El saldo superavitario de la balanza comercial argentina superó los 12 mil millones de dólares en lo que va de 2021. A priori esto es una excelente noticia de cara a la recurrente falta de divisas que suele enfrentar el país. No obstante, al realizar un análisis detallado de los flujos comerciales se presentan ciertas señales de alarma que deberán ser tenidas en cuenta por la actual gestión económica.
Por el lado de las exportaciones, el crecimiento desde inicios de 2021 se explica principalmente por el aumento del 25 por ciento en promedio de los precios internacionales respecto de 2020, destacándose el caso de la soja y sus derivados, que ha llegado casi a duplicarse en relación al año pasado. En cuanto a las cantidades exportadas totales, estas se encuentran relativamente estables al menos desde 2014.
Por el lado de las importaciones, luego de su estrepitosa caída tras la crisis cambiaria y económica iniciada en 2018, empezaron a crecer desde abril de 2020. Al revés que las exportaciones, en este caso lo que avanza son las cantidades importadas mucho más que lo que aumenta el precio promedio. En efecto, la suba de las importaciones desde abril 2020 hasta la actualidad es la más rápida registrada en este siglo: la tasa promedio mensual de crecimiento es del 4,5 por ciento en dólares CIF o de 5,4 por ciento en cantidades.
Asimismo, en el segundo trimestre de 2021 las importaciones representaron un 15 por ciento del PIB, guarismo más alto respecto de los mismos trimestres de 2015 (11 por ciento), 2016 (12 por ciento) y 2017 (13 por ciento). En relación al consumo aparente, la participación de las importaciones fue del 18 por ciento, valor más alto que en el mismo trimestre de 2015 (14 por ciento) y similar a los valores experimentados durante el boom importador de la gestión macrista en 2018.
Es decir, que el actual nivel de importaciones es elevado en relación a un PIB que en la actualidad es cerca de un 10 por ciento más chico que el de 2015. De hecho, junio 2021 es el récord histórico de toneladas importadas en un mes.
El vertiginoso crecimiento de las importaciones implica que, de no haberse registrado la suba de los precios internacionales de la mayoría de las exportaciones de bienes agrícolas, las importaciones hubieran superado a las exportaciones en estos últimos meses, registrando entonces un déficit comercial.
Vulnerabilidad
Este escenario da cuenta de la vulnerabilidad del frente externo y resalta la necesidad de apuntalar la gestión de la política comercial, tanto en la administración inteligente de las importaciones como en el impulso a la mejora de la inserción internacional de las exportaciones. Tal política comercial debe avanzar en el estudio de las cadenas de valor existentes en el entramado productivo, a fin de contar con información detallada que permita conocer el potencial impacto de los instrumentos de política.
En la actualidad, el principal instrumento de administración de las importaciones son las Licencias No Automáticas (LNA) que alcanzan durante 2021 en promedio al 25 por ciento del total importado. Sin embargo, el incremento de las importaciones durante este año se da principalmente en posiciones arancelarias no alcanzadas por las LNA. Por un lado, es menester incrementar las capacidades de verificación del Estado a fin de evitar la elusión del instrumento mediante la declaración de la importación intencionalmente por una posición arancelaria inadecuada que no deba tramitar la LNA. Por otro lado, se debe ampliar el alcance del instrumento hacia bienes de consumo cuyas importaciones han crecido y se cuenta con producción nacional o con posibilidad de sustitución de dichas importaciones.
Otro sector donde se observa un aumento de las importaciones es el asociado a la producción de soja y sus derivados, por dos motivos. Uno, por el crecimiento de las importaciones de herbicidas, insecticidas, fungicidas, abonos y fertilizantes, frente a la creciente necesidad de utilización de agroquímicos del modelo de producción agrícola predominante. Otro, por las importaciones temporales de porotos de soja para su transformación y reexportación como aceite, harina y pellets. Esta posibilidad, que estuvo restringida entre 2009 y 2016, representa desde 2020 cerca de un 20 por ciento de las exportaciones totales de soja y sus productos derivados.
Las exportaciones argentinas se enfrentan cada vez más a barreras no arancelarias del tipo sanitario, fitosanitario y obstáculos técnicos. Este tipo de instrumentos son utilizados principalmente por los países desarrollados para discriminar selectivamente sus flujos comerciales entre empresas o países contrapartes. Actualmente se suman a estas barreras las que incorporan consideraciones ambientales, como la huella ambiental que estudia aplicar la UE a sus importaciones, que sin duda podrán complicar muchas de las exportaciones nacionales en un futuro inmediato.
Frente a este escenario, el impulso a la producción agroecológica y orgánica de alimentos y sus elaborados, con certificaciones nacionales con validez internacional, no solo permite aumentar el precio unitario de las exportaciones ya existentes y potenciar las posibilidades de desarrollar nuevos mercados de exportación, sino que además evitará la perdida de los mercados con hábitos de consumo cada vez más exigentes, resguardando la salud de la población y cuidando el medio ambiente.
En conclusión, si bien la coyuntura trae
alivio en el frente externo, esto se debería aprovechar para tomar acciones
rápidas en relación al escenario internacional que nos impone nuevas reglas de
juego y para aumentar la efectividad en la administración de las importaciones,
velando que los controles sean efectivos y los efectos sean los esperados.
*Doctorando en Desarrollo Económico, Docente UNLu, Investigador CCC