“Encontramos mucho reconocimiento de la gente. Pero del lado de la dirigencia lo que hubo es un silencio total. Hay un distanciamiento enorme de la clase política respecto de la vida real, de la economía real de las personas. La clase política está en otra: no registra la gravedad de la crisis, no se entera de que la mayoría de las familias hoy no pueden alimentarse bien porque en comer se te va el 80 por ciento del sueldo. Tampoco registra la legitimidad de nuestro reclamo”, dice Rosalía Pellegrini. Ese es su balance -el de la Unión de Trabajadores de la Tierra- sobre los cuatro días de acampe frente al Congreso. Un resultado con dos caras: de un lado la constatación de que la sociedad está poniendo en discusión “qué comemos, quién lo produce y cómo se produce”; del otro, el silencio de la dirigencia política, que parece impermeable a ese interés. En concreto, no hubo respuestas del Congreso al pedido de tratamiento de la Ley de Acceso a la Tierra.
El acampe de la UTT tuvo el objetivo de poner en agenda ese proyecto, que dispone la creación de una línea de créditos blandos, a la manera de un Procrear Rural, para que los productores de la Agricultura Familiar puedan comprar un lote.
En la actualidad más del 70 por ciento de los pequeños productores alquilan la tierra que siembran. Los precios de los arrendamientos son una condena a la pobreza: “el valor de una hectárea no baja de los 15 mil pesos mensuales”, indican en la organización. Por otra parte, en los terrenos no les permiten levantar como vivienda más que una casilla precaria, de madera y nylon. Así, aunque producen el 60% de los alimentos frescos de la mesa de los argentinos, los pequeños productores viven en condiciones de pobreza y extrema precariedad.
La UTT viene impulsando el proyecto desde hace 5 años. Lo ingresó por primera vez a la Cámara de Diputados durante la gestión macrista, en 2016 y luego lo volvió a llevarlo al Congreso en 2018. En octubre de 2020, durante el gobierno de Alberto Fernández, lo presentó por tercera vez, ya con el apoyo del Frente de Todos y la promesa de que sería aprobado. Sin embargo, el tratamiento de la ley no tuvo avances y aún no recibió siquiera dictamen de comisión, el requisito para que pueda ser llevada al recinto.
El acampe frente al Congreso arrancó el lunes con un verdurazo. Desde el martes al jueves, la UTT mantuvo en el lugar una feria y un gazebo en el que organizó encuentros de debate y talleres. Allí Narda Lepes enseñó a preparar kale y Juan Ferrara -Juanito, de Cocineros Argentinos- dio una clase de rellenos y repulgues. También se hicieron charlas sobre la ley y la agroecología y un debate sobre el cultivo de cannabis.
La feria llevó al público verdura agroecológica. Por otra parte, la cooperativa de Proyecto 7 hizo un panazo y en otros puestos se puso a la venta asado a precios populares y productos envasados --harinas, yerba, semillas, miel-- de la economía popular.
“Hacemos un balance positivo en el sentido de que se acercó mucha gente. Tuvimos una buena respuesta de la sociedad y mucha presencia de los medios. Lo que vemos es que cada vez se instala más la discusión sobre el modelo agroalimentario y la necesidad de democratizar la producción y el acceso a la tierra. Aunque sobre la ley, seguimos sin respuestas concretas”, resumió a Página 12 Nahuel Levaggi, referente de la UTT y director del Mercado Central.
De manera simultánea al acampe, en el interior del país hubo movilizaciones de productores en 18 provincias. Las jornadas de protesta incluyeron por otra parte una actividad que hasta ahora los productores no incluían en sus manifestaciones: las mujeres de la agricultura familiar hicieron un piquete en el ingreso a la planta de Bayer-Monsanto ubicada en la ciudad de Zárate.
En él plantearon que el modelo productivo dominante, basado en el uso de agrotóxicos y semillas modificadas genéticamente, es un paquete tecnológico que condiciona las formas de producción.
“El piquete busca hacer visible que la producción que imponen estas empresas se basa en el uso de agrotóxicos. No nutre ni alimenta, sino que perjudica la salud y la tierra, provocando desmontes, contaminación, enfermedades”, señalaron durante la protesta.
Rosalía Pellegrini cree que la UTT sumará a sus próximos verdurazos más contenidos de este orden. “La mayoría de la gente no sabe ni siquiera dónde está Monsanto, no conoce por ejemplo, que tiene una planta en Zárate. De estas empresas sólo saben lo que muestran sus campañas publicitarias, mientras dañan nuestro territorio con agroquímicos, las vidas de quienes comen ese alimentos y las vidas de las familias campesinas. Producen un alimento que cada vez está más caro, que enferma y que envenena, pero no son visibles para la mayoría”.