Esta es una historia que va desde el disco más popular de Metallica hasta el último LP de Duki. Que empezó cuando Federico Rojas, que tenía 5 años, le carpeteó el “Álbum Negro” a su hermano mayor, lo escuchó, y supo que la música lo iba a acompañar para siempre. Hoy, Yesan es uno de los productores más importantes y creativos del panorama urbano argentino, practicante del concepto analógico de la música trasladado al mundo de las máquinas y buscador de un sonido nacional.
Se comunica desde Madrid, donde está produciendo artistas locales que le piden mucho reggaetón y afro. Acaba de terminar una nueva gira ibérica junto a Duki, en la que pusieron a prueba un formato híbrido de mc, dj, y él mismo con guitarra y sintetizadores. Parecido a lo que habían propuesto en el show online desde El Calafate para la presentación oficial de Desde el fin del mundo, pero con público. “Para mí, así se completa el ciclo cuando hacés un disco: salir a tocarlo y defenderlo”, explica Yesan, que produjo el material codo a codo con Asan.
Tres años después de descubrir aquel disco epónimo de Metallica, empezó a tomar clases de piano. A los 11 agarró el bajo y a los 12, la guitarra. A los 13 ya formaba parte de grupos, muchos de ellos con gente más grande, de la que absorbió info útil. “Más o menos a los 19, dije: ‘Esto va a ser parte de mi vida a nivel profesional’. Y me puse a estudiar”, recuerda.
Cinco años en la UCA atendiendo a Composición Musical le sirvieron para resolver innumerables cuestiones técnicas; no tanto para abarcar el total de tareas que, según él, invaden a cualquier productor full time: “Terminás ocupando el rol de ser la banda y muchas cosas más, je. Psicólogo, amigo, hermano, padre, madre. Motiva que esté habiendo reconocimiento hacia nosotros”.
► Hombre bomba
Desde una mesa de sonido, con una púa de guitarra, o anegado por la catarsis privada de un artista, Yesan formó parte de la constitución musical y sonora del trap y el rap en el país. Basta con poner sobre la mesa algunos nombres: Quavo, de Modo Diablo, Antezana 247, de YSY A -con quien también construyó bombas como Pastel con Nutella, Pasa que yo o el más reciente Infinito al doble- y el último LP de Duki, candidatazo a disco del año y parteaguas del panorama local.
--Tu historia en la música empezó con un disco de Metallica y siguió con YSY y Duki…
--(Interrumpe) Es que, a nivel musical, el metal tiene mucho que ver con el trap. Es otro el tempo y otras las figuras rítmicas, pero los grooves son muy parecidos. De hecho, en los ‘90 el metal viró hacia una influencia muy fuerte del hip hop. Si escuchás el disco de Duki, te encontrás conmigo tocando una guitarra de siete cuerdas, lo más metal posible. Claro, pasándolo por el filtro del trap y del hip hop, hay que buscar un punto medio. Por algo este disco aparece después de 4 o 5 años de su carrera, y no antes. Fue un proceso de maduración.
--¿Cómo te acercaste al hip hop?
--Todavía tocaba en Clay, una banda de metal con la que pudimos girar por diferentes lugares del país. Alrededor de 2016 estábamos haciendo nuestro último disco, y yo ya tenía data de El Quinto Escalón, que estaba en sus últimos años. Todo el último año fui a ver las batallas a la plaza. No entendía cómo domingo por medio se amontonaban miles de personas a ver gente que en el fondo estaba haciendo música. Ahí entendí que lo que se estaba generando era una bisagra muy grande. Los niños, cuando estaban en los recreos, se ponían a freestylear. Eso me voló el cerebro. En ese momento traté de convencer a mis amigos para que vinieran a ver El Quinto, pero la gente no lo tomaba con seriedad.
--¿Tuviste que acondicionar tus ideas a una nueva estética?
--Me empecé a interesar mucho en esa cultura y a absorber la data que los pibes tenían, porque en El Quinto estaban todos, ¿no? Duko, YSY, Trueno, Wos, Acru, Dani, Paulo, Lit Killah, Klan, y sigue la lista. Las primeras veces ni siquiera entendía lo que rapeaban, no tenía el oído acostumbrado a escuchar rimas en castellano. Después pude entender cuál era el flow y el estilo de cada rapero, y al cabo de un año creamos el sello NEUEN con otros productores. En ese momento estábamos buscando producir y encontrar esto, ¿no? Un movimiento.
► Tiempos explosivos
En 2017, a través de su colega Taiu, Yesan conoció a Duki e YSY A en La Mansión, donde el volcán creativo estaba preparando la erupción. “Para mí, ya había explotado, pero no a nivel masivo -cruza-. Empezamos a trabajar más que nada en la parte técnica. Como yo venía de hacer shows con bandas de metal, donde muchas veces el ambiente es más ingrato y tenés que llevar platillos, batería y amplificadores, llegar a un boliche, poner una mesa para un dj y un autotune, honestamente, para mí era bastante sencillo. Eso nos llevó a girar, a pasar tiempo juntos, y finalmente a meternos a producir, a hacer música. Ahí arranca todo”.
Después de aquella gira por España, Yesan volvería a Buenos Aires para formar parte como invitado del show de Trueno en el Gran Rex, con quien trabajó en la canción que abre su álbum debut y también en Panamá, el feat que compartieron con Duki.
Hace no tanto, cuando el trap creció en creatividad y popularidad, uno de los atractivos que lo volvían prácticamente un commodity para productores y empresarios eran sus bajos requisitos de fierros y recursos humanos. Con un dj y acaso una voz de respaldo se podía arropar al mc de turno, en un ahorro considerable en logística y pagos. Sin embargo, cada vez más artistas consagrados de la nueva generación -valen Wos, Acru, el propio Trueno- buscan ser acompañados por músicos de carne y hueso sobre las tablas. Y Yesan es un poco eso.
“Cuando arrancamos con el Duko ya queríamos incorporar algo así. De hecho, para los primeros shows que hicimos, a fines de 2017, habíamos armado un formato banda, pero en ese momento, como en esta música con poco podés hacer mucho, los lugares todavía no estaban adaptados. Como que un boliche no admitía eso”, dice.
--¿Qué factores cambiaron?
--Primero, que este género urbano creció muchísimo, hay músicos con recursos para armar una puesta que se banque músicos en escena. Segundo, creo que nuestra cultura está mucho más ligada a una guitarra eléctrica que a una computadora. Si me decís que vivís en Francia, donde está Daft Punk hace 20 años y estás acostumbrado a ver a dos robots que no sabés si están jugando al ajedrez o pinchando, se siente otra cosa. Pero acá, cuando ves a una persona con una guitarra eléctrica hay un punto de conexión muy rápido, porque la mayor parte de nuestro background musical viene del rock. Tal vez en Estados Unidos, donde el hip hop está instaurado hace muchos años, el formato dj/rapero es más normal.
--Desde el fin del mundo pareció hecho para abrir el panorama del trap. ¿Tiene que ver con esto?
--El Duko nos dio muchísimo espacio a Asan y a mí como productores. El planteo de base nos permitió pensar en un show con una guitarra eléctrica, por ejemplo, incluso antes de hacer el disco. Si uno se encierra en el trap tal vez tenga que cumplir ciertos estándares; hoy hay más recursos, el género se expande. Quisimos hacer un disco que la gente pudiera valorar desde el contenido musical, ver que el trap no es solamente un hi-hat y un 808. Grabamos baterías, guitarras, teclados, cuando esas cosas en el trap se suelen programar, o ser samples. Estábamos buscando nuestra versión del trap argentino, porque en el fondo el trap es un género de Estados Unidos. Nosotros venimos de una era en la que había bandas, guitarras eléctricas, y los grupos se conformaban de más personas que un solista. Creo que eso se traslada muy bien al disco.
--¿Cuánto cambió tu forma de trabajar desde la época de La Mansión?
--Me fui haciendo un poquito más ducho en el género y puedo resolver cosas más ligeramente. El punto de inflexión se dio antes, con el género pesado, donde la producción pasa por una banda y la ejecución de un instrumento. Acá todo se puede gestar desde una computadora. Ahí me di cuenta de que no hace falta que me cuelgue una guitarra para hacer una canción.
--¿Y en general?
--Estoy más acostumbrado a ser multigénero. En Argentina está habiendo un movimiento de reggaetón muy grande gracias a Duko, a Tiago PZK, a Big One, que es un productor de la hostia. Nos estamos pudiendo adueñar del estilo después de mucho tiempo. Y después L-Gante, palabras mayores; los creadores de la cumbia 420 dieron el salto de incorporar nuestra calle, que es la cumbia, a la calle de Latinoamérica, que es el reggaetón. Antes era: “Hagamos trap”; ahora es: “Hagamos un poco de todo”.