(ATENCION: ESTA COLUMNA INCLUYE SPOILERS)
Era un clásico de las primeras cinco temporadas de South Park: siempre, en algún momento, alguien terminaba pronunciando la frase "¡¡Mataron a Kenny!!". Y el latiguillo (seguido por el clásico remache "¡¡Hijos de puta!!") pareció calzar perfecto con el final de "The Disruption", tercer episodio de la tercera temporada de Succession. Escondido en un sala técnica de un canal de TV, arrumbado en el piso en un rincón, devastado por la carta pública de Shiv, el Kendall Roy soberbio e hiperactivo de los primeros dos episodios volvió a ser el Kenny sobrepasado e inseguro de años anteriores. Y eso que todavía no se cruzó a papá Logan.
Claro que en la serie de HBO nada es definitivo y el tablero cambia paso a paso. De hecho, en el anterior "Mass in time of war" (Y "Misa en tiempo de guerra" fue un título por demás apropiado) Kendall pareció estar a punto de poner de su lado a sus hermanos y hermana, porque de hecho algunos de sus argumentos para el golpe de Estado en Waystar tenían su lógica. Pero, cada uno con sus razones, Connor, Siobhan y Roman terminaron pegándole un portazo en los dedos. En este episodio Kendall siguió aparentemente consolidándose en su jugada: negociando un acuerdo de inmunidad, jugando al "Mal tuit, buen tuit" en una jarana en limusina, con otros integrantes de la Junta asegurados de su lado, experimentó un subidón similar al de sus tiempos tóxicos... y terminó metiendo la gamba hasta el cuadril.
Es que, tal como se dijo por acá, no parece muy sensato tener a Shiv Roy de franca enemiga. Kenny se pasó de listo en el momento menos indicado, la primera aparición pública de su hermana como presidenta de la compañía, tapando su discurso nada menos que con "Rape me" de Nirvana. El extemporáneo escupitajo de Shiv en la agenda de Kendall, como el gesto cargado de significado con el que un segureta le soltó un "Yo te conozco", fueron indicadores de hasta qué punto las cosas se pueden poner turbias para el hijo rebelde. Aunque hasta ahora no haya hecho ninguna alusión al asunto, el mismo Logan dispuesto a enchastrar a su hijo por el escándalo de los cruceros bien podría presionar con aquel muerto en un auto.
(Porque, bien mirado: ¿acaso el tipo que se da el lujo de apretar al Presidente de Estados Unidos, en un memorable diálogo con una funcionaria de la Casa Blanca, se va a andar con chiquitas? Ya lo dijo el patriarca en el primer episodio: esto es la guerra, full fucking beast)
Cada cual atiende su juego, pero Kendall parece más solo que nunca en la puja familiar, apenas con solo el poco confiable primo Greg animándose a un pie en cada bando. Roman parece conforme con el pedido de Logan de mantenerse cerca de Gerri y conocer sus movimientos, y su diálogo con un productor de ATN acerca de qué preguntas estaba dispuesto a aceptar fue otra pieza de antología. Connor parece más prescindente que de costumbre, demasiado consciente de su "imagen pública". Marcia aprovechó muy bien la necesidad de su presencia en el clan para una negociación en la que quedó claro que business are business. Mientras tanto, la temida aparición del FBI le puso el broche final al episodio, con Logan pasando del "No colaboraremos" a "Colaboraremos" con la velocidad de quien tiene un as en la manga.
Y por supuesto, Tom & Shiv, esa dupla hecha de vaivenes y conveniencias. Como nunca antes, a Wambsgans le cayó la ficha de una muy franca posibilidad de ver las rejas del lado de adentro. Y aunque los poderosos nunca viven la experiencia carcelaria como el resto de los mortales, ese panorama llevó a otro diálogo jugoso de la pareja y la estrategia de ofrecerse como chivo expiatorio para ganar puntos con Logan. A medida que avanzan los episodios se hace más firme la sensación de que, entre todos los postulantes a la sucesión, Siobhan es una jugadora de cuidado. La mirada que cruzó con su padre en el cierre del segundo capítulo fue otra demostración de entendimiento y respeto mutuo a pesar de todo. Y de que Succession, como una cebolla de dólares, siempre tiene alguna nueva capa para revelar.