Cuatro mujeres comparten una habitación de pensión, arrastrando cada una su historia de fracasos y frustraciones. Una convivencia forzada por la necesidad de refugiarse de un mundo que las rechaza y del que, sin embargo, no pueden aislarse del todo. Insisten en olvidarlo, pero el afuera siempre retorna. Se acompañan, se sostienen y se consuelan, pero también se hieren. Ninguna ilusión parece posible entre ellas cuatro pero siguen adelante. Cuatro vidas explotadas que intentan juntar sus pedazos para dar una pelea que saben que van a perder. “Pareciera que no pasa nada, que solamente están. Lo que les pasa es que se necesitan, por más de que no se soporten, de que no haya espacio”, coinciden (domingos a las 21 en Nün Teatro, Ramírez de Velazco 419). “Eso es lo que amalgama el material, más el vacío, la pena, las soledades. Tener que convivir”, con todo eso y entre ellas en una pieza metafóricamente estallada.

La obra se desarrolla en espiral, donde en cada vuelta se conoce un poco más a esas mujeres (interpretadas por Laura Manzini, Fernanda Provenzano, Alejandra Oteiza y Martina Zapico) a través de los relatos de sus anhelos, dudas y fracasos, pero también de las discusiones y las verdades que, como estocadas, a veces se escupen entre ellas. En un ambiente opresivo pero en tono de comedia, la puesta en escena resalta que algo falta o alguien sobra entre cuatro paredes donde el afuera es un contrapunto que se impone con sanciones, obligaciones, ausencias y hasta olores. Están allí compartiendo un espacio donde buscan ocultarse de la realidad que se obstina en encontrarlas. La iluminación y el sonido juegan su papel en la construcción del relato: son recursos que, por un lado, remarcan que lo que está sucediendo es una ficción; y por el otro, resaltan la transgresión de límites de lo decible o resaltan triunfos y derrotas en las disputas veladas por tener razón sobre temas que en realidad poco o nada importan.

-Petit Hotel Chernobyl cuenta cuatro historias trágicas pero sin embargo tiene tono de comedia. ¿Por qué es posible reír del fracaso de esos personajes?

Andrés Binetti: -La obra perdería mucho si la actuación y la puesta en escena se encaran melancólicamente, porque el teatro es vital y la risa es vital. La risa es necesaria. Si no me río en el teatro, siento que algo se perdió, y a la vez la risa respecto de ese tipo de situaciones y personajes es una risa con la que intento conmover, que es mover-con. La gente se mueve con esos personajes, se acerca, y eso es una potencia que tiene el teatro de representación. Todo el tiempo se está releyendo el grotesco, para mí porque es el género que mejor nos narra.

Nicolás Manasseri: -El humor muchas veces viene a narrar una idea sin ofender, y permite identificarse con los fracasos y poder reírse de ellos. Creo que la vida es un poco eso: la tolerancia al fracaso es fundamental. El salto entre la comedia al grotesco nos permite trabajar eso que a veces nos lleva a esa confusión de no saber si hay que reírse o llorar, y eso es muy interesante de hacer porque es donde el público en espectáculos que piden un compromiso al espectador le abre la pregunta de cuál de esos personajes es. Seguramente muchos dirán que no son ninguna, pero en esa risa admitirán que algo de ellas tienen. El humor es el anzuelo. Me gusta mucho que el público vaya al escenario a buscar el humor y no que el humor baje del escenario como una trompada obligándolo a reír. Esta obra nos permitía mucho de eso.

El afuera juega un papel fundamental, aunque se hagan muy pocas referencias a lo que allí sucede. Además de funcionar como contrapunto de lo que acontece puertas adentro, es un recurso potente en el teatro independiente, porque “en última instancia”, acuerdan ambos, “es una metonimia: te hacen ver algo que es imposible de ver en el escenario. Por ejemplo, un partido de tenis”, destacan. Para Binetti, esa es la característica que diferencia al teatro del cine: “Con muy pocos recursos, no necesariamente pobres, uno puede contar toda la historia. Y parte de eso es hacerlo en la cabeza del espectador o espectadora, y tiene una potencia poética notable”, analiza. “Esta es una ciudad de teatro extraordinario, en cantidad y calidad, creo que mucho tiene que ver con eso. Los espectáculos señeros de los últimos 20 años, en general, son de salas como esta”, se ceba y compara: “En Alemania sabés que el teatro se hace en el Bolshun. Acá el teatro se hace en una habitación corriendo los muebles para ensayar”, explica el autor.

Binetti escribió el texto hace 15 años a pedido de cuatro actrices que querían trabajar juntas, y lo fue construyendo entre la redacción de las escenas y los ensayos para ensamblarlas. “Es una obra que no habla de nada en específico. No tiene un arco de acción muy claro. Suceden cosas, se van acumulando en una pieza de pensión como se han acumulado estas cuatro mujeres, y lo que narra tiene que ver con esa fragmentación”, cuenta el autor. “Es una obra muy hija de la crisis de 2001, un momento muy difícil sobre todo en lo laboral”, detalla. Y Manasseri confiesa: “Cuando terminé de leer la obra, me pasó algo. Me atrajo esa estructura narrativa porque para un director toparse con un material difícil de explicar es más libre, más allá de que uno siempre busca interpretar al autor”.

-La obra tiene una dimensión costumbrista muy importante. ¿Qué tiene para decir hoy un texto escrito a pedido hace 15 años?

N.M.: -Hay mucha idiosincracia nuestra. Todo el lenguaje nos transmitía la década del '90, la crisis del 2001 y que reflejaba una onda Pizza, birra, faso. Y descubrimos que la relación de estas cuatro mujeres es atemporal, y desde ese lugar buscamos la puesta en escena, que no sea no tan referida a una época. La Argentina está atravesada por crisis recurrentes y hay mucha data ahí que está en nuestro ADN. Un poco trabajamos en profundizar esa historia y que no sea sólo una crítica al espíritu de los '90, y creo que eso es lo que se puede traer al hoy.

A.B.: -El otro día un amigo me decía que si te vas de este país una semana cambia todo, pero si te vas 20 años no cambia nada. Es extraordinario. La obra refleja algo de eso, porque si bien hay referencias temporales como Gaby Sabatini, la épica de salvarse con un deporte está en el boxeo, en el fútbol, en el tenis... La idea de una persona que insta a otra a triunfar y que triunfar sea irse a Miami. Eso es muy de la Argentina y a la vez todo se recicla. Hoy la derecha reivindica a la Argentina del siglo XIX, la “Argentina potencia”... ¡que tenía un analfabetismo enorme! Hay un loop, y me parece que el teatro se hace cargo de eso y lo repiensa. Además, tiene cierta imagen beckettiana. Si no fuera por el final, podría pensarse que estas minas están así en los '70, los '80, los '90 tratando de zafar.

-Los personajes juegan (uno en sentido literal), incluso sabiendo que van a perder. Para ustedes, ¿qué tipo de juego es el teatro?

A.B.: -En la imagen del tipo o la tipa que va a pelear una batalla que sabe que va a perder hay una épica que es conmovedora. Creo que mucho del teatro es eso, no en términos dramáticos porque también disfrutamos un montón, pero peleás contra el olvido, contra la muerte: por eso hacemos teatro. Si ya escribió (Armando) Discépolo, si ya escribió (William) Shakespeare, ¿qué más se puede decir? Y siempre hay algo más, porque uno está puesto ahí trabajando. Y eso implica un goce pero también asumir que hay una derrota. Pero si esa derrota es digna, uno se va tranquilo a la casa.

N.M.: -Es saber que tenemos que entretenernos nosotros también. Además, soy autor y muchas veces me pregunto para qué hago lo que hago. Es luchar contra el olvido, contra el fracaso. Este teatro independiente en el que si no perdemos vamos para adelante y si perdemos vamos para adelante igual. A lo mejor uno cree que tocó el techo en algo, y después te das cuenta de que no hay ningún techo y que el tema es sostener tu deseo de seguir haciendo. Si eso está, es algo por lo cual el teatro va a seguir. Raúl Serrano decía que las obras no nos dicen la verdad, hay que investigar lo que no nos dicen. Esta es la pregunta que a mí me deja tranquilo: ¿Te entretuviste? Si pasó eso, hay un trabajo hecho.