y Marisa Monti.
–¿Siente que a la música brasileña de hoy le falta algo respecto a otra épocas?
–La música brasileña es siempre rica e interesante. No es casual que haya demostrado la capacidad de reinventarse tantas veces. Si pudo hacerlo es porque tiene fondo. A mi generación le tocó transitar por una época fabulosa, con figuras que resultaron fundamentales. Pero así debe ser como sienten lo propio otras generaciones. Hoy se escucha a jóvenes que tomaron como referencia el tropicalismo, hay quienes miraron más al rock, a las músicas regionales. En fin, la música brasileña siempre tuvo cosas para decir.
–¿Le gusta vivir en el Brasil de hoy?
–No podría vivir en otro lado. Aunque hoy tengamos muchos problemas y vivamos un momento de transformación, yo gusto siempre de Brasil, de su gente, de su música.