La Compañía Argentina de Teatro Clásico logró una verdadera hazaña: en 2017 fueron a presentar La discreta enamorada de Lope de Vega nada menos que al Festival de Almagro (España) –donde se congrega un público muy entendido, amante del Siglo de Oro– y los aplaudieron de pie. “Allá éramos los Rolling Stones. Al final de la función nos gritaban por la calle: ‘¡Enhorabuena!’”, recuerda Santiago Doria, director de esta compañía integrada por Irene Almus, Gastón Ares, Rosalía Celentano, Andrés D’Adamo, Mónica D’Agostino, Pablo Di Felice, Francisco Pesqueira, Jazmín Ríos, Gabriel Virtuoso y Ana Yovino. Pero esa no es la única aventura en la que se embarcaron.
La segunda obra del repertorio fue El lindo Don Diego (Agustín Moreto) y ahora es el turno de La celosa de sí misma (Tirso de Molina), que puede verse todos los viernes a las 20 en el Centro Cultural de la Cooperación. Después de sus visitas a España empezaron a ser reconocidos como “los argentinos que hacen teatro clásico” y decidieron armar la compañía. “Hay una magia muy particular en esto de ser argentinos pero no estar españolizados para decir esos textos, los abordamos desde nuestro propio lugar”, señala Pesqueira. Hacer teatro en verso no es cosa fácil: los actores cuentan que primero es necesario comprender el sentido del texto para luego desacralizarlo. “Lo hacemos en chino, en italiano, en francés, desde un lugar muy lúdico. A mí me sirve mucho traducir el contenido en qué quiere o qué hace el personaje, ir a Stanislavsky y cruzarlo con el Siglo de Oro”, dice Yovino.
Esos cruces le dan una impronta particular a los trabajos de la compañía: la formación de actores en Argentina está atravesada por la escuela stanislavskiana, pero Virtuoso señala que el Siglo de Oro propone un abordaje mucho más exterior. “Cuando llegamos a Almagro entendí todo: el público quería ver teatro clásico. Si uno empieza a preguntarse qué es lo que siente el personaje, se pierden otras cosas. Estás actuando con el público y hay que devolverles la pelota. Ahí se da una interacción que es muy de teatro popular, hasta callejero”. Las producciones de ese período cargan aún hoy con el prejuicio de ser teatro para eruditos, pero lo cierto es que en aquella época las obras se montaban en el Corral de Comedias y reunían a todo el pueblo.
El Siglo de Oro Español reformula las máscaras propias de la Comedia del Arte y elabora arquetipos: la Enamorada, el Galán, los Criados, el Padre. Cambian las tramas y los enredos pero los personajes se mantienen. El elenco explica que hoy se valora la ductilidad de un actor, pero en el siglo XVI se destacaban quienes eran capaces de sostener un mismo rol a lo largo de toda su carrera. “En estas obras se instala la complicidad con el público. Ese código que el autor establece con los espectadores construye el fenómeno popular. Eso es muy del Siglo de Oro y llega hasta nuestros días: lo ves hoy en cualquier telenovela”, afirma Doria.
Hace poco el grupo tuvo la oportunidad de presentar un Lope de Vega en Benavídez frente a un público popular de todas las edades y comprobaron el alcance de esas piezas. “Algunos autores despiertan cierta solemnidad, pero de golpe ese público entra en la acción, la comprende y se siente bien porque entiende a un autor que parecía lejano. Se produce algo casi místico, sentís que ese autor está vivo”, subraya Pesqueira. La compañía se propuso entusiasmar a teatristas y teatreros, crear el hábito de hacer y ver clásicos en un contexto donde la oferta es cada vez más acotada. Doria explica que la misión es recuperar dos generaciones perdidas para el Siglo de Oro: los millennials y los centennials que quedaron afuera del fenómeno en Buenos Aires por razones cronológicas.
Desde sus inicios el grupo se define como un proyecto independiente y autogestivo, y a excepción de los subsidios de Proteatro, el Instituto Nacional del Teatro (INT) y algunas contribuciones del Fondo Nacional de las Artes (FNA) para la confección del vestuario, la compañía tuvo que costear sus pasajes con el propio caché y la organización de una feria americana. “En ese momento era la primera visita a España pero ahora somos la CATC, tenemos un nombre y un repertorio. Ojalá que este año nos den un poquito más de bolilla”, expresa el director.
La compañía tiene apenas cuatro años de vida pero han sido de intensa actividad: además de las funciones en el CCC y sus giras por España, en 2020 se subió a Teatrix una versión de Tu cuna fue un conventillo (Alberto Vacarezza) a 100 años de su estreno, el Teatro Cervantes los invitó a formar parte de los festejos de su centenario interpretando algunas escenas de La dama Boba (Lope de Vega) y editaron junto al INT el Cuaderno de Picadero N°38 dedicado a esta experiencia colectiva.
Los artículos de ese cuaderno fueron escritos por los propios artistas y abordan temáticas diversas vinculadas con el Siglo de Oro: el concepto de escenografía verbal, el rol del gracioso o el vínculo con el teatro argentino, entre otras. Y las integrantes de la compañía volcaron su mirada sobre el rol de las mujeres en esa época. Ríos, por ejemplo, se fascinó con la Baltasara, una actriz estelar que tuvo un brote psicótico en plena función y terminó sus días encerrada en un convento. D’Agostino, por su parte, comenta: “Las mujeres no tenían mucho lugar. Buscaban su espacio como podían, casándose con actores o directores porque era la única forma de abrirse camino y poder subir a un escenario. El analfabetismo de las mujeres era de un 67 % y los hombres debían leerles sus textos para que pudieran memorizarlos”.
Almus señala cierta idealización en torno al amor, el romanticismo y las mujeres, y advierte que en la vida cotidiana no eran tan poderosas como se las mostraba en estas piezas. “Me sorprende lo que estas mujeres deben hacer para acceder a su deseo: disfrazarse de varón o simular ser una chica buena para cumplir un rol. A pesar de todos los avances, seguimos arrastrando un montón de cosas: aún se nos invisibiliza, no se reconoce nuestro trabajo, tenemos que estar ‘al servicio de’, ser buenas, agradables, porque en cuanto no estamos de acuerdo somos conflictivas o egoístas”, agrega Yovino.
Además de los desafíos técnicos del verso, el deseo de contagiar el gusto por el teatro clásico o la responsabilidad de representar al país en los festivales europeos, el proyecto de la compañía constituye en sí mismo una resistencia ante la “dictadura de lo útil” y el imperio de la inmediatez. “Este proyecto va contra el signo de estos tiempos de entendimiento rápido e imágenes; la compañía trabaja con la filigrana de la palabra despaciosa”, destaca Almus, y Doria concluye: “Estamos viviendo una época que mide todo en función de la utilidad: si no es útil, no sirve. ¿Qué cultivamos con el verso? La belleza”.
* La celosa de sí misma puede verse los viernes a las 20 en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543) y las entradas pueden adquirirse por Alternativa Teatral.