Así como se dice -con más rigor histórico que actual- que los jueces hablan por sus fallos, también podría señalarse que los autores de ficción hablan por sus obras. En general, los guionistas de las series no suelen ser parte del ecosistema mediático más visible. Sus trabajos suelen ser invisibilizados y sus miradas no muy requeridas, más allá de lo que plasman en los guiones. Claro que, como en las tramas que pergeñan, el destino puede quitarlos de esa oscuridad. Algo de eso le pasó a Guillermo Salmerón, el autor detrás de Maradona: sueño bendito, la serie que escribió junto a Silvina Olschansky, que tanta polémica levantó antes de su estreno y que a una semana de haber visto la luz en Amazon Prime Video (y su primer episodio en Canal 9) continúa despertando pasiones. Por los amores y odios que genera la figura que retrata, pero también por la manera en que la ficción eligió abordar la vida y obra de Diego Maradona. “Son días demasiados intensos, pero no podía ser de otra forma tratándose de Diego”, le explica Salmerón a Página/12.
¿Cómo abordar la vida de Maradona? ¿Qué aspectos contar de la infinita cantidad de momentos públicos que atravesó quien fue uno de los máximos ídolos futbolísticos y sociales de la Argentina? ¿Acaso es posible hacerlo sin tomar posición sobre una persona a la que nunca le fue indiferente la realidad? ¿En qué consistió el contrato que Maradona firmó con Amazon para filmar la serie? ¿Se trata de una biopic oficial o trasciende la visión maradoniana? Fueron algunos interrogantes que envolvieron a la producción de Sueño bendito y que ante el estreno de sus primeros cinco episodios en la plataforma empezaron a encontrar respuestas que no a todos conforman.
“Lo que nos pasó con una figura con Maradona es que todo el mundo se quiere dar chapa de que estuvo en todos los momentos: es muy gracioso cómo cuando uno pregunta por distintos hechos a gente cercana a Diego, todos dicen haber estado presentes”, cuenta Salmerón, sobre una de tantas dificultades. “Hay una cena de fin de año en el departamento de Oscar Ruggeri en España, donde terminaron comiendo todos con la mano, en la que ‘estuvieron’ 200 personas, cuando no había más de 10. Y de esas 10 cada uno cuenta la anécdota de manera distinta. Y Diego va cambiando esa anécdota a lo largo de toda su vida, porque era muy histriónico y a todo le ponía un condimento, o sacaba las cosas que no causaban gracia. Maradona iba puliendo las anécdotas, iba probándolas como un standupero que después de muchas funciones ya sabía donde poner el silencio o el remate. De tanto contarlas ni él se acordaba de cómo habían sucedido las cosas. La realidad de Diego era su relato”, analiza el autor de El marginal, Televisión x la identidad y Vidas robadas, entre otras ficciones.
-¿Qué quisieron contar sobre la vida de Diego en la serie?
-No lo tomamos como una biografía porque la vida de Diego es inabarcable. Proponerlo desde ese lugar iba a ser muy frustrante. Como sabíamos de antemano que la serie se iba a transmitir en 240 países y que el público argentino era sola un pequeña parte de ese total, la intención siempre fue la de contarle al mundo por qué Maradona es un ídolo para los argentinos. Y desde ese recorrido por algunos aspectos de su vida explicarles por qué es un ídolo distinto a Messi. Maradona es otra cosa, alguien que nos representa como ningún otro, con sus contradicciones, defectos y virtudes. Concentra todo lo que un extranjero puede encontrar cuando llega a la Argentina. Todas las características del ser argentino están en esa figura. Por eso no le hicimos la gambeta a ningún tema. No es una biografía, sino una serie que busca contarle al mundo quién es Maradona para nosotros, qué representa para los argentinos.
-¿Cómo influyó en la escritura del guión el hecho de que sea una biografía autorizada, cuya figura además estaba con vida al momento de la escritura?
-No mucho, porque desde el inicio del contacto con la productora les preguntamos en qué nos iba a condicionar que tuvieran el permiso de Maradona y la respuesta fue que trabajásemos con absoluta libertad. Nunca supe si Diego vio los libros que escribimos, si les gustó o no, si los aprobó. Nunca estuvimos sujetos a una aprobación de él. Después, en la serie pasa lo que sucede siempre: no todo lo que escribimos se vio plasmado tal cual en pantalla. Pero son cosas que por lo general pasan, por urgencias, casting, dificultades de locación, tiempos. Nunca supe que algo que se modificó en pantalla o no terminó saliendo haya sido por decisión de Diego.
-¿Pero no hubo ningún tema que no se podría abordar?
-Nada. Lo primero que preguntamos fue eso. No nos dejamos endulzar por el volumen del proyecto. No nos lanzamos con los ojos vendados, porque ya había un litigio judicial. Nos dijeron que no iba a ser la versión maradoniana de la vida, que esas cosas ya estaban charladas con él y que el contrato no implicaba que lo que hagamos se basara sólo en la información que Diego les daba. Fue solo un permiso para hacer una serie. Entiendo que no hubo una cláusula que tuviera que ver con algún veto. Así como no hubo animosidad contra nadie, tampoco hubo un esfuerzo de cubrir alguna faceta. Pero debo confesar que no me gusta esa tendencia argentina a hacer mierda a nuestros ídolos. No veo que afuera, con las cagadas que se mandan otros tipos, los manden a un paredón frente a un pelotón de fusilamiento como hacemos nosotros.
-¿A qué obedeció la decisión de contar el contexto sociopolítico argentino?
-Nos parecía que debíamos mostrarle al mundo que Maradona no salió de un país europeo o de un país con necesidades satisfechas. Maradona es producto de una clase social muy ferviente, que pasó sus primeros años donde había un líder político que no se podía nombrar, en donde en las casas estaban los altares de Perón o Evita porque no podían estar en la calle… Fue un pibe que vivió su consagración profesional en medio de una dictadura atroz que cercenaba libertades… En las devoluciones a la gente de Amazon le pareció interesante contar esa realidad social, les gustaba esa mirada en contexto. Se trata de un momento histórico que nos marcó mucho a todos, desde mediados de los '70 a mediados de los '80, y era importante en la construcción del personaje. Así como a Maradona la realidad le forjó esa rebeldía, a otros esa opresión les estampó el miedo a discutir. Maradona rompió con cierta sumisión, como la que tenía su papá.
-En un mundo en el que las plataformas se convirtieron en grandes productoras de ficción, es importante que la identidad argentina se sienta representada en las series que se producen acá.
-Si este producto circula por el mundo, está bueno que nuestra historia se conozca. Es raro que alguien que está en la otra punta del mundo se interese por algo que pasó en argentina en los '70. La vida de Diego nos permitió contarnos. Yo peleo mucho eso cuando presento proyectos. Nos pasa a nosotros con las series suecas, finlandesas, noruegas, en las que uno se adapta a esa idiosincrasia. Lo mismo puede suceder con las series argentinas. Los buenos productos se imponen en todos lados. La universalización de los contenidos no nos debe hacer perder la identidad.
-¿Qué fue lo más insólito que les pasó como guionistas?
-Nos pasaron cosas insólitas, como ver en los medios la filtración de supuestos guiones con situaciones que nunca escribimos. Si alguien supuso que iba a haber villanos o que iba a haber una animosidad contra Claudia Villafañe se va a decepcionar. Trabajamos desde la curiosidad, no juzgamos a nadie, no pusimos ninguna cosa que no hubiéramos podido constatar por varias personas. Los autores no estamos acostumbrados a todo lo que se dijo. Por ejemplo, la cuestión sobre la muerte de Perón y la edad de Diego en el primer episodio, es un salto temporal que obedeció a una cuestión de montaje: había más escenas que por decisión de dirección se llevaron a otros capítulos y quedó todo más pegado, aún cuando hay un videoclip de Cebollitas en el medio. Es criticable. Ahora, leer que por esa elipsis los autores intentaron “lavar” el peronismo de esos años, haciendo desaparecer esa franja de tiempo para no tener que mostrar nada de ese período duro, resulta un poco estúpido. ¿Quién puede pensar que una empresa como Amazon está interesada en lavar cuatro años de peronismo?