Si el mercado destituyente gana las elecciones de noviembre tendremos a una derecha guerrera dispuesta a todo. No será ocioso repetir la segunda parte de la frase anterior: “dispuesta a todo”. Aquí hay una gran incógnita que ya tiene dilatada duración. En el golpe duro a Evo Morales participó el ejército. Los militares le sugirieron a Evo que se fuera. Usaron el verbo “sugerir” para cuidar los buenos modales. Pero una palabra carga su significante según quién la emita. Los militares tienen las armas. Eso le otorga especial peligrosidad a cualquier cosa que digan. Detrás de sus palabras están las armas. Detrás de las armas está la muerte.
La situación es seria. Porque la oposición que buscar el asalto al gobierno hace tiempo que muestra las garras. Y si hay una unidad en este país es la unidad de eso que llamamos el poder real. Sabemos que todo lo tienen. Sabemos del poder de los oligopolios, hegemonizados por el poder mediático. Escribí un libro gordo y ambicioso bajo el título de Filosofía política del poder mediático. No sé si se leyó poco o satisfactoriamente. Ha quedado algo fuera de época porque los culos y la telebasura pasaron su momento de gloria con el ocaso de los de los Show Match y la sonrisa del ahora políitico preocupado por el país M. Tinelli.
Hay que cuidar el orden democrático. Una gran fraccíón de los opositores los inventa y ofende como corruptos, hambreadores del pueblo, malos e inefectivos en la lucha contra la pandemia. Este gobierno recibe sugerencias, tiene respeto internacional, está a favor de la autonomía estratégica del patrimonio, avanza y retrocede, pero pareciera haber comprendido algunas cosas. Basta de caricias en la cara de los duros adversarios (que cada vez se parecen más a los enemigos que analiza Carl Schmitt), basta de “mi amigo”, basta de vamos todos juntos “a construir la Argentina que nos debemos”.
La política es un duro juego de intereses contrapuestros. El más efectivo es el que mejor dinamiza la iniciativa política. Hay que mostrarles la mayor firmeza a los formadores de precios. Precios para el pueblo. Precios para que los hambreados se alimenten bien. Que los buenos y sanos productos de nuestro campo se distribuyan para alegría del pueblo trabajador. Este país no puede permitirse el hambre de los de abajo. Sobre todo si lo que les falta es lo que les sobra a los de arriba. Y así será –no lo duden- lo que nos espera con los que ya saborean una victoria en noviembre. ¿Quiere darle un sentido a su vida? Haga todo lo que pueda por impedir ese horizonte sombrío.