Cada vez que en el campeonato de la Primera Nacional se están por definir el ascenso directo a Primera y las clasificaciones al Reducido por el segundo ascenso, las aguas del fútbol bajan turbias y el ambiente se llena de sospechas. Y este año ha vuelto a pasar lo mismo. Hay por lo menos 12 equipos dando pelea por las dos plazas que llevan a la máxima categoría. Dos de ellos, Barracas Central y Güemes de Santiago del Estero, están fuertemente vinculados a altas autoridades de la AFA: a Barracas lo preside uno de los hijos del presidente Claudio Tapia, quien llegó a ese cargo en representación de ese club. Y en Güemes pisa muy fuerte Pablo Toviggino, el tesorero de la entidad y para muchos, el verdadero poder en el manejo del día a día del fútbol argentino.
Pero no se detiene ahí la lista de los presuntos influyentes: se menciona a equipos apadrinados por políticos muy importantes, por empresarios muy poderosos y hasta por capos narcos del conurbano bonaerense. Hay dos coincidencias entre todos ellos: los ascensos se definen en una mesa muy lejos de las canchas y los árbitros no son una pieza neutral en este juego. En este clima enrarecido por los rumores y las suspicacias y en el que todos miran por debajo del agua, habrán de disputarse las dos últimas fechas.
En el torneo pasado, "Chiqui" Tapia cortó por lo sano: sacó de escena a los árbitros más cuestionados y convocó a los internacionales de Primera para dirigir los partidos decisivos. La apuesta dio resultados y nadie se atrevió a cuestionar la limpieza de los ascensos de Sarmiento y Platense. Ahora decidió hacer lo mismo y este domingo, las cosas salieron mal: Andrés Merlos omitió un claro penal en contra de Barracas en el encuentro con Brown de Adrogué que Barracas ganó por 2 a 1 en tiempo de descuento. Y Fernando Echenique tampoco le dio un penal a Quilmes que igualó 0 a 0 con Almirante Brown en Isidro Casanova. Echenique nunca debió haber sido nombrado para ese partido: vive a ocho cuadras de la cancha de Almirante. Pero Federico Beligoy, el director nacional de arbitraje de la AFA, no tuvo en cuenta ese detalle.
No es nuevo que la política y los negocios intenten tallar en la resolución de los campeonatos de ascenso. Pero, según parece, nunca lo han hecho con tanto descaro. Para muchos, todos los caminos, los lícitos y los ilícitos, los morales y los amorales, resultan válidos con tal de llegar a Primera. La mejor garantía para que esto no suceda y los partidos se resuelvan en las canchas es un arbitraje idóneo y honesto, que aleje todas las sospechas e inspire confianza. Y un marco dirigencial que se eleve por encima de las pasiones del momento. Nada de esto se estaría dando por el momento. Pero todavía hay tiempo para rectificar el rumbo. Tapia declara trabajar por un fútbol argentino moderno, creíble e integrado al mundo. Cuando se apagan las luces, muchos que están muy cerca de él, repiten los viejos vicios. Como si ese fuera el único camino que se puede recorrer.