En las últimas semanas, la discusión sobre la negociación con el Fondo Monetario Internacional viene escalando de varias maneras. Por un lado, se muestra cada vez más presente en las consignas de las organizaciones sociales y discursos de referentes políticos que exigen desde sacarla de las prioridades hasta no pagarla.
Al mismo tiempo, el establishment local, especialmente a través de los medios, insiste diariamente en que el acuerdo con el FMI a cualquier costo es la solución a todos los males y presiona a través del valor del dólar ilegal, generando una situación de incertidumbre permanente. Sabemos que esos pesos que sube el dólar blue presionan sobre los precios, justo cuando la puja por su control está también en el centro de la escena política. Todos estos mecanismos de chantaje, que actúan sobre lo que comemos y sobre nuestros ingresos a diario, ponen de manifiesto la necesidad imperiosa de discutir la deuda más allá de los tecnicismos: es decir, asumiéndola como un problema estrictamente político.
Poner esos términos en la discusión sobre la deuda externa fue una de las consignas de la actividad que coordiné junto a Mario Santucho, editor de la revista Crisis, en el Proyecto Ballena, realizado en el CCK el domingo pasado. Con el título “Cómo salir de la trampa de la deuda eterna”, la discusión sobre la negociación de la deuda externa, casi ausente durante todo el debate electoral, fue abordada partiendo de la necesidad de recoger experiencias internacionales en relación a la coyuntura argentina. Contó con la participación del Ministro de Economía de Argentina Martín Guzmán, con Andrés Arauz, candidato a presidente en las últimas elecciones de Ecuador y con Yanis Varufakis, Ministro de Finanzas de Grecia durante el 2015, en medio de la crisis de deuda de aquel país.
Las declaraciones de Guzmán en la actividad generaron enorme repercusión mediática durante toda la semana, por definiciones como ésta: “El préstamo con el Fondo Monetario fue para financiar la campaña de Macri”. Quedó claro desde el inicio que el ministro tendría un tono distinto al de la exclusividad de las palabras déficit, emisión o sustentabilidad. “¿Por qué el gobierno de Macri acudió al Fondo? Porque eligió pagarle en dólares a los acreedores privados cuando podría haber renegociado esa deuda, es decir, que eligió hacer una alianza con el Fondo”, dijo Guzmán.
“Los argumentos macroeconómicos ya los ganamos, lo que tenemos que ganar es la política y para eso necesitamos solidaridad internacional y gobiernos que planifiquen la guerra contra las finanzas internacionales”, dijo Yanis Varufakis, (un argumento que también despliega en su libro “Comportarse como adultos”), invitando a una tarea titánica pero que desde los feminismos nos hemos tomado muy en serio cuando cuando demarcamos con la deuda un antagonismo en los paros internacionales y en las distintas acciones callejeras que desplegamos en los últimos años.
La tarea de declararle la guerra a las finanzas no es solo de los gobiernos, nos involucra en construir fuerza y en la tarea de hacer pedagogía desde la propia vida cotidiana de cómo las finanzas nos hacen la guerra a los sectores más precarizados. Porque la experiencia de estar endeudadas para vivir, hace que los efectos del saqueo fianciero impulsado durante el gobierno de Mauricio Macri se perciban en cada casa, como hemos resaltado haciendo una lectura feminista de la deuda.
La actividad también tomó como punto de partida la pregunta de si existe alguna alternativa que nos permita perforar el estrecho marco del orden financiero actual (conocido como AFI: arquitectura financiera internacional) y cuáles serían estrategias posibles para llevarlo a cabo.
En ese sentido, fue elocuente la intervención de Andrés Arauz, quién resaltó la necesidad de llevar la discusión a un plano internacional, incluso en las Naciones Unidas, recreando un club de países deudores que pueda hacerse cargo de la asimetría que se enfrenta en la negociación con los acreedores más poderosos del mundo. La estrategia propuesta por Arauz incluye también poner en escena la vinculación entre endeudamiento externo y fuga de capitales, y entre endeudamiento y poder judicial.
Es otro apunte de la jornada que llega al mismo momento en que los Pandora Papers muestran a Argentina en el tercer lugar de los países con mayores fortunas fugadas al exterior. Por eso, la estrategia de enfrentamiento contra la deuda se completa con la necesidad de saber a dónde y quiénes fugaron ese dinero. Arauz marcó esto también en relación a la realidad de Ecuador donde su actual presidente tiene fondos en paraísos fiscales mientras aplica el programa del FMI (el “presidente-banquero-off-shore-Lasso”, lo bautizó Arauz en vivo), que es resistido en estos momentos con paros y movilizaciones callejeras. Agregó un dato importante: el FMI en su creación incluyó un artículo que lo comprometía a cooperar en la recuperación de los fondos fugados desde los países deudores hacia paraísos fiscales. La importancia de generar e impulsar auditorías ciudadanas de la deuda que involucren a la sociedad y expliquen públicamente lo que significa el saqueo financiero fue también otro de los puntos abordados.
La composición internacional de las intervenciones fue fundamental para el señalamiento de la deuda como un dispositivo geopolítico que, en palabras de Varufakis, asegura “que los excedentes que producimos en nuestros países vayan a parar a los paraísos fiscales”, agilizado por el rol de las oligarquías transnacionales. Por eso destacó que se debe profundizar en investigar cuál es la complicidad de los actores locales con el proceso de endeudamiento: “la deuda externa es un instrumento de gobierno que conecta a las oligarquías locales con las finanzas internacionales”, dijo.
Es impensable la capacidad de acción del FMI sin comprenderlo como la alianza última de los poderes concentrados locales: es decir, de los mismos que hoy actúan como factor desestabilizante mediante la suba del dólar ilegal y que presionan, a través de los medios, por un acuerdo rápido y a cualquier costo para “cumplir” con la deuda externa.
Dólar ilegal, paraísos fiscales, mercados, son palabras que requieren que ampliemos nuestra imaginación política para armar agenda e imaginar escenas concretas de confrontación, porque son los modos en que la oligarquía local intenta disciplinar la capacidad de veto de las organizaciones sociales al programa de las finanzas internacionales.
Por último, Varufakis, señaló un punto clave: propuso pensar la vinculación entre el malestar y la humillación de los pueblos que generan los programas de las finanzas internacionales con la avanzada fascista que se da a nivel global. Así, , donde -según Varufakis- el fascismo ya está incorporado en el establishment financiero y, por tanto, ya tiene capacidad de imponer políticas (se refirió, como ejemplo, a la legislación nazi contra la migración que acaba de aprobar Grecia).
En la escena local, lo vemos hoy en personajes como el mediático Millei, que nos exigen pensar cómo la interpelación a la subjetividad “endeudada”, precarizada y “educada financieramente” puede articularse con formas de autoritarismo. Los meses que vienen son urgentes: nos ponen frente a la exigencia de ensanchar las alianzas entre movimientos y de discutir estrategias para enfrentar la deuda en todos estos niveles. El endeudamiento externo será también un tema de debate en el “Encuentro de Feminismo Popular” convocado para este sábado en el Estadio Malvinas Argentinas. Porque no hay dudas: toda deuda es política.