La inflación no es un fenómeno de la naturaleza como lo es un terremoto, una tormenta o la lluvia. Cualquiera fuera la definición que se elija según la bibliografía económica, se trata de un aumento de los precios de modo generalizado y persistente en el tiempo. Ahora bien, los precios se generan en el proceso de producción de los bienes y servicios que se destinan a los distintos mercados de demanda final.
Tales precios están determinados por las decisiones de inversión de la clase empresarial y contablemente asumen la forma general de costos: costos fijos más costos variables, salariales, financieros, gastos generales y tasa de ganancia es igual al precio de producción. Luego el precio de producción más los impuestos equivalen al precio final de venta. Esta fórmula genérica es la reducción de un mundo diverso que implica cada empresa, rama y mercancía.
Los precios finales son decididos por el sector empresarial, que puede fijarlos y de hacerlos variar de acuerdo al fin que persigue, que es maximizar ganancias. La población trabajadora y el Estado no tienen capacidad para fijar los precios. Los trabajadores no están en condiciones de “fijarse” unilateralmente aumentos de sus salarios, por tanto el salario jamás es causal de inflación, aunque así lo reciten empresarios, dirigentes, políticos y economistas ortodoxos, que hasta han creado una "Teoría salarial inflacionaria".
A su vez, el Estado no es una institución formadora de precios, a excepción de aquellas empresas productivas que pueda poseer como propiedad pública. Sí establece una tasa impositiva que no varía todos los años, ni todos los meses ni mucho menos todas las semanas, como sí lo hacen los precios fijados y administrados por los empresarios.
Teorías
Hay supuestas explicaciones del fenómeno de la inflación que se autodenominan “teorías”, pero que ocultan y tergiversan el proceso auténtico de formación de precios. La teoría de inflación de demanda, por ejemplo, afirma que siempre que las empresas no puedan aumentar su producción, la presión en la demanda se traslada inevitablemente a los precios. Sin embargo, cualquier país industrializado da cuenta que las empresas se manejan con capacidad ociosa. Dicho de otro modo, que no producen con pleno uso de las instalaciones. En cada rama es posible verificar tasas de “ociosidad” que van desde un 30 al 50 por ciento.
Tampoco la teoría de la inflación de costos explica mejor el fenómeno. Esta explicación apunta a varios factores: a) encarecimiento de los recursos naturales; b) espiral salarios-precios y c) precio del dinero. En cada uno de esos puntos, el aumento de precios se debe justamente al aumento de otros precios, ya sea de insumos, del salario o de la tasa de interés.
Otro discurso erróneo apunta al impacto en los precios de la política fiscal y monetaria. en realidad, los impuestos que el Estado establece al capital son trasladables a los precios finales, de manera que los impuestos que los empresarios pagan luego los recuperan. En tanto, el aspecto monetario se vincula a la vieja y falsa fórmula cuantitativa del dinero.
De nada parece servir que la teoría monetaria de la inflación haya sido desmentida por todas las verificaciones estadísticas disponibles. Sin embargo, el establishment recurre a ella como una muletilla y no aclara que el déficit del Estado es un fenómeno mundial que afecta a la mayoría de los países del mundo. Mucho menos advierte que los déficits estatales son el resultado de la elusión y de la evasión que producen los empresarios y sus corporaciones, con las “guaridas fiscales” como el caso más paradigmático.
* Economista.