El 28 de octubre de 1983, Ítalo Luder pronunció un flojo discurso ante una multitud en la Avenida 9 de julio, dando espaldas al Obelisco. Afirmó que el candidato peronista en elecciones libres (él mismo) tenía asegurada la presidencia. El vaticinio falló, la movilización se recuerda más por la piromanía fúnebre de Herminio Iglesias. A la distancia, se sabe ahora que la votación estaba resuelta desde semanas o meses antes por motivos históricos evidentes, comprensibles. El peronismo unido no es invencible en el cuarto oscuro desde el arranque de la recuperación democrática aunque esa sarasa resucite de vez en cuando.
También se corroboró que una muchedumbre superior a la congregada en el mismo escenario por el luego presidente Raúl Alfonsín no garantizaba, de modo axiomático, mayoría en la votación.
Treinta y ocho años después, con experiencia acumulada en comicios regulares es sensato pensar que, a grandes trazos, la elección del 14 de noviembre está resuelta. El punto, neurálgico, es que no conocemos el veredicto y que pueden sobrevenir cambios parciales hasta último momento en una competencia en la que los detalles cuentan
Las Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias (PASO) arrojaron un pronunciamiento contundente. El oficialismo perdió votos y potencial para sumar bancas en casi todas las provincias. Juntos por el Cambio (JpC) se impuso rotundamente. El Frente de Izquierda Unidad (FIT) se consolidó como tercera fuerza nacional, creciendo desde el pie, paso a paso. Prosperaron partidos de derecha, en particular en la Ciudad Autónoma (CABA y Buenos Aires). Puede interpretarse que el conjunto de variopintos rivales creció con apoyos que el Frente de Todos (FdT) había conseguido apenas dos años atrás.
El presidente Alberto Fernández reconoció la derrota y la existencia de un mensaje crítico del electorado. Afirmó haber entendido. El oficialismo atravesó tensiones internas, un cambio de Gabinete, promovió políticas distributivas que podría haber emprendido antes.
Desde septiembre hasta hoy, cuando restan solo dos semanas, los interrogantes son si se mantendrán las tendencias de las PASO, si el Gobierno conseguirá aminorarlas o empardar, si sostendrá la amenazada mayoría en el Senado.
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Apuestas que se bifurcan: En la Casa Rosada apuestan a cambios de talante ciudadano, de la mano de la reactivación. El cese de las restricciones motivadas por la pandemia es otra fuente de optimismo relativo, en Palacio chimentan que uno de sus cultores es el Jefe de Gabinete Juan Manzur. La diferencia con septiembre es que hay más actividad económica, social y cultural. Más plata “en el bolsillo de la gente”. La inflación contrapesa los avances.
El Programa de Precios máximos se concibe como primer peldaño de una política a mediano plazo, no inmediatista. Baqueanos territoriales observan que gana consensos: a la gente le gusta que el gobierno se plante, “que haga algo”. Con prudencia extrema, hay encuestadores que piensan parecido. Se hablará sobre ellos, más extensamente líneas abajo.
La política de precios añade otro objetivo estratégico que reseña el colega Raúl Dellatorre. Consigue realineamientos en el frente empresario. Un abanico de PyMEs se distancia de las corporaciones formadoras de precios, atendiendo a intereses propios antes que a fantasías ideologistas. Valoran que los funcionarios los atiendan, sintonicen con sus necesidades, abran puertas y mesas, decidan en consecuencia. Tal vez esa semillas germinen, jamás será en quince días.
¿Cambia el talante colectivo en una coyuntura cruel, inédita, inacabada? Dicho en general, parece difícil o imposible. Los oficialismos ganan o pierden las elecciones. En este caso, se combinaron insatisfacciones clásicas (la economía) con las privaciones nuevas, las educativas en particular. Las emociones gravitaron. El Gobierno no sopesó el dolor y la bronca acumulados, sobrevaloró el impacto de la vacunación masiva.
El intento de recuperación de votantes tras una PASO única, rehabilita tácticas tradicionales. El alto ausentismo es clave, se notó más en distritos o barrios con tradición de voto peronista. Los votos se cuentan de a uno, a la hora señalada. En esta instancia se intenta buscarlos de uno hasta que sean muchos.
Puntear los padrones, registrar a los que no fueron. Acercarse, armar reuniones en los barrios o visitarlos en sus domicilios. Escuchar, tomar mate, entender, persuadir. Hacerlos partícipes del futuro, de lo que se juega.
Garantizarles traslado hasta los centros de votación el domingo 14.
Se precisan militancia, compromiso, mística, muchas horas de labor. En Buenos Aires habría que convencer a cientos de miles de personas. Sin el compromiso de los intendentes sería misión imposible. Con su concurso, un desafío arduo.
Las versiones acerca del laburo de los alcaldes se bifurcan, hay para todos los gustos. En los reductos peronistas clásicos cunde el optimismo de la voluntad. Nadie lo cuantifica, desde ya.
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Cautela luego del traspié: Trastabillaron feo las encuestas anteriores a las PASO. Las bocas de urna salieron fatal manteniendo “engañados” durante horas a candidatos o dirigentes oficialistas … y también a los cambiemitas. Ocurrió alguna vez antes: Pinky en La Matanza en 1999. Una competencia para gobernador en Tucumán ese mismo año: todos los candidatos reconocieron el triunfo de Ricardo Bussi fundados en las bocas de urna. Horas después, el escrutinio develó que había vencido el peronista Julio Miranda, Se evocan dos antecedentes porque es extraño que todos los contrincantes se confundan.
Los consultores, escaldados, pisan con pies de plomo. Meter la pata es fulero, reincidir resultaría tremendo. Observan los números, desconfían de los ciudadanos consultados. Escudriñan posibles inconsistencias con base en los números duros del escrutinio. Por dar solo un ejemplo: en algún sondeo, hay demasiados ausentes en las PASO que afirman que votarán. Conforme los precedentes, la participación crece en las elecciones generales pero sería batacazo que trepara más de un diez por ciento. Cinco por ciento adicional podría ser un piso, preocupante a fuer de escaso para el FdT. En fin, los especialistas ponen las barbas en remojo.
En corrillos y quinchos políticos corre el rumor de un acortamiento de diferencias en la provincia de Buenos Aires. Los cambiemitas lo divulgan entre sus huestes: ¿porque lo temen o para evitar que se achanchen? Chi lo sá.
La nota de Raúl Kollmann publicada en esta misma edición recorre el espinel de especialistas, se recomienda su lectura.
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Las provincias, el Senado: Nadie lo verbaliza en público pero el oficialismo da por hecha la derrota en la CABA (bastión PRO) y en las tres provincias radicales de la UCR: Jujuy, Mendoza y Corrientes. Estas dos renuevan senadores, si se revalidan las PASO el FdT perdería un senador correntino. En Mendoza tiene una.
Córdoba es otro territorio genéticamente hostil, sin perspectivas.
“Dar vuelta” los resultados en Chubut y La Pampa pasa a ser esencial. Los compañeros asignan mejores expectativas en La Pampa: se perdió en septiembre, se resignaría una banca, es una provincia peronista, con un partido fuerte y afiatado. Se puede caminar, recorrer, trabajar voto a voto. La escala más reducida que la bonaerense acrecienta las chances.
Cada provincia es un mundo diferente. Por rarezas de diseño los tres senadores de Chubut revistan en la bancada oficialista nacional, incluso el elegido por el partido del gobernador Mariano Arcioni, peronista díscolo, (¿ex?) massista, de gestión deplorable. El Gobierno está condenado a perder uno, serían dos con los guarismos de dos meses atrás. En aquel momento se podía imaginar una operación política: convencer a Arcioni para que retirara su lista, esperanzados en que los respectivos votos derivaran al FdT. Un sofisticado menú de dos pasos: no se concretó.
¿Unidad en la acción? Cada distrito es único, repetimos. El gobernador tucumano en uso de licencia Juan Manzur y su vice Osvaldo Jaldo protagonizaron una interna furibunda. Manzur se fue a Nación, Jaldo ascendió a gobernador. Ahora sus porvenires convergen, las apetencias comunes tiran más que una yunta de bueyes. La campaña avanza bien, afirman comprovincianos sonrientes y no sorprendidos.
En La Pampa se cruzan acusaciones entre allegados al gobernador Sergio Ziliotto y al gran referente provincial el exmandatario Carlos Verna. Faltaría cooperación señalan algunos, otros lo niegan. Sería temerario arbitrar desde el lejano panóptico de este cronista.
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La resurrección del imputado Macri: La victoria fortifica, los votantes a ganador en las PASO no suelen dispersarse. Para la principal coalición opositora lo ideal era que nada cambiara desde septiembre. Hibernar, en el límite de la imaginación. No equivocarse feo, no dividirse, en el más acotado margen real. Con viento a favor, todo resulta más sencillo.
Las minucias de campaña condicionan poco si no hay fallas terribles. Si la suerte dependiera de errores o torpezas al responder entrevistas Diego Santilli andaría por el fondo de la tabla, palo y palo con Florencio Randazzo y Cynthia Hotton.
El Jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta se impuso como gran elector y como vencedor en las internas. Desplazó al expresidente Mauricio Macri, lo dejó afuera. La reaparición de “Mauricio” como imputado en una causa por espionaje no le conviene. Larreta no dispone de espacio para diferenciarse ni es bueno quedar pegado a un piantavotos que gambetea citaciones en Tribunales,
Macri se reengancha, atisba una ocasión para asociarse a un resultado positivo. Además, teme ir preso desde meses antes de dejar la Casa Rosada. Se equivoca, porque la doctrina Irurzun se inventó solo para perseguir kirchneristas. La inventó su Gobierno, aliado a buena parte del Poder Judicial.
Como sea, Macri hace de la necesidad virtud: convoca a un fallido hecho de masas en Dolores. Participa la mitad de su Gabinete, una performance berreta.
Los medios concentrados lo defienden a capa y espada. Maltratan y desprecian a los familiares de las víctimas del hundimiento del ARA San Juan. Gente común herida, revictimizada.
La línea de defensa se cerrará, con posterioridad al cierre de esta nota, cenando con Juana Viale. La derecha tutela a su paladín.
Para los radicales, el episodio es pura ganancia. Se diferencian de Macri y del PRO. El candidato Facundo Manes primereó reprobando el faltazo de Macri. El calendario lo ayudó, cerró un acto recordatorio en el mini estadio de Ferro, evocando a Alfonsín, recitando el Preámbulo, lejos de los tribunales y las chicanas.
El gobernador jujeño Gerardo Morales, otro que se autopercibe presidenciable, se sumó a los cuestionamientos. Nula legitimidad y alto oportunismo del carcelero de Milagro Sala.
Los cambiemitas demarcan territorio para los días y meses post comiciales. No se dividieron en el llano, tuvieron sentido de conservación.
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Derechazos surtidos: La derecha fáctica descuenta la derrota del oficialismo, se mueve para sostenerla o acentuarla.
Las maniobras especulativas en el ínfimo, capcioso y potente mercado del dólar paralelo se repiten en cada elección. Nula innovación de los especuladores VIP. La costumbre no le resta peligrosidad a las jugadas ni debería ahorrarles reproches.
La ofensiva anti mapuche es otra herramienta. El domingo pasado los periodistas Jorge Lanata y Joaquín Morales Solá transgredieron límites de buena praxis. Macartismo al rojo vivo, hablando de “Indios al ataque “ uno. El otro resucitando palabras de la dictadura: “foquismo”, “grupos insurgentes”. Los escrúpulos te los debo, el triunfalismo induce a dejar de lado maquillajes, convenciones, respeto al diferente.
El oficialismo corre contra reloj, en desventaja con el objetivo de mantenerse unido y de sostener la gobernabilidad con cualquier resultado. Retomar las promesas no concretadas, imaginar un programa económico más ambicioso y redistributivo. Mirarse en el espejo, honrar las promesas de Alberto Fernández en la remota campaña de 2019 y en la noche de las PASO.