El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, realizó una visita al norte de Italia en la que el líder de la Liga, Matteo Salvini, no dudó en posicionarse como su principal aliado, pidiendo perdón incluso por las protestas que se desataron en los últimos días y que, según el exministro del Interior, "no representan al pueblo italiano". Bolsonaro y Salvini homenajearon juntos a los 500 brasileños que murieron en la Segunda Guerra Mundial. El mandatario de Brasil llegó a Italia inicialmente para asistir a la cumbre de líderes del G20. Luego, en lugar de viajar a Glasgow para participar de la Cumbre climática COP26, optó por viajar al norte italiano en una breve gira auspiciada por la Liga, el partido de ultraderecha que dirige Salvini.
El acto oficial, al que asistieron autoridades brasileñas y locales, fue organizado ante el monumento erigido en el cementerio de la ciudad de Pistoia en memoria de los soldados brasileños que murieron combatiendo contra los nazis, los llamados "pracinhas", cuyos restos fueron trasladados en la década del 60 a Brasil. La presencia de Bolsonaro generó polémicas y protestas en toda la región, tal como ocurrió el lunes en la ciudad de Padua y en Anguillara Veneta, donde recibió la "ciudadanía honoraria", concedida por la municipalidad liderada por la Liga y de donde emigraron hace más de un siglo sus ancestros.
Protestas contra la visita de Bolsonaro
Tal como ocurrió en los días previos, el martes unas 200 personas se manifestaron contra su presencia, en una protesta convocada por partidos de izquierda, organizaciones antimafia y sindicatos como la CGIL, que planteó que "los soldados brasileños que se sacrificaron para liberar Pistoia del nazismo y del fascismo no merecen ser ofendidos con la presencia de un hombre investigado por crímenes contra la humanidad, homófobo, misógino y racista".
A las bulliciosas marchas se unió incluso la iglesia local. El obispo de Pistoia, Fausto Tardelli, precisó que no presidió la ceremonia por rechazar la explotación mediática de la celebración de los muertos, que se recuerdan este martes, por lo que el acto estuvo a cargo del párroco local de la vecina San Rocco, Piero Sabatino.
También los frailes del convento de San Antonio de Padua, que el mandatario brasileño visitó el lunes en forma privada, criticaron la gira de Bolsonaro, "una persona que acaba de ser acusada por su propio país de crímenes de lesa humanidad", según lamentaron en un comunicado.
En el acto ni siquiera estuvo presente el alcalde de Pistoia, Alessandro Tomasi, del partido ultra Hermanos de Italia, ni el presidente de la región de Toscana, Eugenio Giani, del Partido Demócrata. La subsecretaria de Estado para las Relaciones con el Parlamento, Caterina Bini, natural de Pistoia, no se excusó y explicó que había decidido no concurrir por "no compartir ideas y actos" con los que, dijo, Bolsonaro tiene "manchas de responsabilidad muy graves".
El salvavidas de Salvini
En ese contexto, Salvini salió al rescate de Bolsonaro dándole todo su respaldo, tal como se desprende del breve intercambio que mantuvo con periodistas. "Pido disculpas al pueblo brasileño representado por su presidente por las polémicas increíbles, incluso en la conmemoración de los caídos que perdieron la vida por defender nuestro país y liberarlo de la ocupación nazi", lamentó el líder de la Liga.
Salvini aseguró que "la polémica política no es posible cuando se trata de honrar a caídos para regalarnos nuestra libertad" y lo consideró una actitud "vergonzosa respecto a una persona que ha sido recibida por (el jefe del Estado italiano Sergio) Mattarella y (el primer ministro, Mario) Draghi". Durante la ceremonia, el líder de la ultraderecha y exministro del Interior italiano remarcó: "La amistad va más allá de las polémicas que no representan al pueblo italiano".
Consultado sobre la gestión de la pandemia de Bolsonaro, a quien una comisión del Senado brasileño llegó a acusar de cometer crímenes contra la humanidad, Salvini aseguró que "será la historia" la que decida. Luego del homenaje a los soldados, el presidente brasileño se dio el capricho de visitar la célebre torre inclinada de Pisa y dio un paseo por la Plaza de los Milagros antes de emprender el regreso a su país.