Se abre el telón y el pacto con el público es la métrica imperfecta pero hermosa del texto del director y dramaturgo Mariano Tenconi Blanco (La vida extraordinaria, Lima Japón Bonsai, entre otros éxitos). La actriz Laura Paredes, con miriñaque y palidez hegemónica, cuenta con acento francés que se iba a casar obligada con un criollo de clase. La boda es interrumpida por un malón y cuando la van a violar, Lorena Vega, su compañera en escena, pone su cuerpo para evitarlo.

Ahí está ella, se llama Mensajera: imponente con sus plumas y colores, el andar de ganadora y la voz rasposa. Cabalgan juntas escapándose... Mensajera conoce el terreno, le arma una cama rústica a Elegida, con elementos de la naturaleza, y sale a buscar comida para las dos. La nombra "guardiana del sol, generatriz de la dicha, guerrera del bien". La calentura entre ellas es evidente.

Cuando vuelve con unas lagartijas, Elegida no quiere comer. Mensajera dice: “Elegida está hundida, yo soy el agua, ella es el pozo”. Se hacen amigas de un mono, a la Mensajera le da celos la relación con Elegida y lo mata: se lo da de comer, ella no sabe que se come el mono y está contenta. Cabalgan. Las dos monologan a su tiempo, el público espera el encuentro, pero no tan rápido. Un desierto ancho y áspero como La Pampa se abre entre ellas, para ellas, como el territorio a conquistar por el placer y las lenguas despiertas.

Mensajera dice que Elegida le pone nombre a todo pero ella está hablando en francés de cada cosa que ve, al mono le dice mono, al caballo le dice caballo, pero Mensajera piensa que son nombres. Hay en ese acto de nombrar y decir la construcción de una lengua conjunta y también la extranjería de la lengua desplegada en todo su simbolismo: no es solo la tierra, el agua, los atardeceres los que están siendo robados sino las casas, las armas, los modos y los cuerpos. En Elegida hay un impulso al rechazo primero, una admiración enseguida. Entre las dos, el temblor y la épica.

Nace el amor (y el sexo)

Mensajera está con el caballo, lo lleva a beber, lo asiste con afecto. “El sol hace que el pelo del caballo y el pelo de Elegida sean los dos de color dorado y yo me dejo llevar por la imagen de la mujer y el caballo y no me doy cuenta que hay dos soldados allí cerca” dice Mensajera. La salvo de los soldados, digo “cuando me acerco ella se me cuelga del cuello, bien cerca los ojos de Elegida los ojos de Mensajera. Ella pone sus labios sobre los míos, mueve la lengua y me pasa saliva. Será rito extraño de las tierras de Elegida pienso, como no quiero ser descortés imito lo que hace Elegida mientras ella mueve la boca, llora, tiembla y dice algo como Merci merci". 

"Después del ritual de las lenguas saco vestido blanco a Elegida y lo lavo, quedamos las dos descubiertas. Elegida es pequeñita como una paloma, tiene lindas piernas, carnosas y tiene curvas bien armoniosas. Nota que la miro y se le ponen rojas las mejillas entonces dejo de mirar y me dispongo a hacer lo mío. Saco atuendo a los dos soldados y quedamos los cuatro desnudos en esa playa. Parecía broma pero no era broma. Con un cuchillo que tenía soldado pelo rojo comienzo a trozar bien despacito el cuerpo de los milicos para comerlos”. 

Mensajera corta la carne humana, y dice “Elegida se baña en el río, enfrenta el agua con un estilo, parece un ave que vuela sobre el agua. Todo en Elegida es belleza, como una gracia que tienen sus movimientos, su cuerpo, todo. Sale bien mojada y el pelo revuelto le queda bien lindo. Tiene los pechos hinchados y llama mucho la atención. Cuando me ve que la miro, sonríe. Ahora Elegida parece una mujer, ya no más una niña, entonces yo regreso a mi carne asada mientras ella revuelve la ropa de los militares y la veo jugueteando con un caño largo de madera. Es el arma cristiana con la que atacan al indio. Cuando la carne ya está lista me levanto para ir a buscarla pero ella parece solita, entonces las dos muy tranquilas nos disponemos a comer a la luz del fuego. Algo bien bonito, no se lo pierdan, lo recomiendo".


Cuando  Elegida se entega al placer con la Mensajera, le pone un anillo y las dos lloran. Pero bien feroces son cuando quieren atacarlas. 

"Cuando está cerca de mí se echa al suelo, de arrodilla, me muestra el adorno circular y me dice algo así como Atala es pour moi. Yo le devuelvo una sonrisa. Ella me pone el adornito en un dedo. Inmediatamente se pone a llorar. Y yo también. No sé por qué cosa fue, no podía parar de llorar. Qué bobas las dos. La tontera esa de la perlita que encontró Elegida fue una cosa de lo más emocionante para decir la verdad. Después vino de nuevo el ritual de las lenguas en las bocas pero seguimos. Yo comienzo a lamer los pechos de Elegida, tan hermosos son… Ella empieza a pasar sus deditos por mi vulva, muy despacio, muy feliz. Parecían las cosas que se hacían en tribu pero era totalmente diferente. Sin enojo, sin tirón, todo juntas. Me tiembla el cuerpo como noche fría pero es noche caliente. Todo lo que podemos lo lamemos o lo tocamos, más bien yo repito lo que hace Elegida, siempre fui prolija para el copiar y si se hace rapidito parece versión propia".

El momento de trascender

"Estamos las dos enteramente empapadas, colocamos nuestras vaginas una contra la otra y finalmente llega el momento de trascender. Elegida me ofrece el camino de la luz: si estoy gimiendo, por la Elegida. Si callo por placer, si deliro por lo mismo, si tirito de emoción, si me mira yo me muero, si ausente por lo increíble, si de noche porque de día, si de día porque siempre. Así fue esa noche, la noche más maravillosa de toda mi vida. No habrá nunca una noche igual, nunca habrá. Yo sabía, yo sabía que Elegida era la Elegida. Ella me mostró el camino de mi corazón. Ella me transfirió las fuerzas superiores. Ahora estoy sagrada y el mundo es un lugar maravilloso".

"Entramos a la habitación" relata Elegida: "que es calurosa y pequeña y, ni bien el gaucho cierra la puerta, Atala se quita sus pocas ropas en un triz y yo la sigo en el strep tease. Desnudas desplegamos el mapa sobre el suelo y señalamos direcciones, qué bufones. Noto que Atala no tiene ni idea de dónde estamos y que le da lo mismo Santa Fe de la Vera Cruz que el Tucumán. Yo elijo nuestro destino: la Banda Oriental. Apoyo mi mano sobre la pequeña nación. Ella apoya su mano sobre mi mano y me empieza a besar. Con la otra mano me empieza a tocar. Me acuesta sobre el mapa boca arriba y yo abro las piernas así: la derecha en el Alto Perú, la izquierda en el Brasil. Con una mano me mete los dedos en la vagina, me alucina. Con la otra me mete los dedos en la boca, me vuelve loca. Me saca los dedos de la boca y me los mete en lo profundo del ano, qué mano, sos una perra, sos una perrita, le digo y sigo. Se me lanza encima, quedamos cara a cara y juntas frotamos nuestras vaginas, divinas. Ella me monta, pa como si yo fuera su caballo, Apa, y juntas cruzamos el desierto de ficción dibujado en nuestro mapa pero acá no hay desierto porque estamos todas mojadas. Me lamió como una perra, me montó como una yegua, nos corrimos como dos cerdas, ¿cómo se dirá te amo en idioma indio? No hay, no hubo, no va a haber un amor como el de Atala y yo".