Si, ya lo sé Jefe, ¡ya lo sé! Ya sé que usted me dijo cuán importante era este evento. Que era la primera vez que una compañía chiquita como la nuestra era invitada a participar en una conferencia internacional de Láseres, nada menos que en Los Angeles. Que iba a estar la gringa ésa que es la nueva directora de Scientific Lasers Inc., y que nuestro acuerdo de cooperación con ellos estaba a prueba. Que era fundamental acercarnos y generar relaciones con los japoneses de Optometrics Nipon LTD. Ya lo sé, ya lo sé, y créame que lo lamento mucho.

Pero usted me conoce Jefe, a mí estas cosas me cuestan. Yo soy un tipo sencillo y me encanta hacer negocios, pero una cosa es compartir el asado con mis clientes de siempre, y venderles el nuevo láser de Argón para sus investigaciones rodeados de choripanes y vasos de moscato y otra es que me mande así, solito, en mi primera experiencia internacional a la boca del lobo.

Y mire que me preparé, ¿eh? No crea que fui así nomas. Le pedí muchos consejos a la patrona, que ella sí sabe de estas cosas. ¿Se acuerda que le dije que trabaja en una de esas compañías gigantes de Silicon Valley? Ella es la reina de estos mundos corporativos y sabe cómo viene la mano con estas conferencias. Lo primero que me dijo cuando le conté fue : “¡¡Ahh, nooo!! ¡No podés ir con esa ropa!”. Y ahí me agarró nomás, convencida de que mis mocasines del año 1986 no encajaban con el evento, aunque yo les había hecho cambiar la media suela y habían quedado pipí-cucú.

No, no, tranquilo Jefe, no se me ofusque. Déjeme que le cuente los detalles porque le juro que yo traté de hacer las cosas bien desde el principio. Llegué a Los Angeles y al día siguiente me empilché de arriba a abajo. Mire, créame, impecable estaba. Peinado para atrás y perfumado. Pero como uno quiere conocer cuando llega a lugares nuevos, a pesar de que había combis de traslado insistí en ir caminando al centro de convenciones. ¡¡Claaaaro!! Nadie me dijo era que era todo autopista, sin vereda, y así fue que esquivando al decimotercer BMW me caí sobre un cantero. El borde del guard rail me hizo un siete en el pantalón nuevo color cremita, y creo que me corté una venita porque era un enchastre de sangre que ni le cuento. Lo limpié como pude y llegué, un poquito transpirado porque hacían 39 grados, al salón de convenciones.

Si, ya sé que le llegó la demanda civil por acoso sexual de la gringa de Scientific Lasers Inc. Pero como ya habíamos cruzado un mail y me había saludado con un “Bye Susan”, para mí ya teníamos la confianza para que le diera un buen beso en la mejilla y el abrazo que, usted sabe, yo se lo doy a todos los que conozco. ¿Qué le voy a hacer? Soy un tipo afectuoso, si hasta me dicen “koala” porque me abrazo a todo el mundo. Palo de escoba la rubia cuando la abracé y la besé, no me va a creer. Está bien que las manchas de sangre en el pantalón y la camisa transpirada no ayudaban. Me miró como si fuera el peor violador serial de la historia, masculló un “juisdisgai” horrorizada y después créame, la perseguí por todo el evento para hablarle de nuestro acuerdo de cooperación pero desistí cuando los dos grandotes de seguridad se me acercaron con cara de pocos amigos.

 

Con los japoneses reconozco que me equivoqué un poquito. Porque primero vi a uno de ellos, solito, copa en mano, tan perdido como yo y me dije: “a este me lo engancho para charlar un rato”. Porque la verdad, ese cocktail de bienvenida era un plomazo. Como ya teníamos varias copas encima los dos, terminamos de amigotes con el ponja. Y fue entonces cuando ocurrió la catástrofe. Con sonrisa alcohólica me dijo: “Vení, que te presento a mi jefe”. 

“Vamo´campeón”, pensé inmediatamente, convencido de que me volvía con un acuerdo por 10 palos de yenes. Alcancé a cazar un canapé con la izquierda mientras extendía la derecha al tiempo que mi amigo me introducía a un señor mayor de ceño muy adusto, traje negro y anteojos de marco de carey: “Mr. Kato”, dijo, con un temor reverencial milenario agachando su espalda en la formal reverencia nipona. Y perdóneme jefe, pero yo escuché ese nombre y se me vino a la cabeza el ayudante de La Pantera Rosa, ¿se acuerda? Kato, se llamaba también, ese que lo esperaba al Inspector Clouseau para atacarlo por sorpresa con golpes de karate por todos lados. Y me empecé a tentar de risa Jefe, se lo juro, yo no quería, pero era tan formal la reverencia de mi amigo y el señor Kato me miraba fijo y yo me lo imaginaba saltando del armario para atacar al Inspector, y como tenía el canapé en la boca e intentaba no reírme fuerte le llené de miguitas la solapa y mi nuevo amigo me miraba desesperado porque yo intentaba limpiar al Señor Kato mientras lo imaginaba dando patadas voladoras y bué…. 

Qué quiere que le diga. El Señor Kato, director general de Optometrics Nipon LTD, me fulminó con una mirada de harakiri, se volvió hacia su subordinado y empezó a vociferar en japonés mientras mi amigo hacía tantas reverencias simultáneas que creo que no le quedó una vértebra derecha y yo terminaba de escupir el canapé en el último ataque de risa. Cuando Mr. Kato partió intenté una disculpa con mi amigo pero no se por qué, salió corriendo. Claro, pensé después, imagino que con este episodio su carrera profesional debe haber quedado un poquito golpeada. Y me lo imaginé como Empujador Principal de Subtes en Tokio mientras agarraba otra copita de champagne.